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“Parecés una ballena”: denuncian abusos y humillaciones en la gimnasia deportiva británica

Una verdadera cultura abusiva por parte de entrenadores de gimnasia deportiva salió a la luz pública en un informe que reseña centenares de denuncias que incluyen racismo, bullying y sexismo. En muchos casos se trata de niñas y adolescentes.
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23 de junio de 2022 a las 05:04

Las conclusiones de una investigación encargada por British Gymnastics (la entidad que regula el deporte de la gimnasia en Gran Bretaña) a la abogada Anne Whyte expone en sus trescientas seis páginas una pintura de racismo, homofobia, bullying, explotación y sexismo que ha impactado a la opinión pública y a todos los niveles del deporte.

La investigación, conocida como Whyte Review, fue encargada a raíz de la presentación ante la Justicia de diecisiete gimnastas, entre ellas tres olímpicas sobre lo que han denominado un sistema de abuso físico y psíquico por parte de los entrenadores.

Las mujeres, con edades que van de los quince a los cuarenta y tres años, buscan compensación por el daño causado por los abusos, que incluyen depresión, problemas musculoesqueléticos y Síndrome de stress post traumático.

Las acciones legales fueron precedidas por una carta documento a British Gymnastics en la que se enumeraban los casos y los detalles de los abusos perpetrados por los entrenadores y otras personas de las instituciones deportivas y los clubes británicos.

Las denunciantes, que tenían entre seis y veintitrés años en el momento de los hechos, expresan en su carta que las prácticas abusivas incluían el uso indebido de fuerza física por parte de entrenadores, actitudes machistas y un control excesivo de las dietas alimenticias e ingesta de líquidos.

Gaby Cook, ahora de 28 años, expresó a The Guardian “todavía estoy en proceso de cura, luchando contra las consecuencias a largo plazo del Síndrome de stress post traumático”. Dijo también que su denuncia apuntaba a que British Gymnastics tomara conciencia de esta situación, de la extensión de los abusos que se han producido por su ignorancia y su inacción.

Por su parte, Claire Heafford reveló al canal de noticias Sky News que hacía un año que estaba considerando iniciara acciones legales por los abusos físicos y emocionales sufridos mientras entrenaba como atleta de élite en los noventa.

Cook es ahora la cabeza del grupo Gymnasts for Change, una red de actuales y exgimnastas, entrenadores, parientes y allegados que busca terminar con las prácticas abusivas en el deporte y brindar apoyo a quienes las hayan sufrido. Según sus palabras, “éste es un momento clave en nuestra campaña por justicia ya que esto no ha sido debido a unas pocas manzanas podridas sino un sistema de décadas de abusos, promovidos y protegidos y encubiertos por los más altos niveles del deporte”.

Una línea telefónica dedicada del NSPCC (Sociedad para la prevención de la crueldad contra la niñez) ha recibido más de doscientas veinte llamadas con denuncias de abuso sólo en la pasada temporada de verano, de las cuales más de la mitad fueron derivadas directamente a la policía o a los servicios sociales.

La investigación subsiguiente que dirigió Anna Whyte, examinó más de cuatrocientas quejas y denuncias, realizadas del 2008 al 2009 y evidencian una cultura que ha sometido a niñas y adolescentes a prácticas humillantes, vergonzosas y psíquica y físicamente lesivas. Un dato que revela la inacción y la desidia de los directivos del deporte es que durante el periodo estudiado se recibieron tres mil ochocientas quejas que no fueron atendidas y no se han llevado registros de las que puedan haber sido presentadas desde el 2008 en adelante.

El informe de Whyte consigna que los entrenadores controlaban permanentemente el peso de las gimnastas, a veces en forma diaria, obligándolas a reducir drásticamente la ingesta de calorías. Una de las gimnastas declaró que tenia que esconder comida en su bolso de toilette, envolviendo barras de cereal en las medias y en el forro de la ropa, teniendo que soportar muchas veces que el entrenador revisara sus pertenencias buscando comida oculta. Otras chicas escondían la comida en escondites en el techo o debajo del colchón en sus cuartos, sufriendo también requisas periódicas al estilo militar.

No pocas niñas tomaban laxantes para asegurarse de ir de cuerpo antes del pesaje para bajar unos gramos o dejaban de tomar agua para que la balanza diera los resultados esperados por el entrenador.

Eran comunes agresiones verbales sobre supuestos excesos de pesos ante alguna mala performance, incluso llegando a sugerir que determinada vestimenta no era adecuada porque las hacía aparecer gordas. Expresiones como “culo gordo”, “parecés una ballena”, “tenés panza de cerveza”, “tus caderas son horribles” y muchas igualmente despectivas y agresivas eran comunes en el lenguaje de los entrenadores.

Una exatleta de elite recordó que fue obligada a permanecer parada dos horas en la barra de equilibrio por haber sentido miedo al intentar un ejercicio. Otras eran atadas a la barra por mucho tiempo u obligadas a trepar por una cuerda simplemente por haber pedido ir al baño o haberse excedido en el tiempo de descanso.

En el informe se describe como una gimnasta fue arrastrada por los brazos en el piso del gimnasio y otras presionadas fuertemente a realizar el entrenamiento estando con lesiones, aún con algún hueso roto.

Un gimnasta varón fue cacheteado por tener los pies mal ubicados o por doblar incorrectamente una rodilla, otros fueron amenazados con recibir cachetazos por no prestar atención.

Gimnastas obligados a perder tres kilos en una semana antes de una competencia obligándolos a pasar hambre, incluso siendo obligados a tomar compulsivamente laxantes para acelerar la pérdida de peso era moneda corriente en el arsenal de abusos de los entrenadores.

Muchas niñas de 7 y 8 años de edad eran sometidas a extensas y agotadoras sesiones de entrenamiento de veinte o más horas por semana. Una gimnasta de nivel nacional era obligada a entrenar treinta horas a la semana durante toda su adolescencia, generalmente tres horas antes del colegio y cuatro horas después de clases.

En el transcurso de la investigación se recibieron treinta denuncias de abuso sexual que consistentes en agresiones sexuales, grooming, comentarios sexistas o indebidas e ilegales entre entrenadores y gimnastas. Otras inconductas expuestas en el informe consistían en hacer cosquillas en el cuerpo o tocar innecesariamente el trasero durante ciertos movimientos gimnásticos, comentarios de contenido sexual o amenazas de ser besadas como supuesto castigo por no seguir instrucciones. No obstante, Whyte aclara que estas prácticas sexualmente abusivas no parecen haber sido sistemáticas o generalmente aceptadas en el período estudiado, por lo menos en la forma o intensidad con que lo han sido otras inconductas.

En el resumen final que Whyte hace del trabajo realizado se expresa taxativamente que en los años 2008 y 2009 se falló en poner el bienestar de los participantes como centro de la actividad gimnástica, especialmente entre la de élite y que la cultura imperante en la comunidad gimnástica fue incapaz de plantear sus preocupaciones.

Recomienda también a quienes hayan sufrido maltratos, dirigirse en busca de ayuda y apoyo legal a la British Athlete Comission, una organización independiente fundada en 2004 que se ocupa de representar los intereses integrales de los atletas británicos.

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