Cetraro termina de cambiarse y Klüver busca los remos
Klüver baja con los remos
Osvaldo Borchi
Klüver rumbo a la planchada
El doble par uruguayo con el bote al agua
Klüver y Cetraro entran al agua
En pleno entrenamiento en el lago Calcagno
Borchi está en cada detalle
En pleno entrenamiento en el lago Calcagno
Bruno Cetraro y Felipe Klüver con los sueños de un diploma olímpico a cueestas
Cetraro, Borchi y Klüver
Klüver y Cetraro

Polideportivo > CAMINO A TOKIO 2020

La vida en el lago: Cetraro, Klüver y Borchi, héroes anónimos de una historia de amor por el remo que vale por sí misma

Hace poco más de un año empezaron a recorrer el camino juntos e hicieron de todo para alcanzar el diploma olímpico en los Juegos Olímpicos
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09 de mayo de 2021 a las 05:02

Son las 8 de la mañana del jueves. La ciudad despierta. A un costado del cemento, a orillas del lago Calcagno, tres anónimos soñadores van otra vez a hacer lo mismo que el día anterior, el anterior, el anterior... Un container que mantiene sus características originales, elevado sobre unos pilares -al que ingresan después de dar un salto en la inmensa doble puerta frontal-, hace las veces de vestuario y de depósito.

Cetraro termina de cambiarse y Klüver busca los remos

Bruno y Felipe se cambian. Felipe baja con los cuatro remos y se encamina hacia el primer muelle.

Klüver baja con los remos

Bruno se termina de aprontar y baja a la arena.

Klüver rumbo a la planchada

Osvaldo repasa el celular. Toma notas y se encamina unos metros más adelante, a la segunda planchada. Pone en marcha el motor de la lancha. Lo deja calentando. Vuelve. No tiene que decir nada. Los remeros saben que ya es hora de salir al agua. Se conocen de memoria. Cargan el bote sobre sus hombros, y lo llevan al lago.

El doble par uruguayo con el bote al agua

Como en un movimiento de piezas perfectamente aceitadas, queda casi todo listo, y solo habían pasado ocho minutos. El entrenador le pregunta al fotógrafo, en tono de broma, para romper el hielo frente a la intimidante precariedad de la lancha (para quienes suben por primera vez) que los llevará lago adentro, si saben nadar. Las miradas se cruzan. La sonrisa domina la escena.

Del otro lado. En la otra planchada. Felipe se va a subir al bote y patina.

Borchi está en cada detalle

Osvaldo no duda un instante. Le pega un grito de esos que asustan a los pájaros, los únicos testigos en el Calcagno. “¡Cuidado, cuidado con esas piernas!”. En poco más de 70 días estarán defendiendo el trabajo de un año de entrenamiento sin pausas, de sacrificios sin  límites y de dolores musculares que solo ellos conocen, cuando bajen al agua de los Juegos Olímpicos de Tokio.

Felipe baja la cabeza y tímidamente se ríe, mira a Bruno, al periodista y apunta: “Siempre me pasa lo mismo”. Y aprovecha a contar una anécdota en la que una vez, en una acrobacia saltó más de un metro y medio, dice, en una pierna desde el bote al muelle, para no caer al agua. Terminó en la planchada, pero después tuvo que ir al agua porque en el impulso el bote se le fue en el lago y lo tuvo que traer a nado.

El doble par peso ligero de Uruguay, que el 24 de julio debutará en los JJOO de Tokio en una competencia que compartirá con las 24 mejores duplas del planeta, arranca otra sesión de entrenamientos.

Cetraro, Borchi y Klüver

Desde 2008, la vida de Bruno Cetraro (23 años) tuvo un giro el día que su padre, que buscaba un deporte para que continuara haciendo actividad y descargara energía, descubrió el remo cuando en Beijing 2008 vio correr a Collazo-García. En Montevideo Rowing descubrió el primer amor de su vida, el remo. Desde entonces ganó todo lo que corrió y es oro a nivel panamericano.

"Me enamoré del remo. Descubrí un mundo aparte, ese de salir al agua, estar solo en el medio de la nada. Se transforma en un momento de reflexión en el que podés llegar con tus problemas, alegrías y repasar todo eso. Cuando empecé a entrenar lo hacíamos en la bahía de Montevideo y veía el atardecer desde el agua con su encanto propio, y ver la ciudad desde el mar es algo que te enamora", explica quien es imagenólogo, tras completar el internado este año.

Desde 2015, la vida de Felipe Klüver (20 años), también tomó otro giro cuando acompañó a un amigo a la escuelita de remo de Remeros de Mercedes, su ciudad natal, y terminó junto a su amigo, remando y descubriendo su pasión por el deporte.

“Al principio iba a jugar, a divertirme, a dar una vuelta en el río. Tenía 15 años. Después empezaron las competencias entre los compañeros de la escuelita, donde cada vez fuimos más competitivos entre nosotros. Luego vinieron las regatas, las competencias en el circuito nacional, y así fui avanzando hasta llegar a este camino hacia los Juegos Olímpicos”, rememora el mercedario, quien ahora tiene 20. “En el remo encontré un lugar para divertirme, y luego me atrapó tanto este deporte que en un momento me generó una adicción”, revela.

Osvaldo Borchi

La de Osvaldo Borchi (67 años), es tan larga que hay que remontarse a 1968, cuando empezó a remar en Buenos Aires. Después estuvo en ocho Juegos Olímpicos como entrenador (el primero en Los Ángeles 1984 y solo faltó a Sídney 2000, porque arregló un contrato como entrenador de remo con salario de fútbol en Flamengo) y el noveno, en Tokio 2020, lo colocan en un pedestal deportivo. En este mes de mayo cumple seis años al frente de un ambicioso proyecto en el remo uruguayo, en su segunda etapa en la federación. En la primera en 2003, refundó la selección de remo y desde 2004 Uruguay fue a todos los Juegos.

El punto de encuentro

Esta historia que los tres empezaron a recorrer desde lugares diferentes, en febrero de 2020 los encontró en el mismo punto, en ese ambicioso proyecto que la Federación Uruguaya de Remo que preside Fernando Ucha lleva adelante con singular éxito.

Uruguay tenía que armar su selección para el preolímpico que se iba a correr un mes después y que definiría los representantes de América para los Juegos Olímpicos.

Osvaldo hizo evaluaciones en los singles entre cuatro pesos ligeros.

Fue casi como un trabajo de ingeniería. Remoergometrías de 2.000 metros, 150 m, 2.000 m, 6.000 m y 15.000 m. Dos días de pruebas. Armó el ranking, fue rotando a los cuatro remeros en parejas. Sí, es un trabajo de ingeniería humana. Todos reman con todos en combinaciones de a dos. Después de las pruebas, la mejor pareja fue la de Cetraro-Klüver. Los eligió por tiempo, pero también le puso su ojo, ese que afinó durante décadas seleccionando remeros. Así nació el doble par que representará a Uruguay en Tokio y que irá por el diploma olímpico que le otorgan a los ocho primeros.

En pleno entrenamiento en el lago Calcagno

El resto del recorrido desde aquel día cero fue trabajo en silencio y cargado de sacrificios. De aprendizajes. De entrenar el sufrimiento para llegar.

Borchi lo explica con sabiduría. “Lo más difícil en el remo es encontrar gente que no busque comodidad en el entrenamiento, que no evada el dolor, porque si lo evadís en el entrenamiento lo evadís en la competencia. En el remo hay que sufrir con alegría, con placer. Es un dolor con placer. Sabés que te está doliendo y lo estás disfrutando. Esto es día a día. Y acá, en cada entrenamientos están buscando un lugar entre los ocho, o los 10 mejores del mundo, hoy. ¡Sí, hoy, no el día de la competencia!”.

Las primeras semanas del doble par uruguayo estuvo cargado de incertidumbre.

Primero se suspendió el preolímpico de Río, en marzo del año pasado. Después los Juegos Olímpicos. Lejos de frenar el impulso, encontraron motivaciones para avanzar porque paralelamente siguieron trabajando en el encierro del aislamiento por la pandemia de covid-19.

Entonces ocurrieron situaciones que no suelen ser comunes pero que le dan forma a los acontecimientos históricos.

Felipe se mudó a la casa de Borchi. Sí. Tal como se lee. “Lo adopté como un hijo más”, dice el entrenador con el sentimiento paternal a flor de piel. Hace un año que el juvenil remero vive en la casa del entrenador. La esposa de Osvaldo, también entrenadora, en estos días está en México entrenando a la selección de ese país, y Felipe se instaló en la casa de su técnico, quien recibe un intensivo de remo a diario y lo acompaña en su crecimiento integral.

La cuarentena fue para Bruno y Felipe la mejor preparación que podían tener. Montevideo Rowing les dio remorgómetros y pesas. Cada uno entrenó como si estuvieran en el lago, aunque pasaron semanas entre cuatro paredes. A través de videollamadas compartían entrenamientos.

“La recompensa es el camino recorrido. Disfruté cada entrenamiento, el dolor en las piernas, el agotamiento de cada jornada, el sufrimiento en el agua, el gimnasio, los gritos de Osvaldo” (Bruno Cetraro)

“Hicimos muchas pesas y ergómetro. Todo el entrenamiento en el agua lo trasladamos al remoergómetro. Mejoramos las marcas. Cuando terminó el encierro, volvimos al agua. La preparación siguió evolucionando. Llegamos a Río, y seguimos mejorando. En la semana en Río (marzo 2021), en el preolímpico, el bote hizo un clic. Fue espectacular. Técnicamente el bote mejoró muchísimo. La regata la ganó en las últimas remadas por un aspecto físico y un aspecto técnico. Ahora seguimos por ese rumbo”, resume un año de sacrificio, esfuerzo y dolor.

Un año que también tuvo recompensas. En marzo, Cetraro-Klüver lograron una histórica clasificación en la pista de Río al ganarle a Brasil y Chile en la línea final. El relato del periodista brasileño que se hizo viral en las redes, se escucha como hazaña. Lo fue.

Al escuchar la definición de la prueba las emociones trepan a niveles de piel erizada y lágrimas en los ojos.

“Estos chicos tienen una gran humildad, un factor muy importante, y después tienen mucha hambre, pasión por lo que hacen, se entregan 100%, son nobles y tienen cabeza de profesionales, aunque no reciban dinero”, explica Borchi.

El doble par ligero exige un equilibrio que es muy difícil de conseguir y que el entrenador busca con Cetraro-Klüver. Tienen que promediar 70 kilos, complementarse en sus características y ser muy solidarios en el esfuerzo. 

En pleno entrenamiento en el lago Calcagno

¿Qué tiene Cetraro? ¿Qué suma Klüver? “Felipe tiene la técnica, la habilidad, la destreza para llevar el bote, para ser el patrón del bote desde la popa. Bruno es una bomba, es explosión. Es un pistón que no deja nunca de estar al 100%. Se combinan los dos factores. Ninguno se parece. Lo más importante acá es que uno más uno es uno, no es dos como en la matemática tradicional. Lo más importante es que se complementa la potencia de Bruno, y la destreza de Felipe”. 

“Los Juegos Olímpicos son la gloria, llegar a lo más alto. Son muy poquitos los que a lo largo de la historia pueden llegar. Es un evento cada cuatro años donde están los mejores de cada deporte y para lo que hay que trabajar mucho para llegar. Hacer realidad el sueño de clasificar tiene un sabor especial. Y hoy estamos en los Juegos, y tenemos que seguir soñando, así como soñamos con la clasificación, ahora hay que soñar con una medalla olímpica, que quizás no puede ser ahora, pero tal vez en París 2024. Hay que apostar largo para trabajar duro y hay que soñar” (Bruno Cetraro)

La tradición del remo, que con cuatro medallas de las 10 que Uruguay consiguió en la historia de los Juegos Olímpicos, le pone a los jóvenes remeros una responsabilidad extra. Saben que el podio está lejos, pero alimentan el sueño de llegar a culminar entre los ocho mejores.

Están listos. El lunes a la hora 1 vuelan a México para completar la preparación en la altura, de allí el 12 de junio a España y el 15 de julio a Tokio, en el viaje más largo que un deportista uruguayo pueda hacer hacia los JJOO, pero el más emocionante que estos anónimos amantes del remo buscan recorrer para acercarse al sueño de volver con un diploma olímpico. Si lo consiguen, casi como en una película en reversa a la velocidad máxima repasarán cada una de todas estas historias que recorrieron desde el día cero de febrero 2020. Si no lo logran, tendrán la recompensa de haberlo intentado y de ir por la revancha para París 2024, porque en definitiva, ellos lo saben, de eso se trata esto de competir por amor al deporte, en una disciplina que la madurez la consiguen después de los 30 años y luego de años de entrenamientos (ellos se juntaron hace 14 meses y fue suficiente para ganar el preolímpico), de salir a remar y ganarle al dolor y de buscar la recompensa en el valor del esfuerzo. Porque su verdadero premio es tan silencioso como cada entrenamiento, en la soledad del lago Calcagno, el camino recorrido para alcanzar los sueños.

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