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El narcopiloto mexicano que eludió a la DEA con nueve identidades distintas

Ronier Sánchez Alonso participó de las complejas redes de tráfico de cocaína desde Centroamérica y Sudamérica a Estados Unidos. Usó distintas identidades y durante casi cinco años lo buscaron la justicia y la DEA. Finalmente, fue capturado en Paraguay extraditado
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23 de agosto de 2022 a las 05:01

La Fiscalía federal de New Haven, del estado de Connecticut, había acusado a Ronier Sánchez Alonso en 2016, cuando este mexicano tenía 40 años. El cargo principal era el de “conspirar para poseer, con intención de distribuir, cocaína en una aeronave registrada en Estados Unidos”.

Finalmente, tras escabullirse y utilizar identidades ficticias, Sánchez fue capturado en Asunción de Paraguay y a fines de julio pasado extraditado para responder ante la Justicia del Estado de Connecticut. 

La historia, absolutamente impresionante, comenzó a fines de julio de 2016, cuando Ronier Sánchez se preparaba para pilotar un vuelo con 1.650 kilos de cocaína de máxima pureza. El negocio internacional de la cocaína es una cadena donde cada eslabón es imprescindible para el otro. Así, los conductores de camiones y los pilotos de avión juegan un rol fundamental.

El jet Hawker matrícula N483FG partió de Tapachula, en el extremo sur de México, rumbo a República Dominicana el 7 de agosto de 2016. La tripulación tenía un contacto local que se había encargado de todo: recibirlos, coordinar el aterrizaje y pagar un soborno de US$ 150.000 a funcionarios del aeropuerto de La Romana, una ciudad en el este de República Dominicana. A cambio del dinero, los funcionarios le dieron plan de vuelo falso. Ese destino era Brasil, sin embargo, a poco de despegar, la avioneta pilotada por Ronier Sánchez desapareció del radar.

Con un giro abrupto y a baja altura, Sánchez enfiló a Venezuela, donde en una pista clandestina cercana a la frontera con Colombia debía descender y cargar los 1.650 kilos de cocaína. El plan era un laberinto: desde la sabana venezolana, Sánchez debía ir también en vuelo bajo hasta Honduras, donde debía entregar el cargamento. La cocaína, una vez que el jet Hawker saliera de escena, debía ser trasladada al sur de México, de donde había salido Sánchez, para ir a su destino final: algún lugar de los Estados Unidos.

Pero la avioneta sufrió una avería  y en un aterrizaje forzoso se estrelló en suelo venezolano. Por la habilidad del piloto, Sánchez y el resto de la tripulación salvaron sus vidas y lograron salir del lugar sin dejar rastros. Pero, pequeño detalle, el cargamento de cocaína estaba a la espera de un avión que nunca llegaría. Aunque casi de inmediato fue localizada e incautada.

El accidente impidió el negocio millonario. Pero, cuando fue localizada la avioneta, tuvo una consecuencia directa sobre la posibilidad de identificar a los tripulantes a través de mensajes interceptados y datos ofrecidos por pobladores que vieron cómo se esfumaban quienes estaban en el pequeño jet.

Las autoridades estadounidenses identificaron a los cuatro presuntos narcotraficantes y publicaron comunicados de busca y captura a través de la Justicia Federal. Interpol dio alerta roja contra Roni Sánchez y los otros tres involucrados.

Sánchez logró vivir sin que dieran con él. El 22 de marzo de 2021, fue en avión desde el sur de Brasil hasta la capital del Paraguay. Hizo su trámite migratorio sin que fuera detectado y se hospedó en un lujoso apart hotel de Asunción. Tenía un boleto de regreso a Brasil para pocos días después.

Pero la labor de la DEA (la agencia antinarcóticos de Estados Unidos) y de la Secretaría Antidrogas de Paraguay (Senad) lo tenían en la mira. El narcopiloto fue arrestado el 24 de marzo cuando varios efectivos ingresaron a su apart y lo encañonaron.

Su foto esposado y escoltado fue publicada en la prensa paraguaya, mexicana y estadounidense. No son muchos los que pueden eludir a los sabuesos de la DEA durante cinco años. Ese hombre bajito de aspecto tímido y 46 años de edad lo había logrado. El presidente paraguayo, Mario Abdo, anunció, ese mismo 24 de marzo, en sus redes sociales la captura de “uno de los narcopilotos más buscados por la justicia de Estados Unidos”.

Tras los interrogatorios, la Senad dijo que el mexicano trabajaba “para carteles de México y Colombia”, encargándose del tráfico internacional por vía aérea desde zonas de producción de cocaína en Sudamérica hasta centros de redistribución en Centroamérica y el Caribe, “controlados por carteles mexicanos”.

La justicia de Connecticut tras interrogarlo tampoco dio precisiones de cuál era el cartel con el que Sánchez operaba. La seguridad paraguaya dijo que “él tampoco dio ningún dato al respecto”.

Antes de ser extraditado a Estados Unidos, de acuerdo a informes de la Senad, había vivido en Surinam, la antigua Guyana Holandesa. La DEA lo ubicaba en Brasil y en Paraguay, las autoridades judiciales evaluaron que su viaje a Asunción fue para “comprar aviones”.

Sánchez pasó un año y medio en prisión en Paraguay hasta que a fines de julio se ejecutó la orden de extradición emitida por el juzgado de New Haven. Fue escoltado, con casco, chaleco antibalas y la certeza de que lo espera un juicio del que difícilmente pueda salir indemne como fue aquella vez que pudo maniobrar el jet Hawker matrícula N483FG para que el aterrizaje forzoso le permitiera salir y vivir eludiendo la persecución durante más de cinco años en los que utilizó nueve identidades distintas.

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