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De Josemir a Marcelo; la historia de Saracchi

En Paysandú lo conocen por su segundo nombre y porque siempre anduvo atrás de una pelota; vivió en la casa del suegro del Chino Recoba y fue a Danubio porque Peñarol no lo llamó más
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09 de junio de 2019 a las 05:00

De niño era Josemir, o Chelito. Todavía lo recuerdan así a Marcelo Saracchi en Paysandú. Era un niño que andaba con una pelota para todos lados, que amaba el fútbol. Una maestra que tuvo en tercero o cuarto año, aún se acuerda, le decía: “Estudiá Josemir, estudiá, no sé que pensás, ¿que vas a vivir del fútbol? Del fútbol no se vive”. Aquel rubiecito que iba a la escuela número 63 de tiempo completo, esperaba con ansias la hora del recreo con el único objetivo de jugar a la pelota. Aún hoy, cuando la maestra se encuentra con la madre de Josemir, le comenta aquella anécdota y le expresa: “Qué poca visión que tuve”, contó Natalia Pintos, mamá del futbolista, a Referí.

Saracchi es uno de los 23 jugadores convocados por Óscar Tabárez para la Copa América que comienza la próxima semana. Tiene 21 años, juega en Leipzig de Alemania y el Josemir con el que lo identificaban de niño en su ciudad natal y que en realidad es su segundo nombre, tiene un motivo que está ligado al fútbol, como no podía ser de otra manera.

En 1995 la Institución Atlética Sud América jugó en el Parque Artigas de Paysandú frente a Gimnasia y Esgrima de La Plata por la Copa Conmebol; le ganó 4-0 y uno de los jugadores más carismáticos de aquel equipo dirigido por Julio Ribas era el delantero duraznense Josemir Lujambio. “Nos gustaba como jugaba, la personalidad que tenía y nos encantó el nombre. Por eso, además de Marcelo que es el nombre del papá, le pusimos Josemir. Acá en Paysandú jamás fue Marcelo. Nosotros le decimos ahora en broma que cuando entró a la élite pasó a llamarse Marcelo. En la escuela hasta hoy la maestra te habla de él y dice Josemir”, recordó su mamá.

La anécdota deja en evidencia la atracción de la familia Saracchi Pintos por el fútbol. Hinchas de toda la vida de Progreso de Paysandú, un club humilde afincado en la vieja zona industrial, donde tuvieron su auge Paycueros, Paylana, Azucarlito y Norteña. Papá Marcelo fue técnico en ese equipo hasta el año pasado, su tío Danilo fue jugador y Chelito comenzó en el baby del azulgrana.

“Para el que vive el fútbol como lo vivimos nosotros como familia, es un sueño que Chelo esté en la selección. Siempre digo que él no arrancó solo en el baby fútbol, arrancamos todos. Él es el único varón, tiene dos hermanas mayores y una menor, y en ese momento éramos el papá, yo y las dos hermanas que donde él iba íbamos todos. El jugaba al fútbol pero andaba toda la familia atrás. Entonces esto es un sueño de todos”, comentó la mamá.

Las hermanas son Florencia de 24 años, fisioterapeuta, Jazmín de 22 y Zoe de 8, la mimada de la familia. La mamá contó que “Marcelo empezó a los 5 o 6 años en el club del que somos todos hinchas, en Progreso, arrancó ahí, hizo todo el baby futbol y con 13 años se fue a Danubio”.

La bisabuela Julia

Cuando Chelito tenía tres o cuatro años, mamá Natalia trabajaba en Paylana y papá Marcelo en el Club de Pescadores. Los dos entraban a las 6 de la mañana y salían a las 17.30. Durante esas horas las hijas mujeres se quedaban con la abuela paterna y el niño con la bisabuela Julia, que lo cuidaba en su casa del barrio Jardín o andaba atrás suyo cuando cruzaba a la canchita, que está enfrente, para jugar con los más grandes. En el barrio muchos se acuerdan cuando la bisabuela salía corriendo atrás de Chelo. Siempre fue muy andariego. Julia tiene 92 años y también disfruta el presente de su bisnieto: “Está hecha un rifle y él era el mimado de ella. Está súper feliz, a su edad vivir este momento para ella es todo”, contó Natalia.

Ana Rodríguez es la actual presidenta del baby fútbol de Progreso. Conoce a Marcelo desde los tiempos de Chelito. “Lo recuerdo como un niño muy pícaro y compañero de todo el resto del equipo que integraba la categoría 1998. Eran pocos niños, pero muy unidos. Chelo era flaquito, simpático, humilde y con esa linda sonrisa que tiene hasta ahora”, dijo a Referí.

La cancha de baby de Progreso se inauguró en 1996 y allí juegan niños y niñas desde los 4 a los 13 años. Compite en todas las categorías. Cuenta con unos 200 niños y acaba de ganar el presupuesto participativo de la Intendencia sanducera, con lo que piensan mejorar la infraestructura y ayudar en obras sociales. “Nuestro club funciona a base de sacrificio, como todos. Es fundamental el apoyo de los padres y los de Chelito siempre estuvieron”, expresó la presidenta.

Si bien el ahora jugador de la selección uruguaya se formó allí, el club todavía no recibió dinero por su pase. “Aún no se ha recibido nada. Cuando se reciba algo la idea es tratar de invertir en una cancha más grande”, dijo Rodríguez, quien agregó que cuando “se hace la transición de la cancha chica a la grande, los niños tienen derecho a firmar para la Liga Mayor, pero Chelito no lo hizo”. De todas formas, “siempre que viene a Paysandú nos acompaña, visita al baby, va a la sede, se integra y nosotros buscamos que pueda compartir momentos con los niños porque para ellos es un ídolo”.

La mamá del futbolista contó que siempre estuvieron ligados al club. “Nunca nos vamos a ir y estamos esperando que los nietos empiecen a jugar para llevarlos”. Danilo Saracchi, tío de Marcelo, se desempeñó como zaguero o volante en Progreso. “Ahora soy dirigente, pero cuando jugaba, Chelo me seguía a todos lados. Era un apasionado por el fútbol desde chiquito. Se notaba”, expresó Danilo quien lo recuerda “cuando iba en el camión con nosotros, o cuando salía de mascota”.

También recibía críticas de su pequeño sobrino: “Él opinaba y me decía pegale así o 'asá', porque cuando yo lo iba a ver también lo criticaba. Siempre fue zurdo cerrado, temperamental y aguerrido. Lo lleva en la sangre eso de no dar una pelota por perdida. Su cabecita siempre estuvo en llegar”. El tío también lo recuerda con la pelota para todos lados y admite que tiene una deuda pendiente: “Nunca lo pude ir a ver, ni en Danubio y tampoco en Argentina. Él quería que fuera, pero por trabajo y otros motivos no pude. Pero siempre lo esperamos acá y lo más importante es que siga triunfando”.

En Peñarol no había lugar

Durante tres años seguidos fue citado a la selección de baby fútbol de Paysandú. Allí lo vieron desde Peñarol y lo convocaron para participar de unos campamentos. “Arrancó ahí, pero el verano que nació la hermana más chica no lo llamaron porque no había lugar para todos los chiquilines –relató su mamá-. Entonces lo vinieron a buscar de Danubio. Fue, le encantó y cuando le preguntaron si quería ficharse dijo que sí enseguida”. En ese momento tenía 12 años. A los 13 dejó Paysandú y se mudó a Montevideo. “Siempre supo que iba a jugar al fútbol, hablabas con él y te decía ‘a Sacachispas me voy igual, pero me voy’. Uno tiene que creer en lo que ellos quieren, porque la mayoría de las veces los padres no decidimos, simplemente acompañamos las decisiones que ellos toman”.

En Montevideo pasó a vivir en el apartamento de Rafael Perrone, en Euskalerría. El entrenador de la escuelita de Danubio y suegro de Álvaro Recoba, quien representa a Saracchi..

“Marcelo estuvo en casa cinco o seis años junto a otros chiquilines. Recuerdo que como todo jugador que llegaba de afuera, al principio extrañaba la vida en el interior, pero tenía muchas ganas de triunfar. Un muchacho de Paysandú me había dicho que había tres jugadores de allá, le dije que los quería ver y me gustaron”, dijo Perrone a Referí.

En una entrevista con Referí en 2016 cuando fue elegido "El tapado de la fecha" después de un partido contra Plaza Colonia, Saracchi recordó aquellos primeros tiempos en la capital: "Me vine a Montevideo y estaba con dos compañeros de Paysandú y un desconocido de Treinta y Tres que no era otro que Jorge Graví (actual jugador de Cerro Largo). Al principio costó la adaptación. Se extraña la familia, la ciudad, pero cuando le agarrás el ritmo a la vida de acá, cuesta menos. En el apartamento teníamos una señora que se encargaba de cocinarnos".

“Creo que para él fue difícil al principio, pero cuando saben lo que quieren, aguantan todo. Hasta el último partido que jugó en Progreso, yo le hacía todo, le ponía las medias, las vendas, lo calzaba. Y allá se tuvo que adaptar a hacerse todo eso solo. Siempre tuvo claro lo que quería”, subrayó la mamá, que de todas formas nunca dejó de preocuparse por su hijo. “Hasta el día de hoy; cuando estaba en Argentina y no me contestaba los mensajes de Whatsapp, me quedaba con el Jesús en la boca. Uno nunca sabe, uno es madre. Ahora él es papá, debe saber cuando uno le manda mensaje que no es por hincha… con que me diga ‘estoy bien, no jodas más’, ya me quedo tranquila”.

La familia Saracchi se agrandó este año ya que Marcelo se transformó en papá de Bastian, quien nació hace cinco meses en Alemania.

Salida con polémica

En 2013 participó del Sudamericano sub 15 de Bolivia convocado por Alejandro Garay; luego jugó en el Sudamericano sub 17 de Paraguay 2015 con Santiago Ostolaza y por último, con Fabián Coito de técnico, disputó el Mundial sub 20 de Nueva Zelanda 2015, el Sudamericano de Ecuador 2017 (donde Uruguay se consagró campeón) y el Mundial de Corea del Sur. Hizo toda la escalera celeste, coronada ahora con la mayor.

Garay lo convocó a la sub 15 apenas llegado de Paysandú y recordó que al principio Marcelo era tímido, le costaba relacionarse y recién cuando estaba en la sub 17 con Ostolaza se soltó a hablar.

El entrenador revivió una anécdota. “Él estaba en la sub 17 con el Vasco y le dieron tres días libres. En esa época vivía en una casita de Danubio, en la calle Larravide. Me lo crucé y le pregunté que iba a hacer en esos tres días y me dijo que iba a ir con la novia al shopping y a la rambla. Entonces le pregunté, ¿hace tres o cuatro años que vivís en Montevideo y no conocés otros lugares, un teatro, un museo? Entonces se fue a recorrer la Ciudad Vieja y a la semana siguiente cuando nos cruzamos en el Complejo me agradeció: ‘Gracias, Pelado, no conocía’, me dijo”.

Debutó en Primera división cuando tenía 17 años, aunque antes ya lo había querido ascender el técnico Leonardo Ramos, pero la directiva lo frenó: "Luego del sub 17 me querían subir y Danubio no me dejó. Estaba Leo como técnico. Me citaron a la preselección sub 20 para el Mundial de Nueva Zelanda y ahí es cuando me ascienden", contó Saracchi a Referí en 2016 y agregó: "Nunca supe por qué no me dejaron subir al primero; nunca me explicaron eso".

Su primer partido fue el 11 de agosto de 2015 frente a Universidad Católica por la Sudamericana y a mediados de 2017 pasó a River argentino, una transferencia que generó polémica entre sus representantes (Recoba y Marcelo Tejera) y el presidente de Danubio Boris Igelka. El club franjeado había llegado a un acuerdo con el Betis de España, pero Recoba y Tejera se negaron al pase.

En agosto Saracchi se fue a River argentino que compró el 100% de la ficha y un año más tarde se concretó la transferencia a Leipzig alemán. En setiembre de 2018 fue convocado por primera vez por Tabárez para la fecha FIFA contra Corea del Sur y Japón. En las últimas semanas fue ratificado en la lista definitiva de la Copa América de Brasil y en su primera conferencia de prensa en el Complejo de la AUF, expresó: "Puede ser que después de un año complicado a cualquiera le entra la duda si es convocado o no. Jugar poco no es fácil. Uno confía en uno, en las cualidades de uno y por eso estaba tranquilo. Fue un año complicado y si no me tocaba estar lo iba a entender".

Una reacción que va de la mano con su forma de ser, de acuerdo a lo que su mamá narró a Referí: “Tiene un carácter súper fuerte, a lo que juega le gusta ganar y jugar siempre. Tiene esa personalidad fuerte, siempre fue de andar con personas grandes, con mi esposo, con mi cuñado. La adolescencia no la vivió acá (en Paysandú), pero de niño no fue de tener muchos amigos, y siempre andaba con gente grande”.

Según su mamá, Marcelo, que tiene 21 años, va a volver a su ciudad natal: “Todo lo que proyecta de futuro lo hace en Paysandú, ama esta ciudad y viene siempre que tiene un tiempito libre”. Marcelo no se olvida de Josemir.

 

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