El cultivo de cáñamo industrial o cannabis no psicoactivo, que tiene menos de 1% de tetrahidrocannabinol (THC), va por su tercera zafra de exportación y el gobierno invertirá en investigar sus condiciones agronómicas.
La Dirección General de Desarrollo Rural (DGDR) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) firmó un acuerdo con el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) para estudiar qué factores determinan las diferencias de rendimiento y calidad de las flores cosechadas.
Son 65 empresas instaladas principalmente en San José, Canelones, Maldonado y Salto las que desarrollan este cultivo, con licencias otorgadas por el MGAP.
Las cosechas se venden a Suiza, donde se procesan o se venden al resto de Europa, explicó a El Observador el director de Desarrollo Rural, Carlos Rydström. Una vez cosechadas, las flores pasan por un secado especial, se embasan en bolsas y se envían en avión.
Según datos de 2021 compartidos por el director, las exportaciones se hicieron con valores de entre US$ 30 y US$ 400 por kilo. El precio tienen ese rango de variación porque las flores se valorizan dependiendo sus características organolépticas (aroma, color y sabor, por ejemplo).
En el mercado local estas flores no se comercializan. El cannabis vendido, que pasa por controles del Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca), es el que tiene más de 1% de THC.
En Uruguay la mayoría de los cultivos de cáñamo tienen cercanía a Montevideo, “en muchos casos por el perfil del inversor”, comentó. Los lugares elegidos para la siembra “tienen que ver con zonas donde prospera la horticultura, porque el tipo de cultivo y de productor tienden a la semejanza con la horticultura”, añadió, por eso se destacan en la zona sur y en los alrededores de Paysandú y Salto.
La distancia entre el lugar de cosecha y secado también condiciona “dónde se puede producir y dónde se produce con éxito”, mencionó.
Rydström explicó que quienes invierten en este cultivo generalmente provienen del ámbito urbano, no suelen ser agricultores o actores vinculados al agro. Principalmente se ven inversores extranjeros, aunque últimamente gran parte de los capitales se han nacionalizado, comentó.
También hay productores rurales que eligen diversificar su producción hacia este cultivo, aunque no necesariamente son quienes invierten el total del capital para su desarrollo.
“En Uruguay existe una gran cultura de growers que cultivaban en una lógica mucho más individual, planta por planta, que lo que piensa un agricultor o un ingeniero agrónomo, que piensan en el cultivo en general”, dijo Rydström.
En la Expo Prado se presentaron datos de 22 productores (de 33 cultivos hechos a campo y 10 a invernadero) relevados en 2021/22, para “prestar más atención al cultivo y poder generar información para productores y posibles inversores”, indicó. Fue el primer paso previo a una nueva investigación que comenzará en octubre (financiada por el MGAP y el INIA en el marco de su convenio).
Santiago Dogliotti, profesor titular grado 5 de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República, quien presentó los datos en la Rural, destacó que uno de los desafíos más grandes de los productores es cómo ingresar la producción en el mercado.
Rydström subrayó que la investigación es importante, principalmente porque “uno de los desafíos es la falta de certezas”, y con nuevos datos los productores tendrán más elementos para decidir sobre sus cultivos.
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