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Nacional > USO POLÍTICO DE ARTIGAS

La gesta iconográfica del héroe

Las imágenes del prócer distan de ser objetivas representaciones
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28 de septiembre de 2012 a las 16:13

En el retrato Artigas en la puerta de la Ciudadela de Montevideo, de Juan Manuel Blanes, existen tres elementos que no se corresponden con la realidad: el aspecto físico del prócer, su indumentaria y su ubicación.

El cuadro lo muestra vestido con el uniforme de los Blandengues, algo que no coincide con la verdad, explica la historiadora Alicia Otero en El general Artigas en la iconografía nacional. Su retrato, una visión desde el dibujo, el grabado y la pintura. El arquitecto Gabriel Peluffo Linares, director del Museo Blanes, señala que el pintor recrea a Artigas con ropa militar teniendo como antecedente las fuertes críticas recibidas por El Juramento de los Treinta y Tres Orientales, a quienes había pintado como guachos. Por otro lado, señala, la elección de la ubicación es muy curiosa porque Artigas nunca estuvo en la Ciudadela. “Montevideo era el gobierno de los estafadores, el gobierno aliado a Buenos Aires y siempre estuvo entre sus enemigos”, explica. Colocando a Artigas en esa ubicación, Blanes reconcilia simbólicamente a Artigas con la capital uruguaya.

Dos fragmentos escritos por el mismo Blanes atestiguan la naturaleza de la construcción sin parangón del retrato del héroe. Antes de realizar el cuadro que se convertiría en la imagen insignia del “padre de la patria” el pintor le escribe a Andrés Lamas: “Quiero que me diga V. si desea tener al patriota Artigas o prefiere al viejo del Paraguay”. Peluffo Linares cuenta que Blanes, además, le dijo a su hermano en una carta que si había algún parecido entre su representación de Artigas y la realidad era pura coincidencia.

La única imagen realizada a partir del Artigas real es un retrato basado en el dibujo a lápiz realizado por el médico francés Alfred Demersay en 1846, que ilustra a Artigas a los 82 años durante su exilio en Paraguay, explica Otero en su escrito. Este dibujo de Demersay, cuyo bosquejo no se conserva, fue aparentemente utilizado por el grabador C. Sauvageot en Francia, quien “realizó una litografía de acuerdo a las normas estéticas y el exotismo que se atribuía a América en la época. O sea, que no sabemos si sigue exactamente el dibujo original, o este fue ‘retocado’ para mejorarlo”, estipula la historiadora.

Los cuadros que siguieron a la litografía de Sauvageot retomaron esta imagen del Artigas patriarcal y calvo, aunque ya comenzaran a vestirlo con indumentaria militar. El primer cuadro de Blanes sobre Artigas realiza el cambio fundamental en la concepción del héroe al crear un Artigas joven, viril y aguerrido, en sintonía con la imagen necesaria por un reciente país que necesitaba generar identificación con quien comenzaba a ser su héroe nacional.
La creación de Blanes contrasta con la descripción de Dámaso Larrañaga, en 1815: “En nada parecía un general: su traje era de paisano, y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul sin vivos ni vueltas, zapato y media blanca de algodón, sombrero redondo con gorro blanco y capote de bayetón eran todas sus galas, y aún todo eso pobre y viejo. Es hombre de una estatura regular y robusta, de color bastante blanco, de muy buenas facciones, con la nariz algo aguileña, pelo negro, y con pocas canas: aparentaba tener unos 48 años…”.

Como destaca Otero, retomando a Juan Zorrilla de San Martín, la imagen de Blanes se transforma en el “deber ser” de Artigas y configura de allí en adelante su imagen.

Dos versiones del prócer

La gesta de la representación iconográfica de la figura de Artigas tuvo otro momento de gran importancia con el concurso que se realizó durante la primera década del siglo XX para la construcción de la estatua de Artigas en la Plaza Independencia y que tuvo su inauguración en 1923, durante el mandato de Baltasar Brum. En dicho certamen resultaron elegidos el italiano Ángelo Zanelli y el uruguayo Juan Manuel Ferrari. Peluffo Linari explica que aunque el batllismo no estaba de acuerdo con ninguna de las dos versiones que se proponían de la estatua de Artigas, finalmente fue elegida la propuesta de Zanelli. “Se decide por un Artigas neoclásico, ecléctico, enfático y no el más criollo, idiosincrático e introvertido”, que era el de la versión de Ferrari, explica.

El historiador Jaime Yaffé destaca la simbología urbanística en torno a esta estatua, cuya orientación no mira hacia la Ciudad Vieja sino hacia la Avenida 18 de julio, que conmemora la fundación del Estado uruguayo.“Si Artigas un dia se bajara de su pedestal y caminara por la 18 de julio se encontraria con los constituyentes que tienen su monumento en el Obelisco. Es una construcción urbanística que está llena de símbolos y que remiten a su uso antojadizo. Artigas plantado en la Plaza Independencia remite a una independencia de la cual él nunca habló”, apunta Yaffé.

Otro momento de importancia en la evolución de la iconografía artiguista, agrega Peluffo Linari, es un decreto en 1923 en el que se establecen las reresentaciones de Artigas que pueden tomarse como oficiales, que son básicamente los de Blanes, Pedro Blanes Viale y Carlos María Herrera.

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