Los Juegos Olímpicos son, por antonomasia, un lugar donde todos los días surgen historias de superación, éxitos nacidos de la misma miseria y momentos ínfimos de gloria que se preparan y se anhelan por años, incluso décadas. Rio no ha sido la excepción y tiene en una de sus locales una de las historias más movilizadoras, porque Rafaela Silva, nacida hace 24 años en la famosa favela Ciudad de Dios, lloró varias veces en su vida, pero el lunes lo hizo por primera vez de felicidad en la cima del podio olímpico.
El judo, el deporte que su padre le metió por los ojos a regañadientes para sacarla de las calles, donde las drogas y las armas se disfrazaban como juguetes, la coronó como nueva reina en los 57 kg en Rio 2016, un sueño que no truncó ni las balas ni las noches con hambre.
"Dios sabe cuánto he sufrido y lo que he hecho para llegar aquí". Podría ser una perfecta declaración para festejar el primer oro de Brasil en la cita carioca. No lo es. Es la frase que se tatuó en portugués en el bíceps derecho para no olvidar su origen.
"¡Dedico esta medalla a todo el pueblo brasileño!", se le escuchó decir cuando el llanto no le permitía a las palabras aparecer. "Nací en una comunidad que no me permitía plantearme muchos objetivos en la vida. Soy de Ciudad de Dios. Empecé a practicar judo por diversión y ahora soy campeona mundial y olímpica", dijo emocionada.
Hace cuatro años, la brasileña fue descalificada los Juegos de Londres y luego discriminada e insultada por su color de piel. La llamaron "mono" y cosas peores. Pero como cuenta que le dijo un amigo cuando amagó con abandonar el judo, la gente de Ciudad de Dios no se rinde y su sueño olímpico se cumplió ante su gente.
"Tras mi derrota en Londres, pensé que iba a abandonar el judo", explicó. Pero el golpe le hizo reaccionar. "Empecé a trabajar con una psicóloga, que no me dejó abandonar. Mi entrenadora me incentivaba cada día. Me entrené al máximo y éste es el resultado".
Un año después del fracaso de Londres, con la tenacidad y la mentalidad de acero que la caracterizan, esta militar que participa en el programa de Atletas de Alto Rendimiento del Ministerio de Defensa, logró el título mundial.
Años despúes, su camino al podio dorado, el primero en estos juegos para Brasil, inició con una victoria sobre la alemana Miryam Rope, su rival en la primera ronda. En la ronda de octavos de final superó a la surcoreana Jandi Kim y en cuartos se impuso a la húngara Hedvig Karakas.
Luego, la rumana Corina Caprioriu le dio guerra en las semifinales, hasta que llegó el turno de pelear por la medalla de oro. "Gané porque trabajé con mucho esfuerzo, con dedicación y sacrificio. No es fácil llegar hasta acá, miro para atrás y me acuerdo de todo lo que tuve que pasar, pero valió la pena", puntualizó.
"La torcida me ayudó bastante, incluso el tatami temblaba, por eso pensé que no podía decepcionar a todas esas personas que vinieron a verme", dijo Silva que, efectivamente, no decepcionó ni al público ni a su Ciudad de Dios, que vio transformarse en oro a su hija.
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