La noche uruguaya en The Battle of the River Plate
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > DEL CINE A LOS LIBROS

Conozca la selva uruguaya: así es cómo ven al país en las ficciones extranjeras

En la música, el cine, la literatura y hasta el cómic, los extranjeros han retratado a Uruguay de todas las formas posibles: desde las más acertadas hasta las más disparatadas
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30 de abril de 2022 a las 05:03

El uruguayo es muy de enojarse cuando el extranjero no reconoce el país. O no sabe ubicarlo en el mapa, o solo reconoce a algún futbolista, o lo confunde con Paraguay, o genera esa conversación, ese breve intercambio que lleva al oriental a echar humo por las orejas. “¿Argentino?”, le preguntan, y responde, caliente: “No, uruguayo”.

Como un país en la periferia de la periferia del mundo, no es demasiado habitual que la República Oriental del Uruguay sea objeto y escenario de creaciones artísticas extranjeras. Pero que las hay, las hay.

Esta semana, sin ir más lejos, visitó la ciudad el cantante británico Damon Albarn, que a fines del 2021 estrenó una canción dedicada a un ícono montevideano, el Palacio Salvo, llamada The Tower of Montevideo. Al mismo tiempo, hay una película en posproducción que cuenta una historia de amor que se desarrolla tanto en la capital como en la costa de Rocha basada en una novela escrita por un argentino, y hay apariciones uruguayas en cómics estadounidenses –donde no suele salir muy bien parada o, mejor dicho, donde no queda en pie–, en películas serbias o en relatos franceses.

No es común, pero Uruguay tiene ocasionales apariciones en creaciones artísticas hechas por extranjeros. Algunos porque han visitado el país y han quedado encantados, sorprendidos o asombrados por alguna de sus cualidades; otros jamás pisaron esta zona del mundo y ni siquiera se tomaron la molestia de abrir una enciclopedia o googlear antes de ambientar su historia en la penillanura suavemente ondulada.

Este es un repaso por algunas de esas creaciones, que abarcan casi toda la existencia del país como territorio independiente, con autores de diversas procedencias y retratos tan disímiles como llamativos. Seguramente haya ausencias, aunque cabe aclarar que para entrar en esta selección era necesario que el país apareciera en la narrativa, y quedan por fuera del listado las meras menciones (o sea que no espere ver aquí el “U R Gay” de Homero Simpson o el ficticio amistoso entre la selección uruguaya y su equivalente de Chad en Como perros y gatos).

En la literatura

Uruguay llevaba apenas 20 años como nación independiente cuando el francés Alexandre Dumas publicó Montevideo o la Nueva Troya, un relato ficcionalizado –y que toma posturas muy claras– del proceso de independencia y de la Guerra Grande que enfrentó a los colorados de Rivera con los blancos de Oribe, con cada bando aliado a diferentes grupos extranjeros que también participaron del conflicto.

Francia se sumó a la guerra apoyando a los colorados, por lo que para Dumas la situación no era del todo ajena, aunque el escritor, que para cuando salió este libro ya había publicado Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo, jamás pisó las orillas del Río de la Plata. La Nueva Troya está basado en relatos del colorado Melchor Pacheco y Obes, lo que ayuda a que en la novela los blancos aparezcan como unos rebeldes salvajes que buscan tomar la capital, un bastión de civilización y luz.

Otros personajes históricos, como Giuseppe Garibaldi y Juan Manuel de Rosas, también figuran en la novela, al igual que José Artigas, que todavía estaba lejos de ser considerado un héroe nacional. Como era más común en ese momento, Dumas lo presenta como un forajido.

Sobre ese mismo conflicto versa La tierra purpúrea, del escritor anglo-argentino William Henry Hudson (o Guillermo Enrique, como se lo conocía en este barrio). El conflicto entre blancos y colorados es contado desde la perspectiva del británico Richard Lamb, que llega a Montevideo para instalarse con su esposa. Con el trasfondo del conflicto, Lamb sale a recorrer la Banda Oriental en busca de trabajo, protagonizando diversas aventuras y peripecias en el camino, incluyendo su participación en la propia Guerra Grande.

Publicado en 1885 como The purple land that England lost, Hudson sí visitó el por entonces joven Uruguay y de esa recorrida tomó elementos que luego usaría en su texto, el que contaba a Jorge Luis Borges entre sus grandes fanáticos.

El autor argentino también escribió sobre Uruguay y su pueblo en su Milonga para los orientales, en la que menciona referencias geográficas –el Cerro de Montevideo, el Paso Molino, la Cuchilla de Haedo, Paysandú–, figuras históricas –como Artigas–, las playas, los campos, los gauchos y los ombúes, en un llamado de unidad y hermandad entre ambos países con aires gauchescos. Cierra diciendo “Milonga para que el tiempo / vaya borrando fronteras; / por algo tienen los mismos / colores las dos banderas".

De la página a la pantalla

El rodaje de La Uruguaya

A lo largo de la historia también se han publicado otros textos que tienen a Uruguay como escenario, pero que además fueron adaptados al cine. El caso más reciente es el de la novela La uruguaya, del argentino Pedro Mairal, que el escritor Hernán Casciari adaptó al cine en un proyecto financiado de forma colectiva, y en el que todas las decisiones de producción fueron tomadas en comité por quienes colaboraron en la colecta.

La película se filmó en 2021 y actualmente está en etapa de posproducción. La uruguaya es la historia de un argentino cuarentón que viene a Montevideo y se reencuentra con una mujer más joven a la que conoció en un encuentro de escritores. La novela de Mairal fue un éxito de ventas en varios países (incluido el que retrata), en una historia que tiene el tradicional foco de los argentinos en su vecino esteño, esa mirada algo paternalista y cautivada por la apacibilidad y la escala reducida uruguaya.

Más atrás en el tiempo aparece The city of your final destination, una novela del estadounidense Peter Cameron que en 2009 fue llevada a la pantalla grande por James Ivory, director, guionista y productor de largo recorrido en su último rol como director.

Con Jorge Drexler como el encargado de su banda sonora, protagonizada por un elenco lleno de nombres ilustres, encabezado por Anthony Hopkins y que también contaba con Charlotte Gainsbourg, Laura Linney, el japonés Hiroyuki Sanada y la argentina Norma Aleandro, la película, al igual que el libro en el que se basa, cuenta la historia de un académico estadounidense que viaja a Uruguay para intentar convencer a los herederos de un escritor poco conocido para que le permitan escribir su biografía oficial.

La mayor parte de la historia transcurre en Ocho Ríos. Si la localidad no le suena es porque no existe. De todas formas, el retrato del país no parece demasiado lejano a la realidad, si bien algo pintoresco por demás: paisanos que arrean ganado, autos antiguos recorriendo carreteras rurales y (ojo al detalle que no es menor) niños de túnica y moña aparecen en esta adaptación, que sin embargo fue filmada en su mayoría en Argentina, y que pasó sin demasiada pena ni demasiada gloria. Lo que sí motivó fueron algunas denuncias de Hopkins y otros miembros del elenco, que reclamaron por la falta de pago de sus honorarios profesionales, en el marco de una producción complicada en lo económico que jugó al borde con su presupuesto.

Fútbol, dictadura y guerra

Como pasó con la literatura en el siglo XIX, varios hechos históricos que tuvieron a Uruguay como escenario voluntario o involuntario de los sucesos fueron luego contados desde la ficción, que retrataron al país de forma más o menos certera.

Aunque Uruguay recién se alineó al bando aliado en los descuentos de la segunda guerra mundial, sus costas fueron el lugar donde se peleó una de las batallas marítimas del conflicto: la del Río de la Plata. El enfrentamiento entre el acorazado alemán Graf Spee (que terminaría hundido) y los buques británicos Ajax, Achilles y Exeter en aguas uruguayas sería retratado en una película que se llama, justamente, The Battle of the River Plate, hecha en el Reino Unido y estrenada en 1956.

En una pausa del duelo marítimo, los barcos recalan en Montevideo: los alemanes para reparar su nave y los británicos para presionar al gobierno uruguayo a fin de que impida que sus enemigos se vayan del puerto antes de tiempo, con la intención de permitir que puedan llegar refuerzos.

Mientras que en el filme hay algunos planos de la ciudad tomados desde la costa, y hay un montaje de carteles de neón del centro montevideano que son genuinos, los marinos recalan luego en el bar de Manolo, una suerte de bailanta playera hecha de cañas y decorada con palmeras, poblada por una banda cuyos integrantes parecen músicos de flamenco y tocan maracas.

Más allá del acierto de un cuadro de Artigas en el despacho del ministro de Defensa, una escena posterior muestra una Montevideo con una iglesia medio gótica sobre un cerro, y gauchos con sus tropillas de vacas pastando al lado del puerto. Parte de eso se explica porque fue Malta la que encarnó a Montevideo en esta ficción, aunque también se filmaron algunas escenas en la capital uruguaya con extras locales.

Considerada como una de las mejores películas del cineasta griego Costa-Gavras, Estado de sitio relata una versión ficcionalizada del secuestro y asesinato del agente estadounidense Dan Mitrione, enviado a Uruguay para entrenar a la policía en el marco del enfrentamiento con la milicia tupamara. En la película, Mitrione se convierte en Philip Michael Santore, en un relato que también muestra la violencia imperante en los comienzos de la década de 1970 y la influencia estadounidense en la región.

Debido a la temática que trata, la película, estrenada en 1972, no pudo ser filmada en Uruguay. La producción estuvo centrada en Chile, en Santiago, Valparaíso y Viña del Mar.

En 2014, la FIFA se mandó a hacer una película. Contrató a Gerard Depardieu para que interpretara a Jules Rimet, a Sam Neill para hacer de João Havelange y a Tim Roth para ponerse en la piel de Joseph Blatter. Se estrenó en medio del escándalo de corrupción más grande de la historia del organismo, y recaudó US$ 168.000, que palidecieron ante el presupuesto de US$ 32 millones.

Como parte de la película, que se llama United Passions, se cuenta la historia de la organización rectora del fútbol mundial, aparece lógicamente la realización de la primera Copa del Mundo en Montevideo, aunque la presencia del país es más bien escueta. Hay un par de escenas sobre la construcción del Estadio Centenario, y poco más. Luego también se retrata el Maracanazo, pero ahí ya hablamos de hazaña en cancha ajena.

El Mundial de 1930 también inspiró otras dos películas, que cuentan la clasificación y la participación de la selección de Yugoslavia, semifinalista del torneo, en ese campeonato inaugural.

Por un lado, Montevideo, bog te video! (Montevideo, dios te bendiga), de 2010 y la primera de estas dos producciones serbias –la selección que disputó ese torneo estaba compuesta integralmente por jugadores de esa procedencia, de ahí el orgullo nacionalista subyacente en toda la historia en detrimento de las otras naciones que componían Yugoslavia–, se enfoca en la clasificación y el armado del equipo; la segunda, que lleva por título Montevideo, vidimo se! (Nos vemos, Montevideo), se estrenó en 2014 y muestra el torneo en sí.

Un Palacio Salvo que se ve de todos lados, playas tropicales, un Hospital de Clínicas adelantado 23 años, y un aire español para los habitantes de la ciudad marcan esta versión del país, que fue reemplazado por Tenerife durante el rodaje.

Más cine

Curt Goetz fue un director y actor suizo-alemán, autor de diversas obras repletas de humor y entretenimiento. Una de ellas tuvo dos adaptaciones al cine, y uno de los escenarios principales de esa obra es la mismísima Montevideo. Es más, está ahí en el título: Das Haus in Montevideo (La casa en Montevideo).

La obra se estrenó en 1945 y la primera película llegó poco después, en 1951, con Goetz ocupando la silla de director también en ese caso, así como el rol protagónico, el de un hombre veterano que descubre que su hermana, desaparecida durante años luego de que sus parientes la repudiaran por tener un hijo antes de casarse, se estableció en Uruguay, donde se convirtió en una exitosa cantante de ópera. Así que acá viaja este hombre, acompañado de una de sus hijas, con el fin de resolver la cuantiosa herencia. Siguen enredos, comedia y chistes picarescos. Mientras que esta versión fue filmada en Montevideo, la segunda adaptación de la obra, también de origen alemán y estrenada en 1963, resolvió todo con trabajo de estudio.

Las que no resolvieron con sets fueron las películas El faro del sur (española-argentina), XXY (argentina) y Les routes en février (canadiense).

La primera, del argentino Eduardo Mignogna y estrenada en 1998, se filmó en buena parte en el país, donde transcurre la mayoría de su trama: dos hermanas –la más pequeña, interpretada por la futura Floricienta Florencia Bertotti en su versión adolescente y también la futura "cobra que se cobra todo lo que hiciste, bebé", Jimena Barón, en su infancia–  que pierden a sus padres en un accidente de tránsito. Ambas vienen al campo uruguayo a vivir con sus tías y crecen juntas en un nuevo universo. En el elenco también están Norma Aleandro, Ricardo Darín y hasta un joven Mariano Martínez, en un retrato bastante certero del margen oriental del Río de la Plata.

Darín se quedó en la costa uruguaya para XXY, la película de 2007 de Lucía Puenzo que trata sobre un adolescente intersexual que vive en relativo aislamiento junto a sus padres en la costa uruguaya, una existencia que se ve sacudida con la visita de una familia amiga desde Argentina. Aquí la locación no importa tanto, aunque la película (que está en Netflix) vale la pena.

La canadiense Katherine Jerkovic apeló a su propia historia familiar y a su crianza para su ópera prima, Las rutas en febrero, que trata sobre una joven canadiense que viaja a visitar a su abuela, que vive en un pueblo uruguayo. Aquí el retrato es acertado y completamente verosímil porque la directora sabe de lo que habla: su madre es uruguaya y pasó buena parte de su crianza en este país.

El que no es acertado –al punto que si hubiera salido unos años después habría provocado un escándalo mayúsculo en las redes sociales, y aún a pesar de eso se ha convertido casi en un chiste todavía recordado– es el retrato uruguayo que ideó la película Submerged, un filme de acción berreta protagonizado por Steven Seagal, estrenado directamente en DVD en 2005.

Seagal encarna a un mercenario contratado por el gobierno estadounidense para detener a un grupo terrorista uruguayo que amenaza a la potencia del norte. Y Seagal se viene al sur a un Uruguay pintado como república bananera que incluye selvas, mercados callejeros de pescado, carteles gigantes que dicen “Viva el presidente”, ruinas mayas y demás inexactitudes que motivaron una reacción del gobierno de Tabaré Vázquez, aunque la producción no se hizo mucho drama. Y la trama es una maravilla: hay submarinos y dispositivos de control mental. Imperdible.

Uruguay en cuadritos

Algún uruguayo le debe haber hecho algo malo a los responsables del cómic DC One Million y Ultimate Fallout, porque se la agarraron con el país.

El primero pertenece, como su título indica, al universo DC (el que incluye a Superman, Batman, la Mujer Maravilla y Flash, por ejemplo) y fue publicado en 1998. En él, un villano lanza cuatro dispositivos nucleares a otras tantas ciudades del mundo, pero uno de ellos se desvía al ser atacado por un virus informático y termina reventando sobre Montevideo. El resultado: más de un millón de muertos.

Montevideo destruida en los cómics

En ese cómic Uruguay se la lleva sin comerla ni beberla, pero no pasa lo mismo en Ultimate Fallout, que es parte del mundo Marvel –en realidad de un universo alternativo al principal, pero no hace falta ponerse a explicar cómo funcionan los cómics– y en el que Uruguay está en guerra con Argentina (quizá en este universo el conflicto de las papeleras sí escaló). Unos villanos manijean a nuestros vecinos y desde el otro lado del río tiran una bomba nuclear sobre Montevideo. Resultado: 300.000 muertos.

Mientras que en esos dos cómics la ciudad aparece en ruinas, en el número 6 de Savage Avengers, la Plaza Independencia se convierte en el escenario de una pelea entre el Hombre Araña, Punisher, Doctor Strange y otros héroes y unas criaturas malignas invocadas por la villana Enchantress. Al menos ahí la ciudad sigue en pie.

Marvel también apeló a Montevideo para una de sus historias

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