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El dolor del crecimiento y el pecado de confiarse: Uruguay salió magullado de Quito

Tabárez presentó un equipo para jugar en la altura como si estuviera en el llano y le costó carísimo; además quedaron en evidencia las irregularidades de una formación en pleno proceso de maduración; ¡ah, y ahora vienen Colombia, Brasil y Argentina!
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13 de octubre de 2020 a las 22:08

No hay ni habrá como el Uruguay de hace 10 años, en el que delante del televisor el hincha sufría porque la selección no tenía la pelota, pero tenía la recompensa que esos jugadores mordían a los rivales y les devolvían desde el campo la expresión más pura de coraje y amor propio.

No hay ni habrá otra selección como aquella, que llevaba la bandera de la entrega como nexo para llegar al triunfo.

Sin embargo, ni los guerreros que ya no están, ni estos nuevos protagonistas que andan en punta de pie en la cancha, con una versión refinada de fútbol, son capaces de ganar en la altura.

Bajo la gestión de Tabárez, la única vez que Uruguay venció a Ecuador en Quito fue con un penal en la hora que todavía hay que agradecer al árbitro por la decisión, luego que Cavani voló por el aire sin que el golero local lo tocara.

Este martes se sumó la tercera derrota consecutiva ante Ecuador a 2.850 metros en 12 años. La estadística confirma cuánto le cuesta a la selección enfrentar ese combo fatal en que se transforma la altura y la velocidad de los futbolistas rivales, que juegan en condiciones adversas como si corrieran en el llano.

La diferencia entre las anteriores derrotas y las de este viernes, fue la forma. El abultado marcador, que al final redujeron los celestes 4-2, pero que deja heridas.

Un equipo en formación

Tabárez está manejando material delicado. Lo sabe. Tiene un equipo con una calidad técnica muy buena, pero está en formación y cada partido transfiere enseñanzas. Cada doble fecha de las Eliminatorias se transforma en un montón de aprendizajes y crecimiento para una selección que, en este caso, tiene mucho más para madurar de lo que en lo previo podía imaginarse.

En esta segunda fecha, Ecuador aprovechó ese plus de la altura, y Uruguay pecó por confiado. Sí. Por confiado. Otro planteamiento de Tabárez no habría asegurado la victoria, pero al menos le podría haber generado la opción de blindarse de otra forma ante una selección cuyo rendimiento era desconocido, pero que es sabido que suelen desplegar un juego vertical y agresivo.

Como atenuante para el resultado de Uruguay, el de este martes fue el primer partido del equipo dirigido por el argentino Gustavo Alfaro en la altura, donde confirmó que tendrá de aliado a Quito para defender los 27 puntos que jugará de local, y que le asegurarán el 80% o 90% de la clasificación si los consigue todos.

De todas formas, este martes Uruguay tomó demasiados riesgos para la capacidad defensiva que tenía para jugar en la altura, con el plantel que manejó Tabárez en esta ocasión.

Esto no quiere decir que Uruguay debe cambiar la propuesta, porque la identidad de este equipo pasa por jugar con el balón, asumiendo un rol protagónico en el campo. Pero, de allí a jugar de igual a igual a todos los rivales, surgen un montón de consideraciones.

Hasta el nacimiento de esta generación, Uruguay jugaba a partir del error del rival y planteaba el partido pensando en quién estaba a su frente.

El jueves pasado ante Chile y este martes en Ecuador, Uruguay jugó tomando el riesgo de ser protagonista sin haber aprobado exámenes. Porque quedó demostrado el jueves en Montevideo, ante Chile, que a esta selección le falta conseguir la regularidad futbolística que le permita trasladar la fantasía que generan tantas figuras en la selección a rendimientos reales.

Once meses sin jugar amistosos ni acumular entrenamientos por el largo receso de la pandemia de covid-19 pasan facturas, y en un equipo en el cual seis de los 11 titulares tenían menos de tres años en la selección, plantea un montón de experiencias que deben pasar por ensayo y error.

Además, este plantel que viajó a Quito y que tuvo las bajas de Fernando Muslera, Josema Giménez y Edinson Cavani, tuvo a seis debutantes en un plantel de 22. Tampoco es menor.

Uruguay se plantó en la altura con un 4-4-2, sin volantes de contención (sin un Arambarri o un Torreira). No tuvo la pelota. No pudo jugar como puede hacerlo en el llano y le terminó saliendo carísimo.

El protagonismo del VAR forma parte de la anécdota. Los goles estuvieron bien anulados. Lo que es indiscutible son los números: la foto del primero tiempo dejó 53% de posesión para Ecuador y 47% para Uruguay, y lo más alarmante: 10/0 en remates al arco, 6/0 en córners y 8/0 en situaciones de gol. Así era imposible. ¡Qué mal defendió Uruguay (Valverde llegó tarde) en el primer gol! ¡Qué lejos estuvo Bentancur de manejar los hilos del equipo!

Duele, pero hay que asumirlo en su justa medida. Este es el dolor propio del crecimiento y de la maduración. Y ahí está el asunto. Porque después del 4-2 en Ecuador no se terminó el encanto. Mucho menos la ilusión y fantasía que despiertan los nombres que integran esta selección. Al contrario. Esta situación traumática se podrá recordar como una anécdota si Tabárez consigue amalgamar a su equipo en las próximas presentaciones.

Ahora bien. Esto no se resuelve con cambios bruscos sino volviendo a insistir en el camino elegido, porque Uruguay tiene jugadores para andar bien en ese rumbo, pero ya sin creer que ahora porque están los que juegan en punta de pie está todo resuelto. No. Tiene que blindarse. Blindarse primero para ganar confianza, crecer futbolísticamente en el campo y luego disfrutar ese crecimiento natural que tiene que tener este equipo.

Los magullones que dejó Ecuador no se resuelven poblando el mediocampo con volantes con vocación defensiva. Se soluciona con un equipo equilibrado en su propuesta. Con paciencia adentro de la selección y afuera. Sabiendo que Uruguay tiene un plantel en formación, en crecimiento y que busca consolidar una identidad. Que está en desarrollo, y que irá elevando su nivel en la medida que los futbolistas vayan encontrando las mejores formas colectivas.

Este jueves retrocedió en ese proceso, porque actuaciones como la que sufrió en Quito quitan confianza. Hacen mella en la convicción, pero nada los puede apartar de lo importante. Seguir en ese rumbo que eligió Tabárez, porque tiene jugadores para ello, pero Uruguay aprendió la lección: no debe confiarse ni pensar que jugar en Quito es como hacerlo en Montevideo.

Si este revolcón en Ecuador deja aprendizajes, al final del clasificatorio, Uruguay celebrará su cuarta clasificación al Mundial, con el sufrimiento propio de una eliminatoria muy pareja. Por esa razón, este plantel saldrá adelante jugando al fútbol, aunque lo que sigue en esta historia de las Eliminatorias no será difícil, ¡será dificilísimo, con Colombia en Barranquilla (noviembre), Brasil en Montevideo (noviembre) y Argentina en Buenos Aires (marzo 2021), en las próximas tres fechas! Luego, vendrá el alivió y salir del ahogo que propuso el calendario de las Eliminatorias Sudamericanas.

De todas formas, al pasar raya a la primera doble fecha de las Eliminatorias queda el dolor por el crecimiento, la sensación que Tabárez se confió, y que a Uruguay le salió carísimo.

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