Los votos a Macri parecieron crecer por arte de magia.<br>

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Empezó el poskirchnerismo

Macri se muestra ganador y Scioli intenta una difícil recuperación
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27 de octubre de 2015 a las 05:00
La carrera para la segunda vuelta en la Argentina empezó cuando todavía no se había publicado ni un dato oficial. Fue Daniel Scioli quien dio la señal de largada.

Lo más sorprendente no fue que a las 22 horas el oficialista, con gesto tenso y tono preocupado, saliera a reconocer que habría segunda vuelta y pidiera el voto de los indecisos y los independientes.

Lo realmente extraño fue que, contrariando la regla clásica de los balotajes, no dedicara su discurso a tratar de "seducir" al tercero mejor colocado, sino más bien a reforzar el mensaje kirchnerista duro y advertir sobre cómo los beneficiarios de los planes sociales se quedarían sin su dinero si llegaba a ganar Mauricio Macri.

"Si fuera por Macri no tendríamos Asignación universal por hijo, ni YPF, ni Aerolíneas Argentinas", dijo un Scioli radicalizado y empeñado en instalar la idea de que se está eligiendo entre "dos visiones muy diferentes del presente y del futuro de la Argentina que están en juego".

Fue el primer síntoma de que algo raro estaba pasando. Que la desazón que era palpable en el bunker sciolista no era la de un candidato ganador que en vez de sacar 10 puntos había sacado nueve y medio.

Y, cuando finalmente con seis horas de retraso empezaron a conocerse los primeros números, todo quedó más claro: el discurso de Scioli marcaba el fin de una era, un antes y un después.

El candidato del Frente Para la Victoria hizo la declaración que hizo, apelando a la unidad kirchnerista y peronista, porque vio corporizarse su peor temor: no el de que los independientes votaran a Macri, sino que ocurriera una fisura interna en el aparato peronista.

Como todos saben, el peronismo perdona todo menos la derrota. Con esa lógica implacable se había privilegiado la candidatura de Scioli por sobre la de un "leal" como Florencio Randazzo. Y costó un esfuerzo de disciplina partidaria lograr que la "tropa K" no desertara en plena campaña.

Ahora, la gran duda es saber cuál será el castigo interno para un candidato que nunca había sido del gusto del kirchnerismo puro y a quien sólo se apoyaba por ser la garantía de que "el proyecto" no sería derrotado.

¿Mantendrá el aparato peronista su apoyo a Scioli después de la estruendosa derrota en el bastión de la provincia de Buenos Aires? ¿Se someterá el ala izquierda kirchnerista, representada por los intelectuales de Carta Abierta que fueron a votar "desgarrados y con caras largas", a una segunda vuelta de disciplina partidaria?

Y la pregunta del millón: la propia Cristina Kirchner y su núcleo íntimo, ¿estarán a esta hora tristes por el revés electoral o ya habrán asimilado el golpe y saboreando su lugar de oposición que no arría sus banderas?

A fin de cuentas, muchos kirchneristas de los que "bancaron el proyecto" se sentirían más cómodos como parte de una oposición dirigida por Cristina que como apoyo desganado hacia un candidato que nunca los representó.

Por eso Scioli no volvió a hablar de resolver los problemas de las economías regionales, ni de cómo va a garantizar un excelente clima de negocios y proveerle a los empresarios todos los dólares que necesitan. Ni volvió a tomar distancia de Cristina con la promesa de corregir la injusticia del impopular impuesto a las ganancias.

La hora de los reproches

Al día siguiente de la noche fatídica, Scioli no daba señales de haber mejorado su estado de ánimo. Pero sí de haber afinado su discurso. Esta vez apuntó al lugar correcto, que era recuperar el voto peronista que apoyó a Sergio Massa.

Sergio Massa anunció que el jueves será el plenario de su coalición UNA y que ese día adoptarán una postura ante el balotaje del 22 de noviembre.

Ahora empieza a entenderse con claridad lo que en ese momento estaba sintiendo el candidato del FPV: que antes de empezar a seducir al votante moderado de Massa tenía que evitar el desbande interno.

Un proceso de "pase de facturas", críticas cruzadas y expresiones de disidencias sería lo último que necesitaría Scioli en este momento. Pero acaso sea difícil de evitar.

El hecho de haber perdido en lo que parecían fuertes inexpugnables como Morón, Lanús, Quilmes, y Tres de Febrero, así como en grandes ciudades de la provincia, como La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca, da la pauta de una crisis profunda.

Ahora vendrán los análisis políticos más finos, pero una primera lectura al mapa electoral permite suponer que esas derrotas no sólo se explican por la fuerte presencia de Massa, sino porque, además, hubo un componente de "voto castigo".

La resistencia a la controversial figura de Aníbal Fernández, sumada a las críticas sufridas por Scioli durante la catástrofe de las inundaciones también jugaron su rol. Y, como gran novedad política, pusieron en duda el mito del "Scioli incombustible", capaz de sobrevivir a cualquier revés sin pagar nunca un costo político.

Una prueba de lo difícil que se le van a poner las cosas a Scioli fue la ausencia de apoyo explícito por parte del kirchnerismo.

Hasta el festejo de Alicia y Máximo Kirchner en Santa Cruz parecieron acompañar el tono de la jornada. Los discursos tuvieron un contenido localista y hasta familiar, que sorprendió por tratarse de dos figuras icónicas del universo K y con proyección nacional. Sin embargo, no hubo prácticamente alusiones a Scioli y la segunda vuelta.

Scioli, en definitiva, fue el candidato más votado. Pero fue el gran derrotado de la jornada. Su sueño presidencial no terminó, pero quedó seriamente averiado. Parecía que su característica ambigüedad le permitía captar votos por izquierda y por derecha, y hoy se encuentra con que teme sufrir fugas tanto desde el kirchnerismo como desde el peronismo tradicional.

Las próximas horas serán fundamentales para definir el futuro del país. Habrá que prestar atención a algunos gestos clave. Por ejemplo, si Cristina ratifica un alineamiento con Scioli o si apenas da un apoyo tibio y de compromiso.

Y si Massa se saca la foto junto a Macri para oficializar un frente opositor.

En tanto, Macri festeja y Scioli sufre. El post-kirchnerismo ya empezó.

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