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11 de mayo 2023 - 15:44hs

En esta nueva entrega de En Suma te propongo hablar sobre la reducción de la jornada laboral, un tema que el PIT-CNT volvió a poner sobre la mesa el pasado 1º de Mayo. El gobierno dijo que no ocupa la agenda en este período, pero que está abierto a iniciar la conversación, mientras los empresarios entienden que no están hoy dadas las condiciones para implementarlo. ¿Qué están haciendo otros países en el mundo? ¿Cuál es el común denominador que comparten?

Lo nuevo quedó viejo. Updating.

El viernes 19 de noviembre de 1915 el Diario Oficial publicaba la ley 5.350 que fijaba en ocho horas el trabajo diario de los obreros en toda la República. Uruguay se colocaba a la vanguardia con una legislación coherente a los tiempos que vivía: el crecimiento de la actividad industrial y una modernización política y social con la impronta reformista del Estado de José Batlle y Ordoñez.

Esa ley, que también regulaba los descansos y multaba a las fábricas con $10 por obrero en caso de incumplimiento ($15 si eran reincidentes en la falta), fue el resultado de un proceso que llevó al menos una década. El primer proyecto, de 1905, planteaba una jornada de nueve horas; en 1906 y 1911 se sumaron propuestas que reducían la jornada a ocho horas, prohibían el trabajo a menores de 13 años y fijaban un día de descanso cada seis. Para entonces, el día de trabajo oscilaba entre las 12 y las 14 horas. Con el tiempo, la legislación tuvo actualizaciones.

Pasaron hoy más de 100 años de la primera normativa y el tópico se reedita en otro contexto global y otro escenario local, que demandan un aggiornamento de legislación que deberá atender reclamos de los trabajadores e inquietudes de los empleadores. Este camino está siendo transitado por varios países: Bélgica, Suecia, Reino Unido, España, Nueva Zelanda, Japón -y más cerca- Colombia, Chile, México y Argentina.

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Para el director regional de la OIT, Fabio Bertranou, la disminución de la jornada laboral es una discusión “oportuna y necesaria” en un marco “más general” sobre la organización del trabajo ante las evidentes transformaciones. Hay al menos dos elementos clave: el avance las tecnologías de la información, que simplifican procesos, y la pandemia por el Covid-19, que empujó y aceleró nuevas dinámicas laborales en un mundo globalizado.

“Han emergido nuevas realidades, por ejemplo: el teletrabajo, el trabajo por plataformas, una predominancia muy grande de empleos en el sector de los servicios y la coexistencia de sectores muy heterogéneos”, agregó desde Santiago de Chile en una videollamada.

Aquellas naciones que dieron espacio al tema comparten algunas características en sus procesos: el diálogo, la gradualidad y la medición. Coinciden en que las inquietudes de todos los interesados son legítimas, que los cambios no se pueden instrumentar de un día para el otro, y son conscientes de que en el camino habrá que hacer ajustes.

La experiencia internacional

Desde noviembre, en Bélgica es posible concentrar la semana laboral en cuatro días en lugar de cinco, o elegir un régimen variable para trabajar más horas una semana y menos la siguiente. La medida, promovida por la coalición de gobierno y aprobada en el Parlamento, es parte de una reforma laboral más amplia, que incluye la formación de los trabajadores, la desconexión laboral y horarios vespertinos para empresas con plataformas digitales, como Uber.

Con esta flexibilización, que busca promover un mayor equilibrio entre la vida familiar y laboral, las autoridades belgas quieren alcanzar un nivel de empleo del 80% entre los 20 y los 64 años para 2030, desde un 71,4%. La normativa otorga el derecho de elección al trabajador e indica al empleador que podrá oponerse justificando la negativa. En caso de existir acuerdo, la nueva modalidad tendrá una vigencia de seis meses. 

¿Cómo cayó la noticia? Los empresarios belgas se mostraron reticentes: un 25,7% consideró que el sistema es imposible de aplicar en sus compañías y un 52,2% respondió que rechazaría la petición porque sus empleados ocupan puestos que exigen presencia de cinco días, de acuerdo con un relevamiento de la consultora Securex, especializada en Recursos Humanos.

Al sindicato tampoco le cayó bien. Ni bien reglamentada, sus autoridades la calificaron de “inútil” y subrayaron que no hay una disminución real de la semana laboral, que debería ser de 32 horas en cuatro días y no de 40. Agregaron que la medida podría tener “efectos perversos” por sobrecargar las jornadas laborales de los trabajadores.

España pone en marcha por estas fechas un plan piloto de dos años para testear la semana laboral de cuatro días sin reducción salarial, que incluye subsidios para las empresas que se comprometan a implementarlo. El plan contemplará en una primera etapa a pymes del sector industrial que se postulen, con hasta 250 trabajadores y un volumen de negocio que no supere los 50 millones de euros por año.

El programa del Ministerio de Industria otorga libertad a las empresas para determinar si la reducción estará concentrada en un solo día a la semana o en el total de la semana, siendo menor la carga horaria de cada día de trabajo. Sí hay un mínimo exigido de trabajadores que deberá participar: en compañías con 20 empleados o menos, un 30% de la planilla, y en compañías de entre 21 y 249 empleados, un mínimo de 25%.

El gobierno español es claro en que uno de los componentes de la prueba será medir el nivel de productividad. Sobre este aspecto, pero a nivel de los países de la región, hablamos con Bertranou, para quien “la otra cara de la moneda” de la reducción de la jornada laboral “es justamente la productividad”.

Para el economista, evaluar la reducción de la jornada “permitiría abrir espacios para que trabajadores y empleadores puedan discutir dimensiones de las relaciones laborales vinculadas con la productividad”, un aspecto rezagado en algunos sectores, especialmente los que tienen dificultades para incorporar tecnologías.

“Los empresarios te van a decir legítimamente que esto te implica un mayor costo promedio por hora trabajada, ¿cómo compensar esto? La propuesta es a través de la reorganización de los ciclos productivos y del trabajo, mejorando la productividad y (así) compensar ese costo horario que tendría la reducción de la jornada”, resumió el director regional de la OIT.

Pero mientras en Europa la semana laboral ronda las 40 horas -con Francia que tiene el mínimo de 35- en América Latina estamos más cerca de las 48 horas. Chile es uno de los que más ha avanzado y se convirtió en abril en el país de la región -junto a Ecuador y Venezuela- con la menor carga laboral semanal tras aprobar su reducción de 45 a 40 horas, con posibilidad de trabajar 4 días a la semana y descansar tres.

La iniciativa golpeó por primera vez a la puerta del Parlamento en 2017 y, tras una serie de modificaciones, fue aprobada seis años más tarde, con el 73% de los chilenos a favor de la propuesta, según una encuesta de Pulso Ciudadano publicada en marzo.

El gradualismo será clave en su implementación, que prevé un lapso de cinco años para su aplicación total: al año se reducirá a 44 horas, a los tres años bajará a 42 horas y a los cinco años llegará a las 40 horas. La ley también contempla excepciones para sectores como el transporte y la minería, con un máximo de 52 horas semanales.

Previo a su aplicación, unas 500 empresas accedieron a hacer la prueba y reducir la carga laboral. Estas compañías recibieron el sello “40 horas” del Ministerio de Trabajo chileno. Y aunque Bertranou reconoce que probablemente sea más fáciles para las empresas de gran porte implementar estos cambios, recordó que especialmente se sumaron pequeñas y medianas compañías para la experiencia.  

Las empresas fueron pieza fundamental también en otras partes del mundo. Por ejemplo en Nueva Zelanda, donde Unilever en 2021 y más temprano Perpetual Guardian, en 2018, dieron el puntapié inicial para reducir a cuatro días la semana laboral, una medida que motivó a la entonces primera ministra Jacinda Ardern para buscar implementarlo a nivel nacional. ¿Otro ejemplo? Microsoft en Japón redujo la jornada a cuatro días por semana y, en consecuencia, la productividad de sus trabajadores aumentó hasta un 40%, mientras redujo gastos en electricidad, tinta y papel.    

Por su parte, Colombia comenzará a reducir el horario de trabajo semanal sin afectar el salario a partir del próximo 15 de julio, llevándolo primero de 48 a 47 horas, pasando a 46 horas a mediados de 2024, para finalmente alcanzar las 42 horas de trabajo semanal. La legislación, que se aprobó tras dos años de discusión y aún recibe cuestionamientos, también regula el trabajo nocturno y las multas por despidos injustificados.

Una mesa de tres patas

El ámbito tripartito es clave para avanzar. La discusión tarde o temprano deberá darse porque el tema se cuela en la realidad. Uruguay, dijo Bertanau, cuenta con los Consejos de Salarios, que pueden cumplir esa función, especialmente en un escenario tan heterogéneo en sectores.

A modo de ejemplo, hoy en Uruguay rigen las 48 horas semanales para la Industria y 44 horas para el Comercio, mientras que la Construcción tiene nueve horas y media de lunes a viernes y la Salud seis horas diarias, según el Ministerio de Trabajo.

Un marco jurídico general, que establezca una jornada laboral estándar más reducida sea quizás el punto de partida para empezar a zurcir el traje a medida que requiera cada sector; con trabajadores, empresas y gobierno sentados a la mesa entablando una conversación franca que incluya los reclamos e inquietudes de todas las partes: horario, condiciones laborales, salario y productividad, como mínimo. El camino no estará exento de desafíos, pero se impone aunque hoy no ocupe la agenda.

Nos reencontramos en 15 días para darle un giro al tema y hablar sobre la automatización del empleo y su impacto en el mercado laboral. Escribime con tus ideas porque me gustaría sumar tus aportes. Espero tu mensaje.

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