Octubre de 2017. Algunos futbolistas que lograron el título del Mundialito en enero de 1981 y levantaron la Copa de Oro, preguntan por redes sociales o incluso a algunos periodistas dónde se encuentra el trofeo. Es un misterio.
Octubre de 1980. Tan solo dos meses antes de que empiece el torneo que jugarán cinco campeones mundiales, Uruguay, Argentina, Brasil, Alemania e Italia, más Holanda en lugar de Inglaterra –el único campeón que no participó–, los empresarios griegos Angelo Vulgaris y su socio Fertis –quienes habían ganado la licitación de los derechos de televisión–, se reúnen con el orfebre Walter Pagella luego de pedir presupuestos en distintos lugares, para saber si podía construirla. Le llevaron la maqueta que había confeccionado el famoso escultor Lincoln Presno, y no dudó.
Son dos historias en una, dos historias unidas por un trofeo histórico ganado en plena dictadura y que ha tenido escasísimo reconocimiento para sus ganadores.
"Con el avance de la investigación se pudo establecer que el trofeo estuvo un tiempo en el Banco República durante la década de los años de 1980, luego en la bóveda de la tesorería de la AUF –que hoy ya está desprovista de valores–, hasta que se pudo dar con el lugar actual: estaba en un cofre fort del Banco Santander de 25 de Mayo y Treinta y Tres, en pleno corazón de la Ciudad Vieja, desde la época en la que Eugenio Figueredo era el presidente de la AUF", contó a Referí el neutral Ignacio Alonso.
La Copa, que fue encontrada a mediados de enero, no está asegurada y no será llevada al Museo del Fútbol, por lo que permanecerá en el banco.
"Hacía muchísimo tiempo que no se entraba al banco porque la Asociación no suele tener efectos de valor manejados dentro de cofres fort. Fuimos con una escribana, el fotógrafo de la AUF, el presidente (Wilmar Valdez), la gerenta general y yo, y corroboramos que estaba allí. Cuando la encontramos, nos acordamos de lo que sucedió con el perro Pickles en el Mundial de Inglaterra de 1966 cuando encontró la Copa Jules Rimet que había sido robada", agregó.
En la AUF no saben por qué estaba allí, aunque entienden que seguramente se temió por la seguridad del trofeo y eso determinó que la llevaran al banco. "Estamos viendo qué hacemos, si la mantenemos ahí y armamos alguna réplica, ya que por ahora, asegurarla no está en los planes. La idea es que de alguna manera u otra, el trofeo esté exhibido, ya sea vía directa o una copia. Que se reconozca en una exhibición a los campeones de 1980", dijo Alonso. Y añadió: "Sentimos una emoción muy importante al ver una copa tan trascendente que forma parte de la historia del fútbol uruguayo, bien de cerca, poder apreciar lo que es el diseño, la calidad de la fabricación que realmente impacta por lo bella y sus atributos. Es muy linda y está muy bien lograda".
Con 74 años tiene vívidos los recuerdos de aquellos días en los que trabajó a destajo: fueron 14 días de 14 horas de labor ininterrumpida, solo con descanso los domingos. Muestra orgulloso un álbum de fotos de la fabricación de la copa. Lo tiene como una reliquia.
A partir de allí, Vulgaris y su socio Fertis –luego de pedir distintos precios– acordaron con Pagella, a quien conocían por su trabajo con artesanos griegos. Fueron ellos quienes regalaron el trofeo a los organizadores. La FIFA no puso un peso.
"Saqué los moldes para comenzar a construirla. Con los moldes, por un ingeniero, saqué espesor por área y supe el peso de cada parte. La copa está atornillada a un pie de ágata y lo que no se ve es de oro 18 kilates. Lo hice a cabal conciencia. Yo lo que hice fue una joya. No hice un trofeo", explica el orfebre de la Copa de Oro a Referí.
Y agrega: "Ese verano era terrible, hacía un calor impresionante, y yo estuve trabajando como un loco".
La copa es hueca, pero tiene un espesor de 1,25 mm.
Walter le pidió a quienes lo contrataron cuatro kilos de oro para hacer la copa porque no podía estar fundiendo a cada rato. Con una sola fundición se pierde el 4% entre el pulido, el limado y lo que vuela por el aire. La hizo en la mesa habitual de trabajo que tenía en su joyería Hefesto de la calle San José. La estaba haciendo a escondidas por temas de seguridad. Solo su esposa lo sabía.
El material de la copa "es oro 18 kilates, pero le hice una aleación fantástica. A partir de oro puro, tu podés hacer la aleación que quieras: oro amarillo, oro verde, oro blanco, pero para el blanco necesitás paladio. Entonces yo hice una aleación que se puede morder. Confío en el oro que yo puedo morder. Es metafórico, pero es así. Lo hice amarillo, casi verde. Sensacional. Tiene un brillo especial. El brillo de la copa capta toda la escena", dice.
"Compré lingotes en Pecho Hnos. una casa que no existe más. Estaba en la Ciudad Vieja. Fundí el oro en tres chaponeras de hierro y después tuve que laminarlo. Conseguí un taller importante para hacerlo porque se necesitaba una maquinadora grande. Entonces laminé de una sola vez. Lo gracioso era que los señores griegos pasaban por el negocio, y me preguntaban si estaba pronta la copa. Vi que habían levantado el segundo cheque, pero no la entregué hasta que levantaron el tercero, porque si no, el responsable ante el banco era yo. La tenía pronta, pero no quería entregársela hasta que no se cubriera ese último cheque. 'Falta pulirla', les inventaba yo, hasta que pagaran al banco", recuerda sonriente.
Entonces tuvo la copa en su casa ya pronta durante dos meses y medio. Con el paso del tiempo y poco antes de entregarla, se la mostró a sus hijos que aún eran chicos. Era un motivo de orgullo.
El pie de la copa es de ágata. La marmolería Abbate le regaló granito, pero no le gustó. Por eso recurrió al ágata, la cual hizo tallar expresamente.
Pero claro que hubo momentos de cansancio y agobio en pleno trabajo. Así lo evoca Walter: "Una noche estaba podrido, aburrido, solo, trabajando a puertas cerradas las 14 horas. Un amigo me dijo: 'No cortes los tornillos (que unen las patas a la pelota) al ras', porque la pelota entraba a presión. Y esa noche, empecé a atornillar la copa con los tornillos de oro con ese cansancio. Y me dije: 'Yo lo corto rente'. Ahí comprendí que la pelota podía saltar de los tres brazos de la copa, casi me vino un ataque de locura. Entonces, de los tres tornillos, hay dos que están bien y uno que no está bien del todo. Porque si Rodolfo Rodríguez movía la copa –como la movió– y se saltaba la pelota, yo me tenía que ir como el Pato Donald, de noche a escondidas de la sociedad. Lo hice con bronca porque estaba cansado y no le dejé el taruguito, medio milímetro. Ese medio milímetro lo tuve que golpear, y el oro se expandió. Eso traba la tapa de la pelota y no se puede escapar".
Cuando el dinero por el último cheque se pagó, los griegos fueron hasta su casa a buscar la copa. Concurrieron en un auto como si fueran a visitar a un amigo. Sin seguridad ni nada extra. Así se llevaron la copa.
Le pagaron todo, pero había un detalle. La copa tenía gastos extras: el ágata, los grabados, el estuche. Walter llevó los gastos, se los presentó y los griegos le contestaron que no era posible. "Me pagaron el 30% de los gastos. Entonces no les dije cuánto pesaba. Nadie sabe cuánto pesa".
"Por protesta espiritual, no fui a ningún lado. También me invitaron a todos los partidos a un palco especial. Fue una protesta social. El tema social del momento, no lo compartía. Nunca quise que me vieran involucrado en algo oficial. Lo mío fue de particular a particular. Nunca me reuní con ningún integrante de la AUF de entonces, ni con ningún militar. Nada de nada", explica Pagella.
Cuando vio que Rodolfo Rodríguez la levantaba al cielo por ser campeones, sintió "un orgullo íntimo. Porque cuando asumís una responsabilidad muy importante, se despiertan una cantidad de cosas: endorfinas, adrenalina en el cuerpo humano. Tenía obstáculos para pulirla, para fundirla, para el estuche. Los iba sorteando los obstáculos, iba como flotando. Me emocionó cuando la levantó Rodolfo".
Según comentó a Referí, la copa hoy vale unos US$ 280 mil. Y develó el secreto entre risas: "Pesa 2,6 kilos".
En la AUF, piensan hacer un agasajo con los campeones. "Seguramente haremos algo, algún tipo de acto, reconocimiento y en ese momento, poder dejar exhibida la copa en el Museo del Fútbol o en el hall de la Asociación para que la gente se interese y se mantenga la llama de aquella época. Fue algo muy importante para los uruguayos", explicó Alonso.Inicio de sesión
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