Una nueva bancada frenteamplista, ahora en minoría, asumió el pasado 15 de febrero

Fin de ciclo: 15 años del FA en el poder > opinión

¿Qué oposición hará el partido que gobernó durante 15 años?

El FA pasa de gobierno a oposición; la que haga puede ser la de quien sufrió los dolores del poder o la de quien busca retomarlo
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24 de febrero de 2020 a las 05:00

El Frente Amplio pasa de gobierno a oposición; la que haga puede ser la de quien sufrió lo dolores del poder o la de quien busca retomarlo a la brevedad. En el medio, los uruguayos

Los dolores de crecimiento son bravos y cada uno los lleva como puede. Los dolores de ser gobierno son tortuosos, con la gran diferencia de que quienes los padecen los buscaron conscientemente y fueron comandados por la ciudadanía para padecerlos. Claro que son pocos los gobernantes y jerarcas de gobierno que prevén la real dimensión de esos dolores y la importancia que suponen para la democracia que involucra a su partido, pero también a los que los antecedieron y a los que deberán gobernar en el futuro.

El Frente Amplio ha sufrido intensos dolores de gobierno en estos 15 años, algunos inevitables y otros generados por errores, malos cálculos e imprevistos. En eso no hay novedad y es lo mismo que le ha pasado a colorados y blancos cuando les tocó el mismo rol. Cualquier análisis de cualquier gobierno uruguayo (o del mundo) arrojaría resultados similares.

La diferencia en este caso es que hace 15 años fue la primera vez que esta coalición de partidos llegó al poder, en un país con casi 200 años de historia independiente. No era cualquier fuerza política y la era frentista, que ahora llega a su fin o a un paréntesis –al menos por cinco años– debió transitar la “escuela” de gobierno con bastante menos experiencia y sobre todo backup administrativo que los partidos fundacionales, que ya conocían la maquinaria burocrática que mueve los hilos de lo público.

Esto de ser y hacer oposición no será una tarea fácil para el FA, al que ya le dolió el gobierno y que ya debió decir que “no” muchas veces, como ahora tendrá que hacer Lacalle Pou

Ingresar a esta escuela de gobierno sin experiencia previa tuvo sus pros y sus contras. Pero todo lo que aprendió el FA en estos tres lustros, con éxitos, fracasos y metidas de pata o cálculos erróneos en el medio, ya forman parte de ese partido y de lo que ya es su lucha por volver al poder. Por eso, lo que pasó en este tiempo marcará también el rumbo del tipo de oposición –u oposiciones– que elegirá ejercer en este nuevo período de coalición multicolor comandada por un presidente del Partido Nacional.

¿La oposición que veremos en estos cinco años será más cercana a lo que han hecho los jerarcas de gobierno en los meses de transición, tendiendo puentes para lograr un traspaso ordenado de la democracia? ¿O será más parecida a las manifestaciones del diputado Gonzalo Civila, secretario general del Partido Socialista? Él abrió un extenso hilo de Twitter el pasado 16 de febrero en el que dijo: “No queremos instalar un clima de confrontación con un gobierno que todavía no asumió pero pasan cosas insólitas y tenemos que decirlas”. En cinco tuits más criticó desde la diplomacia en la que “el gobierno electo parece confundir el comienzo de un nuevo período constitucional con la fiesta de cumpleaños del Presidente, seleccionando invitados y excluyendo a países con los que Uruguay mantiene relaciones diplomáticas”, hasta la ley de urgente consideración, a la que calificó de abuso de un instrumento excepcional.

Mientras tanto, ¿qué oposición, ensayada o improvisada, hará José Mujica? El expresidente, líder de la bancada más grande del FA, ha manifestado que está dispuesto a tender puentes con la coalición. “Si nos toca ser oposición no vamos a estar con una piedra en cada mano”, dijo antes de la segunda vuelta.

Mujica suele cantar amor y paz y luego tira unas flores que duelen como piedras. Cosas de la política. Pero algo de lo que dijo tiene mucho sentido: “Soy defensor de los partidos políticos, con la ventaja de que es algo colectivo. Creo que se está desacreditando en el mundo, quieren reducir la política a un duelo de figuras y es mucho más”. Otra historia es hasta qué punto respetará él mismo su convicción a la hora de hacer oposición. Las encuestas de acá y de América Latina, demuestran que los políticos no están en los primeros escaños de la confianza de los pueblos que gobiernan.

Esto de ser y hacer oposición no será una tarea fácil para el FA, al que ya le dolió el gobierno y que ya debió decir que ‘no’ muchas veces, como ahora tendrá que hacer también la administración que comienza. Una cosa es el Tabaré Vázquez de la crisis del 2002 partidario de declarar el default. En esa época miraba la presidencia en el horizonte con confianza. Otra cosa es el dos veces presidente que enfrentó mil y un problemas con partidos propios y ajenos y hasta con poderosas multinacionales. El mismo mandatario que terminó su segundo período con indicadores positivos (por mencionar uno, la pobreza y la indigencia se redujeron drásticamente) y al mismo tiempo con el déficit fiscal más alto de los últimos 30 años.

El que fuera partido de gobierno deberá decidir cómo pararse frente a un gobierno multicolor que tendrá mayorías en el Parlamento por el acuerdo pactado, pero que en el balotaje no llegó a obtener el apoyo de la mitad de la ciudadanía, algo que nunca había ocurrido desde que se implementó el nuevo régimen electoral.

Con pocos ejemplos es posible avizorar diferentes estilos de oposición en la izquierda. Entre ellos se cuenta el contendiente de Luis Lacalle Pou, Daniel Martínez, ahora candidato a la Intendencia de Montevideo. A pesar de algunos chisporroteos destinados a la tribuna, Martínez tiene un estilo muy diferente al de otros líderes frenteamplistas, a veces conciliador e incluso dispuesto a trabajar intrapartidariamente, algo que le ha valido críticas y le ha restado apoyos en su propia fuerza política, pero que no parece haber resonado mal entre sus votantes, a la luz de los ajustados resultados de la segunda vuelta.

Ahora tocan nuevos dolores y nuevos cuerpos para padecerlos. Como punta de lanza salió a luz el mismo achaque que en 2005 llevó a Vázquez a decidir que no habrían representantes de los partidos perdedores en organismos y empresas del Estado. La oposición, en particular los blancos que habían sido la segunda fuerza más votada, pusieron el grito en el cielo y hasta salió por ahí la frase “a nosotros no nos van a llevar con el poncho”. Ahora los nacionalistas ofrecieron 33 cargos, sin algunos en lugares estratégicos como Antel, el FA tironeó y hasta amenazó por lo bajo en no aceptar nada, aunque finalmente este viernes llegaron a un acuerdo por 34 y que se incluyeran la telefónica estatal y Colonización.

La escuela de sucesivos gobiernos ha dejado muchas enseñanzas e incluso profesores de los buenos. Pero muchos alumnos siguen siendo tercos y muy pocas veces toman la experiencia generada, los aciertos y errores cometidos por sus propios partidos o por los de la vereda de enfrente, para construir desde allí algo mejor. Este es el desafío de Lacalle Pou y su equipo. Y este también es el desafío del FA en su nuevo rol de opositor.

Hacer oposición es combinar la responsabilidad de pensar en lo mejor para el país –en el futuro del país que se quiere volver a gobernar– y la realidad política de cada día, que enfrenta en ocasiones de forma constructiva pero otra muchas con un solo fin: encrespar las aguas para capitalizar descontento y ganar las siguientes elecciones. Ningún partido que ya ha estado en el gobierno y tiene chances ciertas o esperanzas de volver a llegar ha manejado bien esa dualidad. Ahora le toca al FA. En la forma en que haga oposición se puede cimentar un eventual futuro triunfo. Pero sin dudas se cimentará el futuro de nosotros, todos los gobernados. A pensar en eso, por favor. Cinco años no son nada.

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