La visita a Montevideo del presidente Luiz Inácio Lula Da Silva salió bien. Saldo positivo, coincidieron varias fuentes de gobierno consultadas por El Observador. Pero la historia pudo no haber tenido un final feliz si el huésped de honor no hubiera puesto lo suyo -una innegable caballerosidad política- para salvar la confección de una agenda que presentaba algunos riesgos visibles.
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