Erick y Walter Gargano

Fútbol > EL ANÁLISIS

El dolor de hoy, la ilusión de mañana: Peñarol mostró que se puede construir algo diferente

Los errores groseros lo condenaron y la falta carácter lo expusieron a la paliza del 1-4 de Paranaense; sin embargo, en 2021 los aurinegros demostraron que se pueden armar proyectos que un día podrán transformarlos en ganadores
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01 de octubre de 2021 a las 00:06

Resignado y sin consuelo, porque la desazón de estas horas queda mancillada por el 0-2 de este jueves en Curitiba y 1-4 en la serie semifinal ante Athletico Paranaense, la Copa Sudamericana se siente pesada. Es incómoda y molesta, porque a Peñarol y al fútbol uruguayo le volvieron a dar otra de esas cachetadas que duelen

Nuevamente afuera. Sin chances de llegar a la final, que esta vez tenía el plus de disputarla en el Estadio Centenario el 20 de noviembre. El fútbol uruguayo se acostumbró a estas cuestiones de jugar los torneos para hacer caja, generar ingresos económicos que por otra vía no conseguiría y saber que su vuelo será corto.

Sin embargo, este Peñarol de Maruicio Larriera y este proyecto deportivo de Pablo Bengoechea, por primera vez en mucho tiempo habían generado algo diferente a partir de una propuesta en el campo y una organización deportiva que invitaban a creer que este 2021 podría ofrecer algo distinto.

Existía otra razón para reforzar la posibilidad de ver a Peñarol en la final: blindado por el formato de la Sudamericana, un torneo de segundo orden en el continente en el que los primeros rivales que podrían aparecen con obstáculos difíciles de superar estarían en cuartos de final (eliminó a Nacional) y semifinales (no pudo con Paranaense).

Gio González

En ese contexto, el del calendario de la competencia y el del fútbol que desplegó este equipo de Peñarol, luego de avanzar entre los cuatro mejores, el equipo de Larriera había dado muestras de que podía aspirar a estar en el último partido.

Estaba al alcance de su juego, del que había desplegado hasta agosto.

Finalmente, la serie semifinal fue cruel con Peñarol. Desembocar en ese lugar no es exclusivamente un asunto de suerte, sino por la convicción de lo que quiso, y de lo que hizo, porque, definitivamente, en setiembre Peñarol no fue el equipo que se vio entre junio y agosto y terminó pagando con esta difícil despedida.

Una salida que se ve más dolorosa porque en cancha estuvo la mejor versión de un equipo uruguayo. La de uno que tiene un proyecto deportivo de casi 50 partidos con el mismo entrenador, de nueve meses de trabajo, de una estructura organizada y en la que le pusieron todos los elementos para dar el salto hacia la final de un torneo de Conmebol y conquistar el título del Uruguayo.

Peñarol hizo un buen torneo y tuvo un buen plantel para jugar para llegar hasta la final. Explotaron los juveniles (Torres y Álvarez Martínez), Larriera tuvo un buen equipo a su disposición, balanceado, y el plantel entendió lo que el técnico quería. El entrenador tomó buenas decisiones. Le dio buen gusto y efectividad (salvo en semifinales) al juego de su equipo. Es cierto que perdió a tres figuras (Formiliano, Piquerez y Terans, algo natural en un fútbol exportador), pero mantuvo el resto y completó lo que le faltaba.

Es una pena este final en la Copa Sudamericana para Peñarol, pero también queda una lección, y una demostración de que cuando se trabaja y planifica, avanzar a las instancias finales es una posibilidad cierta.

Lo que dejó esta llave con Paranaense es que este jueves Peñarol quedó afuera por su propia inoperancia en tres momentos claves.

1) Por estas horas lamenta ese gol increíble que recibió al minuto de esta serie semifinal en el Campeón del Siglo, con una inexplicable resolución defensiva y salida que le condicionó el resto, porque cargó con el 0-1 desde el inicio. Un peso demasiado grande en una definición donde los detalles pequeños cuentan.

Kagelmacher ante Terans

2) Le duele también a los aurinegros el primer gol que tomaron en Curitiba. Inexplicable. Se excedieron de líricos en la defensa de Terans cuando cuatro jugadores, en una imagen de Play Station más que de fútbol real, acompañaron al uruguayo mientras avanzaba a toda velocidad con la pelota dominada. Fueron incapaces de molestarlo en su trayectoria con balón dominado. Tampoco lo cortaron, y siempre le dieron espacios para resolver. Al delantero, que mostró en esta serie por qué juega en la selección, lo acompañaron durante 60 metros imaginando que con sus movimientos sería inofensivo. Carlos Rodríguez, Kagelmacher, Trindade y Gargano no hicieron nada para contenerlo. En una situación similar al final del primer tiempo, Paranaense abortó un intento de Canobbio de acelerar hacia la cancha rival. Ze Ivaldo lo tomó por los hombros, lo derribó y se llevó amarilla, pero su equipo no corrió riesgo con un jugador desequilibrante.

3) El increíble penal que marró Cepellini, que pudo generar el envión en un partido en el que Peñarol estuvo ordenado, nunca desesperó, tuvo paciencia para manejar el partido, pero le faltó el golpe final para dar vuelta la serie.

Pablo Cepellini falló un penal que pudo cambiar el curso del partido

Aunque hoy le duele a Peñarol y al fútbol uruguayo verse reflejado en ese espejo que devuelve la incapacidad para llegar a levantar una copa en un torneo continental desde hace 33 años (incluso en la Sudamericana, en un torneo de segundo orden), si los dirigentes son capaces de capitalizar el camino que recorrió este equipo aurinegro podrán entender cuál es la única forma de volver a competir en el exterior, potenciando juveniles, confiando en un proyecto y teniendo paciencia. Peñarol tuvo todo eso. En esta serie semifinal, a Peñarol le faltó carácter, ese que los clubes (porque en la selección no ocurre) uruguayos fueron perdiendo con el tiempo, en el que se acostumbraron asumir el papel de los perdedores, y no tuvo la capacidad ni la rebeldía para pelearle la serie a Paranaense. Tuvo temple, paciencia, capacidad para manejar el estrés de los goles que recibió por errores inexplicables, pero no tuvo ese combustible que permite alcanzar los éxitos y allí está la única explicación para esta dolorosa despedida.

En un fútbol de Conmebol en el que los equipos brasileños (los que más invierten, los que mejores contratan y los que más juegan) comienzan a tomar el control casi exclusivo en el continente, en este 2021 definirán el título de la Libertadores (Flamengo-Palmeiras) y Sudamericana (Paranaense-Bragantino) y le pasan un aviso a los otros nueve países, incluido Argentina, que si no generan un cambio, definitivamente se transformarán en actores de reparto, mientras los protagonistas solo hablarán en portugués.

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