Una tarde de enero de 1982 mientras tomaba mate, Miguel Ángel Mato advirtió a su madre que estaban “desapareciendo compañeros” y le pidió que, si algo le sucedía a él, se tomara un ómnibus y se fuera lejos del país. Su madre, Brenda Fagián, le contestó con firmeza: “Soy vieja, si te agarran y te hacen cualquier cosa, yo no me voy a ir. Si me llegan a agarrar y me torturan delante de ti, no te preocupes porque yo ya viví mi vida”.
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