Huele mal este Uruguay de Diego Alonso

Qatar 2022 > EL ANÁLISIS

Huele mal este Uruguay de Alonso: divorcio futbolístico, desorden y descreimiento

Lo que dejó la dolorosa derrota de Uruguay ante Portugal en el Mundial Qatar 2022
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28 de noviembre de 2022 a las 21:28

Diego Alonso arenga y pide en la conferencia de prensa tras la derrota con Portugal en el Mundial Qatar 2022, que los uruguayos sigan confiando y creyendo en la selección. Sin embargo, el mensaje empieza a quedarse sin fuerzas ni argumentos.

Los jugadores se agotan corriendo atrás de la pelota, sin una propuesta táctica que los respalde y les permita tener vocación ofensiva.

Los 11 que saltan a la cancha a poner la cara por todo un país se cansan intentando remar en un plan que futbolísticamente termina haciendo agua. Y se quedan sin fuerzas en circunstancias en las que, con una integración de lujo (porque este plantel de Uruguay es de lo mejor que puede ofrecer la selección en décadas) deberían estar disfrutando de un momento dulce y no este viaje pesado, al pasado, que genera desánimo, desilusión y desesperanza.

Los hinchas no dan crédito a lo que ven de Uruguay

La indisimulable desconexión que existe entre lo que quiere el entrenador y lo que aspiran desarrollar los jugadores, también empieza a tener un divorcio en las expresiones, como consecuencia de lo que ocurre en el campo.

Hacía tiempo, desde la era previa a Tabárez, que una selección uruguaya no ofrecía una situación tan incómoda como la actual.

Lejos de lo que prometía este Uruguay, el Mundial devuelve una versión incómoda: 1) Alonso habló de un equipo de Uruguay que generó muchas chances de gol; 2) Josema Giménez respondió con un lacónico: “No salimos a ganar”, y 3) cuando le preguntaron a Edinson Cavani en la zona mixta qué está pasando con Uruguay, dijo: “Hay que preguntarle a Alonso”.

La selección uruguaya perdió 2-0 ante Portugal este lunes por la segunda fecha del Grupo H del Mundial Qatar 2022 y condicionó su clasificación a vencer a Ghana el viernes y mirar de reojo el partido de Corea del Sur, que también entró en la lucha por la clasificación a octavos de final y un triunfo ante los lusos pondrá en riesgo las aspiraciones de Uruguay.

El peligroso retroceso al pasado

Con Valverde y Bentancur liderando una nueva era futbolística, moderna y ambiciosa en la red rival, la selección desembarcó en Qatar con la ilusión de disfrutar el fútbol desde otro lugar. Luego de 180 minutos de fútbol, el espejo de la realidad devuelve un escenario que no estaba en los planes y muestra el retroceso al pasado en su propuesta futbolística.

Uruguay volvió a jugar como ya no lo hacen los equipos modernos, al pelotazo desde el fondo y poniendo pelotas divididas en la cancha rival como único elemento para llegar al arco rival. Con ocho defensores en su campo. Ni en la versión más conservadora de Tabárez se observó algo similar, y si tenía ocho jugadores en un espacio reducido, como pasó tantas veces, nunca ocurrió que la propuesta avanzara en el divorcio futbolístico que se observa, el desorden ni la desprolijidad con la pelota con la que procede esta selección.

Para este encuentro ante Portugal, después del desprolijo planteamiento del debut, Alonso recurrió a la línea de cinco como solución y solo se terminó hundiendo en sus propias debilidades, con un equipo que no supo salir jugando nunca como el resto de las selecciones, desde el fondo.

Valverde tiene que marcar más de lo que puede jugar

Ver la forma en que Uruguay se quedó sin argumentos con la pelota, generó alarma entre los propios futbolistas, que lo trasladaron al final del partido en sus declaraciones.

Porque Uruguay desperdicia el talento de Valverde. Sorpresivamente Vecino aparece más adelantado en el campo que Bentancur, quien debería tener un rol más protagónico en el mediocampo. Cuando pisó el área rival fue exclusivamente a esfuerzo personal y un desgaste físico al límite.

La mejor situación de partido para Uruguay, un jugada 100% mérito de Bentancur

La selección anda sin rumbo por la cancha, y cuando eso ocurre, nada bueno puede ocurrir.

Recién después del primer gol de Portugal y rodeado por las circunstancias, la selección quedó obligada a buscar el partido desde otro lugar. Alonso varió de una línea de cinco a la de cuatro en el fondo, soltó más hombres al ataque y le dio otra disposición al equipo, pero los físicos de los jugadores ya no respondían con la frescura que requería la situación.

Con los cambios, Pellistri y De Arrascaeta marcaron caminos hacia el arco, pero nada fue suficiente.

Ver a De la Cruz en el banco de suplentes genera desesperación. ¿Cómo es posible que un volante que mostró ser el catalizador de Bentancur y Valverde en el último amistoso que jugó Uruguay en setiembre, mire los partidos desde el banco o le den 13 minutos en la cancha, como ocurrió ante Corea del Sur? Y cuando saltó a la cancha sumó los mejores minutos del equipo, pero no fueron suficientes para que lo considerara para el segundo partido.

Lo que dice Alonso y lo que ocurre

Uruguay anda por malos pasos. Ese es un verdadero e indisimulable problema. En medio de todo eso, el entrenador de la selección pidió que tengan fe en la selección. El detalle que se le escapa a Alonso es que para creer, debería dar una señal, y esta selección está quedando huérfana. Lo que es peor, llega al último partido ante Ghana en decadencia: 1) sin confianza futbolística; 2) sin rumbo en el campo, a la deriva con la pelota y sin líderes que marquen el rumbo; 3) con Valverde lejos del arco rival, perdiendo combustible en un desgaste innecesario más cerca del área de Rochet que de la del rival; 4) con un equipo que se agota al intentar desarrollar el plan de Alonso que fracasa; 5) no convirtió goles en dos partidos, y, 6) cuando mira la tabla siente el dolor de estar último en el grupo, algo que formaba parte de la prehistoria de la selección.

El desconsuelo de Suárez y el saludo de Cavani

Aunque cuestionado en su momento, Uruguay empezó a extrañar a Tabárez y la capacidad del entrenador de liderar al seleccionado en las difíciles arenas del Mundial, en el que culminó cuarto (2010), duodécimo en (2014) y quinto (2018).

Hoy Uruguay pelea por entrar entre los 16 y, en el mejor escenario, desgastado físicamente y desmoralizado futbolísticamente, si derrota a Ghana y avanza, enfrentará a Brasil en octavos de final.

Después de lo que construyó Tabárez, que necesitaba dar un paso al costado porque había cumplido su ciclo, duele ver la forma en que Alonso está desperdiciando a esta generación de jóvenes que se empiezan a consagrar como figuras internacionales y a los históricos que están jugando sus últimos partidos en los mundiales.

Tras el estreno contra Corea del Sur, en medio de la decepción por la forma en que jugó Uruguay, había elementos que invitaban a confiar y creer. Ahora, después de este golpe ante Portugal y el divorcio futbolístico que existe en la selección, queda la sensación de haber vuelto al pasado. Le queda un partido a Diego Alonso para revertir esto, y los milagros ocurren cada tanto.

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