Hace exactamente dos años, cuando cumplió los 48, Jorge Bravo los celebró ganando la Vuelta de la Hermandad, carrera con varios equipos destacados de Argentina y Uruguay. En ese entonces, dijo que iba a esperar a que finalizara la Vuelta del Uruguay, última prueba de la temporada, para ver si continuaba en el deporte. Hoy, con medio siglo de vida, sigue en el pelotón y siendo protagonista. En esos dos años, Bravo y el ciclismo local tuvieron cambios.
Ya no está el súper equipo Schneck Ciclismo-Alas Rojas y él volvió a Audax de Flores, donde comenzó su carrera.
Ese cambio lo sintió el fin de semana pasado, en la doble Treinta y Tres-Melo. "Estaba segundo atrás de Matías (Presa) el sábado", relató a Referí. "Llegamos solos a Melo los dos, él ganó y yo quedé segundo, a 5 segundos. Él tiene un gran equipo armado y yo tengo un equipo pequeño. Y el domingo, con un equipo chico, es difícil atacar a uno grande, cuando tiene una buena estructura y corredores. Entonces es complicado".
"Hoy, en Audax de Flores, un equipo chiquito, no tenemos esa responsabilidad de llevar la carrera adelante, a diferencia de lo que pasaba en el Schneck", indicó.
La ruptura del Schneck Alas Rojas fue un gran cambio para él y los demás integrantes del equipo –Richard Mascarañas, Nicolás Arachichú, Presa, Carlos Cabrera, Héctor Fabián Aguilar y Néstor Pías–, quienes compitieron juntos durante años y formaron una familia, como reconocen.
¿Cómo es ver a sus excompañeros de Schneck – Alas Rojas con otras camisetas?
"Es difícil. Porque a principio de temporada los corredores cambian de equipo y vos los tenes relacionados con una camiseta de la temporada anterior. Y aparecen con otra. Es difícil vernos. Por ejemplo, el sábado en la Doble Melo, íbamos Matías Presa, Richard Mascarañas y yo, los tres en fuga, y uno va concentrado cada uno en lo que tiene que hacer, pero pensaba también que los tres éramos del mismo equipo el año pasado. Hubiera sido una carrera totalmente atípica y hubiésemos terminado primero, segundo y tercero, pero llevamos camisetas diferentes, peleamos por cosas diferentes, cada uno defiende su equipo. Pero la amistad quedó y eso va a persistir en el tiempo".
¿Cómo es la interna del pelotón, algo que solo conocen los ciclistas? ¿Usted, por su experiencia, es uno de los que lo maneja?
"En el pelotón hay distintas situaciones y hay rispidez, como en todos lados. Se discute, se habla, se va por el borde, se pelean los lugares, pero siempre con lealtad. Y lo que pasa en la carrera queda ahí. Vos ves que termina una carrera, cada uno se va a su lugar, después nos saludamos o lo que sea, y generalmente no hay problemas. Pero en carrera, cuando las pulsaciones están a 180, hay líos, hay problemas. Y sí, hay tácticas diferentes. Cada equipo tiene su manera de correr e intenta por todos los medios de ganarle a los demás en buena ley.
Lo que pasa dentro del grupo queda ahí y no hay grandes problemas. Uno tiene más afinidad con unos que con otros. Y las cosas cuando se ponen duras, cuando, por ejemplo, hay mucho viento y se pone de costado, tenés otro tipo de afinidad y la llevas de otra manera. En esos momentos, es matar o morir, porque si perdés ese lugar seguramente vayas a perder varios minutos o vayas a sufrir demasiado físicamente. Por eso se pelean muchos los lugares, para poder ir a rueda y otras cosas. Y sí, hay rispidez, pero se queda ahí".
¿Cómo fue la polémica de la Vuelta Ciclista pasada, cuando no esperaron a un corredor que se cayó y a otro que fue al piso sí? ¿Se rompieron los códigos?
"Hay diferentes situaciones de carrera. Cuando se cayó Matías Medici la carrera venía superlanzada, se habían puesto al borde, venía todo el pelotón junto, se engancharon y cayeron, y fue atrás. Pero después, el líder (Mango Prado, de Funvic de Brasil) se cayó más adelante, cuando ya el pelotón se había roto y habíamos poquitos corredores adelante. A veces los códigos de carrera dicen que cuando sos líder -acá pasa poco en Uruguay, pero sí lo ves en Europa-, al líder se lo respeta mucho y si pincha, le pasa algo, o lo que sea, los demás levantan el pie del acelerador y esperan a que el líder llegue. Y tratan de ganarle arriba de la bicicleta, no porque haya tenido un percance. Acá pasa poco eso. Porque acá la única manera de sacar diferencia es siempre yendo contra el borde, porque acá el terreno no es demasiado duro para que vos te quedes de rueda si no te pega el viento. En Europa sí, porque hay montañas y las diferencias son enormes con los escaladores. Pero acá es más difícil. Entonces, si el líder pincha es uno de los momentos en los que vos lo podes sacar del liderato".
¿Cómo es su entrenamiento a los 50 años?
"Tengo el mismo entrenador de siempre, al cual le hago bastante caso. No ha cambiado nada. El entrenamiento es el mismo, hay algunas cosas que retocar y después, más nada. Entreno, vengo, me quedo en casa, no salgo de noche, como sano, vivo tranquilo... Y eso es fundamental. Pero lo más importante para el deporte es la motivación. Si tenes la motivación de levantarte todos los días a las 5:30 o 6:00, como lo hago yo, desayunar, vestirte, ir a pedalear, y si tenes que hacer cinco o seis horas vas y la haces, o si tenes que hacer trabajos en la bici, o ir al Cerro a subir 20 veces, y vas y lo haces; vas a lograr llegar y estar bien. Eso es seguro. Pero hay que tener los huevos bien puestos para hacerlo. No es fácil".
¿Qué le da la bicicleta?
"A mí me da una libertad increíble. Vivo de la bicicleta y es mi trabajo. Tengo la responsabilidad con mi equipo que es el que me paga de ir a trabajar todos los días, pero lo hago a la hora que quiero. No tengo horario. Nadie me maneja, nadie me dice hay que entrar a las 7:00 o marcar tarjeta. Y después tengo todo el día. Entreno 5 o 6 horas de mañana, o lo que tenga que hacer, y me vengo para casa. Pero la bicicleta me da una libertad increíble, uno es libre. Es como el que le gusta la moto y se compra una Harley para ir a pasear. No me veo dejando de salir en bicicleta el día que deje de correr. Me pasa en el invierno, cuando hace frío y no puedo pedalear, que voy al gimnasio o lo que sea, y no es lo mismo".
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