¿Qué tan buenos y sofisticados intelectualmente son los entrenadores de fútbol de las selecciones participantes en el
Mundial, esto es, cuánta es su capacidad analítica como para preparar con gran efectividad la logística previa al partido y luego hacer cambios durante el mismo, y a la misma vez impedir con variantes impuestas a la marcha que el rival gane poderío en cierto momento de los 90 minutos?
Un piloto de avión comercial durante una tormenta cruzando el océano tiene decenas de factores a considerar para que la nave atraviese el mal momento y llegue a destino intacta. Claro está, cuenta con radares y otra infinidad de dispositivos que lo ayudan en los momentos de mayor tensión. Los entrenadores carecen de una ayuda tecnológica similar, por lo que deben depender de sus conocimientos, de su intuición y de las sugerencias que les puedan dar sus colaboradores de campo. Y ahí viene la segunda pregunta; ¿se encuentran estos realmente capacitados al más riguroso nivel de competitividad como para ayudar al capitán y avisarle de que está llevando el barco directamente a chocar con el iceberg?
Las fallas de los entrenadores, consecuencia de la falta de conocimiento de los futbolistas rivales a la hora de planear los partidos y hacer cambios acordes a los cambios que hizo el rival durante el desarrollo de estos, han sido monumentales. Sampaoli demostró en el partido contra los croatas que es de sofisticación limitada, incapaz de leer los puntos fuertes y débiles del rival, algo que se veía a cada rato cuando dirigía al Sevilla.
Otro desastre fue el entrenador de Nigeria, cuyo desconocimiento de
Argentina fue insólito. Quedó claro que no sabía quién era Pavón. Cuando este entró, en vez de hacer modificaciones para neutralizarlo, siguió jugando igual, consecuencia de su total desconocimiento de los jugadores rivales. La ignorancia le costó el partido.
Pocos en verdad son los entrenadores que se salvan de la quema, pues una de las características de este mundial ha sido la gran cantidad de improvisados que tuvieron a su cargo selecciones nacionales, demostrando poca sagacidad y sentido crítico minucioso para analizar las vulnerabilidades del rival y convertirlas en sus armas de triunfo.