Cuando comenzaron a manejarse candidatos para el remplazo en el Ministerio del Interior, mi primer reflejo fue pensar en algunos nombres de la primera línea de Alianza Nacional. Como alternativa, pensando en la posibilidad de que se pueda mover un ministro, (Ej: Javier García) especulaba con la posibilidad de que igualmente, alguien de Alianza sea designado en el ministerio que quedaría vacante. No sucedió ni lo uno ni lo otro. Ambas posibilidades estaban pensadas bajo la lógica de “cuidar” la representación electoral en el gabinete más que la confianza política. Sin embargo, primó esta segunda lógica. ¿Era de sentido común que así fuera?
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