El añejo cine en Piedras Blancas que complica al Partido Colorado

El antiguo cine barrial, al igual que la sede partidaria en el Centro montevideano, continúa a nombre de un hombre muerto: César Batlle Pacheco, titular de la propiedad desde 1941. Y por más que nunca haya regularizado los papeles, la colectividad de Fructuoso Rivera recibe religiosamente cada cuatro meses los importes por contribución inmobiliaria de la Intendencia de Montevideo (IM), que en la última factura acumulaba una deuda de $5.987.421.

Pero a diferencia de la Casa del Partido Colorado sobre Martínez Trueba, el cine Piedras Blancas no está contemplado en la exoneración que la intendenta Carolina Cosse prometió conceder al secretario general Julio María Sanguinetti, según contó el exmandatario a El Observador. Consultado al respecto, el abogado de la fuerza política y edil en Montevideo, Tulio Tartaglia, explicó que buscarán arreglar un convenio de pago con la intendencia. 

Mientras tanto, los colorados pretenden iniciar el juicio de prescripción adquisitiva que les permita volver a poner en nombre del partido al antiguo cine. Sin embargo, los enredos en torno al inmueble de la periferia están muy lejos de quedar zanjados. Desde hace más de 15 años hay una familia ocupando la propiedad, con tres generaciones y niños chicos entre ellos. 

La situación es compleja para las dos partes: de un lado, varias vidas que dependen de ese techo y hoy ya tienen toda una historia construida en el lugar; del otro, el anhelo por revitalizar uno de sus pocos bastiones en la periferia. La toma de posesión del viejo cine está incluso contemplada en el plan quinquenal del Comité Ejecutivo Departamental, aunque su concreción no parece viable para 2024. 

“Ojalá que se pueda resolver. No es un tema sencillo”, opinó el referente del CED, el diputado Felipe Schipani. En caso de volver a la órbita del Partido Colorado, el plan es reconstituir los viejos clubes locales en barrios de Montevideo.

Desde la fuerza política, sin embargo, descartan tomar medidas en torno a la propiedad. “Tenemos gratitud con las personas que han estado ahí por custodiar el patrimonio del partido. Lejos de considerarlos ocupantes precarios, los consideramos militantes del partido”, dijo Tartaglia, abogado a cargo de las tratativas por el predio. “Están viviendo ahí y hay que ver cómo se arregla su situación, pero son militantes que le hacen un servicio al partido. Estamos bien lejos de cualquier tipo de denuncia”, aclaró.

Nudo gordiano

Del otro lado del portón han visto pasar a los principales dirigentes del Partido Colorado en los últimos tiempos, desde el expresidente Sanguinetti hasta Pedro Bordaberry en tiempos de campaña electoral. Tampoco faltó Ernesto Talvi, cuyo nombre continúa impreso, aunque ya deslucido por el tiempo, en los muros que dan a Belloni. El mural todavía invita a pasar al predio para conseguir las listas. 

Uno de los que procuró desatar el nudo fue el entonces diputado Fernando Amado, en sus tiempos como secretario general del CED. El hoy director de Turismo de la administración frenteamplista de Cosse estuvo en conversaciones con la familia para lograr su salida, aunque los acuerdos no prosperaron. 

“La no presencia es caldo de cultivo para la ocupación de espacios. Eso y la falta de interés de los dirigentes llevó a un progresivo deterioro en el lugar”, recordó Amado en diálogo con El Observador. “Se había desconfigurado el objeto de lo que era esa casa, había quedado al libre albedrío de dirigentes locales y agrupaciones que manejaban a su antojo y de manera personalizada –fuera de lo institucional– al ex cine”, planteó.

El hoy jerarca frenteamplista coordinaba con la entonces intendenta Ana Olivera. No obstante, los diálogos no prosperaron y la campaña de 2014 dejó el tema en stand by, de acuerdo a la narración de Amado. “El Comité que asumió no logró tener el mismo empuje, priorizó otras cosas y el tema no avanzó”, contó. 

Recuerdos

Poco del viejo cine permaneció en el paisaje barrial, rodeado por la feria. El centro comenzó a funcionar en la década de 1930, primero bajo la modalidad de biógrafos –sin diálogos y con piano de acompañamiento– y luego como cine sonoro. Según las crónicas de la época se estima que el lugar tenía unas 200 butacas. 

“Me acuerdo de un colega que cuando se aburría –eran jornadas largas– empezaba a bajar el volumen y se divertía viendo cómo la gente que estaba recostada en la butaca, inconscientemente se iba enderezando como acercando la oreja a la pantalla hasta que arrancaban los chiflidos”, contó en 2004 el proyeccionista Carlos Viera, para un trabajo de la Universidad Católica llevado a cabo por Ana Bluth y Andrea Tutté.

Viera trabajó en Piedras Blancas durante la década de 1950. “Trabajábamos de short, o hasta calzoncillo porque eran ocho horas adentro de un lugar donde había más de 25 grados de temperatura”, narró.