Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > Verano

¿Qué salió bien y qué salió mal en la Fiesta de la X?

Con aciertos y demoras, el evento regresó tras nueve años con su primera edición en La Paloma
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08 de enero de 2018 a las 05:00
El éxodo avanza por la avenida Solari. Algunos son veraneantes, familias o grupos de jóvenes amigos que buscan un lugar donde almorzar, tomar un helado o una cerveza en una tarde más de verano en La Paloma. De lejos se escucha una cumbia entrecortada. Es Márama, que prueba sonido en La Fiesta de La X.

Y entre el éxodo se nota que hay otros que llegaron el mismo sábado, o que tal vez se estaban quedando en el balneario pero no buscan un bar o una heladería. Llevan sus remeras con el logo de Once Tiros, con la cara del Indio Solari o la figura de Bob Marley estampada. Unos cuantos van con sus mochilas, otros con lo puesto, esperando en un cordón, en un banco o donde haya lugar hasta que se abran las puertas.

Después de una pausa de nueve años, y con la reactivación de la emisora X FM como prólogo, La Fiesta de la X presentó su nueva encarnación ante un público numeroso (sin ser multitudinario) y con un balance positivo de cara a próximas ediciones, más allá de que hubo aspectos del evento que funcionaron y otros que no.

Lo primero que funcionó fue la ubicación. El predio, ubicado en el final de la avenida Solari, a un costado del faro, estaba bien organizado. Permitía sectores y paisajes diferentes –desde una pista de skate hasta un sector de la playa– los sonidos de los dos escenarios no se mezclaban y sin ser un espacio gigantesco como el de ediciones pasadas, que abarcaba parques enteros, era un sitio amplio y con facilidad de movimiento.

Otro acierto fue la variedad de propuestas por fuera de los espectáculos musicales. Un sector de juegos que incluía ping-pong, futbolito, juegos de kermesse y un "twister" eran algunas de las opciones de entretenimiento. La ONG Karumbé, dedicada al rescate de tortugas marinas en la costa uruguaya, tenía una pequeña carpa en la que explicaba su misión y ofrecía merchandising, y para los que una vez caída la noche querían soportar el frío, una serie de fogones ubicados en la playa proporcionaban calor y un punto de encuentro.

La fiesta, como ya ocurría en sus ediciones anteriores, también tuvo lugar para otras manifestaciones artísticas. Un grupo de acróbatas y malabaristas convocó a unos cuantos integrantes del público con sus actividades, y sobre los fogones se veía bailar y desfilar a los modelos cuyos cuerpos habían sido pintados por artistas previamente, a la vista de toda la fiesta.

Más allá de los aciertos, hubo un par de promesas incumplidas en el menú del evento. Los juegos de playa no estaban a la vista, y ninguno de los integrantes de la organización consultados en la fiesta supo localizar el área cannábica presentada en el mapa y anunciada previamente. O dirigían al área de fumadores o a sectores donde había puestos de kebab, de hamburguesas o de bebidas, pero nada vinculado a la marihuana.

Voz y guitarras

Otro acierto de la organización: las bandas elegidas. Todos los shows lograron conexión con el público, lo hicieron saltar, hacer pogo, bailar o menear, fueron ajustados a nivel de sonido –más allá de que algunos grupos terminaron de probar sonido en escena– y hasta la continuidad lograda por el orden de los shows evitó que pasaran de un extremo sonoro al otro. Mientras que en el escenario Playa (el menor) comenzó una selección de bandas locales, la cosa viró luego hacia el reggae, pasó al rock y cerró con electrónica.

Por su parte, en el escenario principal el rock mandó en la primera parte, para luego derivar hacia géneros más bailables, como el rap de DosTresCinco o la cumbia electrónica de Miss Bolivia, la pop de Márama y la tradicional de La Imbailable.

Miss Bolivia, de hecho, cambió su lugar en la grilla con DosTresCinco, algo causado por uno de los grandes problemas de La Fiesta de La X: la demora en los horarios de los shows. El público fue demorado en la entrada hasta que comenzó Trotsky Vengarán, y eso hizo que la banda encargada de abrir el evento, la locataria El Bosque, solo pudiera tocar para miembros de otros grupos y miembros de la organización. Otros artistas rochenses como Nicolás Molina les dedicaron luego su actuación, y el vocalista fue invitado por La Triple Nelson.

Después de una pausa de nueve años, y con la reactivación de la emisora X FM como prólogo, La Fiesta de la X presentó su nueva encarnación ante un público numeroso (sin ser multitudinario) y con un balance positivo de cara a próximas ediciones, más allá de que hubo aspectos del evento que funcionaron y otros que no.

Pero todo acabó en una demora de hasta dos horas en el comienzo de los shows en comparación al horario estipulado en la grilla. Para el público no fue molestia, pero si ocasionó que bandas como Márama tocaran para un público menor, porque buena parte de la audiencia ya se había ido –tanto a dormir, agotada por la maratónica jornada que duró más de 14 horas en total– como a los boliches del balneario, como Barbas, que a pesar de la competencia tenía en la noche del sábado sus entradas agotadas.

Y es probable que algunos hicieran el doblete fiesta-boliche, porque tenían la edad suficiente para hacerlo. La ubicación del evento y propuestas que apuntaban a un público juvenil bajaron el promedio de edad de los integrantes de la audiencia, aunque en ella se encontraban personas de toda edad y apariencia, desde rockeros acérrimos con sus trapos colgados hasta parejas mayores que se quedaron hasta tarde.

Tan diverso era el público que hasta había algunos perros colados, que miraban con atención los escenarios y en el caso de uno en particular, desarrolló un extenso y ferviente enfrentamiento con un drone que registraba todo lo ocurrido en el escenario mayor. El animal lo perseguía, ladrando, haciendo que cualquiera que lo viera soltara la carcajada.

Terminal de refugiados

El éxodo avanza por la avenida Solari. Algunos vuelven a la casa o a la carpa después de tomar algo en los bares de esa zona. El sol sale desde atrás del faro y la gente se aleja. De lejos se escucha una cumbia entrecortada. Es Márama, que termina su show en La Fiesta de la X. Ya no quedan muchos, y serán menos los que verán a La Imbailable y al DJ argentino Meme Bouquet.

La avenida está sucia, al menos en la plazoleta frente a la entrada de la Fiesta. Un claro contraste con el predio del evento, donde por todas partes se veían duplas con bolsas negras de basura levantando hasta los papeles más pequeños. Los servicios fueron otros que funcionaron a la perfección, desde la limpieza hasta los puestos de hidratación, que por momentos se veían cargados.

Al final del éxodo, la terminal. Parece un campamento de refugiados: es el comentario que más se escucha. Miley Cyrus canta de fondo desde la pantalla de la cafetería. Un hombre se queja por teléfono de que cinco tipos lo agarraron y lo molieron a golpes. Todas las sillas están ocupadas por personsa dormidas. Algunos siguen pasando con cervezas en la mano. Otros duermen en el piso, aferrados a sus camperas o tapados con su bandera para aguantar el frío del amanecer que no suelta. Parejas abrazadas como consolándose, otros que hacen fuerza para no dormirse y perder el ómnibus que los llevará a La Pedrera, Valizas, Rocha o Montevideo. Se acabó la fiesta.

Tendrá cosas para mejorar si, como es el plan, continuará realizándose en distintos puntos de Uruguay a lo largo de los años. Pero como primera experiencia en esta nueva etapa, demostró potencial, shows de calidad y una propuesta interesante.

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