Identidad. Eso es lo que le falta a Nacional. Identidad futbolística. Y es lógico. El técnico Eduardo Domínguez llegó en enero sin conocer el medio y se hizo cargo de un plantel en recambio, que tuvo 14 bajas y con altas que fueron llegando con cuentagotas mientras se desarrollaba la preparación.
Identidad y tiempo de trabajo para que el entrenador transmita su idea y que los futbolistas la mastiquen, la preparen, la entiendan y luego la lleven a cabo dentro del campo de juego.
A los pocos días de llegar, Domínguez se topó con un clásico. ¿Qué hizo? Armó un equipo con lo que tenía, de acuerdo a su paladar y sin conocer demasiado a sus jugadores ni a Peñarol. Ergo: perdió 2-0. Empezó con el pie izquierdo.
Para el segundo clásico, el de la Supercopa, ya tenía más tiempo en Los Céspedes y sabía cómo jugaba el rival. Entonces cambió rotundamente lo del primer partido, puso una línea de cinco, metió dos volantes de contención (en el primero jugó solo con Neves) y se recostó en su área. Le salió bien porque logró empatar a puro coraje y después Conde se agigantó en la definición por penales para que el tricolor levantara la copa.
Fue una circunstancia especial y que también se entendió. Los refuerzos no habían terminado de desembarcar, Peñarol había sido muy superior en el primer juego y él se tenía que resguardar.
Pero el sábado frente a Liverpool en Belvedere, repitió el sistema con cinco defensores, cuando no es habitual que un equipo grande se cuide tanto frente a uno chico, más allá de que era visitante, era el primer partido del campeonato y le había ido bien con ese libreto frente a los aurinegros.
Domínguez pretende que su equipo juegue de una manera y eso quedó de manifiesto. Buen trato del balón, paciencia para buscar el espacio y el momento justo para meter el pase punzante, para abrir a los costados y llegar con los volantes externos.
Eso quedó claro y lo intentó durante los primeros minutos. La pelota pasó mucho por Joaquín Arzura que distribuyó hacia las bandas y hacia Gustavo Lorenzetti, quien debutó en ese partido. La prolijidad y las buenas intenciones murieron ahí. Un poco porque ni Agustín Sant’Anna (jugando por izquierda, con pierna cambiada) ni Matías Zunino por derecha, estuvieron claros con la pelota.
Tampoco le llegó juego a los puntas, en este caso Sebastián Fernández y Octavio Rivero. Entonces fue mucho toque, muchos proyectos para llegar a Bava, pero poca efectividad en el área.
Ese guión fracasó. De modo que el técnico lo cambió para darle otra identidad al equipo en el segundo tiempo. Puso una línea de cuatro y acumuló delanteros. Volvió al solitario volante de contención (Felipe Carballo) con dos volantes de creación (Gonzalo Castro y Lorenzetti) y tres delanteros: Brian Ocampo abierto por derecha y los dos 9 en el área, Rivero y Gonzalo Bergessio.
Y fue. Y le aporreó el arco a Liverpool, que se sintió intimidado y se recostó contra Bava. El partido se hizo de ida y vuelta. Nacional se adueñó de la pelota, del campo y del espacio. Generó mucho juego, pero al mismo tiempo quedó desprotegido y si no fuera por Conde la historia hubiera terminado diferente.
Domínguez expresó después del partido que falta trabajo. Que se fue con bronca del estadio por la falta de efectividad. Es verdad. Pero también es cierto que hasta que el equipo no encuentre sus propios rasgos en la cancha, le va a costar abrir los partidos.
Nacional jugó cinco partidos (sin contar los amistosos a puertas cerradas) este año y apenas marcó cuatro goles. Dos frente a Colón de Santa Fe, uno ante Peñarol y otro frente a Liverpool.
El técnico fue claro en sus conceptos al final del partido del sábado: “Falta conocimiento, conocerse entre los muchachos. De a poco van entendiendo la idea. (El sábado) tuvimos posibilidades por fuera, de centro, entrando con paredes; hay que seguir insistiendo en lo que pretendemos, mas allá de cómo juguemos. Terminamos con tres delanteros, pero las situaciones muy claras las tuvimos con dos”.
El rodaje le irá dando el conocimiento y el funcionamiento que el técnico pretende. Pero debe afianzar una idea cuánto antes, un equipo, un sistema. Ya jugó un partido de campeonato y dejó dos puntos. Y el debut en la Copa Libertadores está a la vuelta de la esquina: el 6 de marzo arranca de visitante frente a Zamora de Venezuela.
El hecho de contar con cuatro extranjeros también le juega en contra, porque no todos pueden ser titulares. El sábado sacrificó a Bergessio y cuando el goleador entró tuvo que salir Arzura.
En el segundo tiempo contra Liverpool se vio a un Nacional avasallante en ofensiva que chocó una y otra vez contra Jorge Bava. Lo destacable es que nunca bajó los brazos. Encontró el premio (al menos del empate) cuando faltaban seis minutos más los adicionados con un centro del Chory Castro desde la izquierda y una definición en el área chica de Rivero. Pero debe mejorar para encontrar su mejor versión.
Kevin Ramírez, que integró la lista de convocados, quedó afuera del plantel de Nacional por un esguince; su lugar lo ocupó Facundo Labandeira. Tampoco estuvieron a la orden por lesiones Rodrigo Amaral y Axel Müller, mientras que Álvaro Pereira y el juvenil Santiago Rodríguez cumplieron un partido de suspensión porque fueron expulsados en el clásico.
El equipo de Liverpool fue dirigido en la cancha por Valentín Villazán, ya que el entrenador principal, Paulo Pezzolano, estaba suspendido y no podía estar en Belvedere. Así que observó el encuentro por televisión desde la sede negriazul y cuando terminó se acercó al estadio para saludar a los jugadores. Además, antes del partido fueron homenajeados los sub 20 Sebastián Cáceres y Nicolás Acevedo.
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