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Rápido, furioso y con agenda hiperactiva: en 10 días, Macri desarmó 10 años del "modelo K"

El arranque del gobierno macrista apuntó a desarmar lo más "pesado" de la herencia que dejó Cristina Fernández
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02 de enero de 2016 a las 05:00

Mauricio Macri arrancó su mandato con la ansiedad de aquellos que saben que no tienen un minuto que perder.

Si a los presidentes recién electos se les suele recomendar que traten de hacer la mayor parte de sus reformas en los primeros 100 días, porque es el período de consenso social conocido como "luna de miel", a Macri ese período parece habérsele acortado sustancialmente.

Tanto como para que el recién electo mandatario haya desechado cualquier propuesta de gradualismo y haya optado por acelerar en sus primeros 10 días con medidas de fondo.

¿Cuál es la explicación a esta agenda hiperactiva? En parte, por la urgencia de los temas que forman parte de la herencia recibida del saliente gobierno kirchnerista. Pero, sobre todo, por una evaluación política.

Demolición sistemática

Macri es bien consciente de que el gran desafío que tiene por delante es el de consolidar la gobernabilidad, un rubro en el que se han mostrado defectuosos todos los presidentes no peronistas. Sabe que la escasa representación parlamentaria de la coalición que lo llevó al poder no alcanza para ganar ese sustento político.

En consecuencia, su objetivo es lograr rápidamente un consenso social que compense la falta de un gran aparato partidario. No por casualidad, "gestión" ha sido la palabra mágica que fue repetida machaconamente en la campaña electoral.

Así, desde la conformación del gabinete con estilo gerencial hasta la adopción de una estrategia de anuncios impactantes con frecuencia diaria, todo apunta a generar en la opinión pública la idea de un gobierno ocupado, hiperactivo y que persigue los valores de eficiencia propios del ámbito privado.

Es claro que Macri ha querido ubicarse en las antípodas de experiencias frustradas, especialmente la de Fernando de la Rúa, quien a pesar de haber llegado con amplio consenso social y un "dream team" en el gabinete, desperdició rápidamente su capital político, sin animarse a tomar medidas estructurales.

En el marco de esa sensación de urgencia, la agenda de los primeros 10 días ha sido tan intensa que ya parece lejanísimo el día de la asunción de Macri, con la polémica entrega de la banda presidencial y el no menos polémico baile en el balcón de la Casa Rosada.

Desde entonces, el equipo de gobierno, sobre todo en su área económica, se ha dedicado a desarmar, uno por uno, los principales pilares sobre los que se ha sustentado el "modelo K".

A continuación, lo más destacado de esa lista:

*Acuerdo con las provincias. La foto del presidente, sonriente en el quincho de Olivos junto a los 24 gobernadores fue todo un hito. Para empezar, porque nunca había ocurrido en toda la década kirchnerista. Y para seguir, porque hubo coincidencias en la necesidad de cambiar los términos de relación financiera entre el gobierno nacional y los provinciales.

El hecho de que la propia Alicia Kirchner, en su condición de gobernadora de Santa Cruz, haya asistido a la reunión y además se haya quedado de la desesperante situación financiera en que encontró la provincia de la familia Kirchner, da la pauta de la agenda pendiente en este tema.

Macri identificó un tema urgente y otro para trabajar como reforma de mediano plazo. La urgencia pasa por la asistencia financiera a aquellas regiones donde hay dificultades para pagar sueldos, aguinaldos y planes sociales. Es también una forma de "blindar" el arranque del gobierno contra los temidos disturbios y saqueos findeañeros.

La gran reforma pendiente, naturalmente, es la nueva ley de coparticipación, que garantice que no se repita el reparto discrecional de ingresos que utilizó Cristina Kirchner como forma de ejercer premios y castigos políticos.

*Eliminación de retenciones al agro. No fue una sorpresa, por cierto. Estaba en el listado de promesas de campaña de todos los candidatos, incluyendo al oficialista Daniel Scioli.

En un contexto de retraso cambiario, el hecho de que, además, hubiese un castigo impositivo para el principal sector exportador del país se había tornado un asunto indefendible incluso para los propios economistas K.

Pero la previsibilidad de la medida no le quitó efectividad a nivel de impacto político. Rodeado de productores rurales en Pergamino, con plantas de maíz como fondo, el anuncio tuvo todo el contenido simbólico de un acto de reparación histórica. Porque, aunque la soja haya recibido apenas un alivio del 5%, fue inevitable recordar el duro conflicto de 2008 en torno a las polémicas "retenciones móviles".

El gesto significó, además, una señal de confianza por parte de Macri: resignará un ingreso fiscal de casi $37.000 millones, a cambio de una promesa de incremento en la inversión, en el pago de impuestos y también de aporte de divisas por parte de aquellos que han "encanutado" la producción.

*Alivio en la presión impositiva. Otro hit de la campaña electoral, y por lo tanto también una medida previsible. Pero no por ello menos impactante, dado que la argumentación del kirchnerismo para sostener el impopular impuesto a las ganancias personales era la necesidad de ese aporte fiscal para solventar muchas de las políticas sociales de Cristina.

Lo cierto es que no le faltaba razón a la expresidenta: durante su mandato, Ganancias incrementó progresivamente su peso en la "torta" de la recaudación. Desde un 18%, pasó a significar un 24% en el ingreso fiscal. Y la tendencia iba en aumento, dado que, al no actualizarse el mínimo no imponible por inflación, este impuesto era el único que crecía aun en recesión.

La medida de que recién se gravará a quienes ganen más de $30.000 –unos 70.000 pesos uruguayos- implica que más de la mitad (un 54,4%) de quienes aportaban, ahora quedarán exentos.

Para Macri, el sacrificio fiscal vale la pena: le permite compensar el pico de inflación esperado y, además, ablanda a los sindicatos que más duramente habían combatido el impuesto, como los camioneros de Hugo Moyano.

*El desarme de los controles comerciales. Declaraciones juradas anticipadas para importar, premisos previos para los exportadores, papeleo, burocracia, permisos sujetos a discrecionalidad de los funcionarios. Toda esa larga nómina tejida a lo largo de los años por Guillermo Moreno y su equipo quedó desarmada de un plumazo.

Alfonso Prat Gay dejó en claro que, bajo la nueva gestión, la exportación ya no será percibida como una práctica peligrosa, sospechada de hacer crecer los precios domésticos, sino que ocupará el rol de locomotora de la economía.

El propio Macri anunció, en la reunión anual de la Unión Industrial, que también las exportaciones manufacturadas estarían exentas de retenciones.

*El fin del cepo. Era la gran medida esperada por todos. Y era la que mayores dudas había generado, por el temor a las consecuencias de dejar librada al mercado la tarea de encontrarle un precio a la divisa.

Se había filtrado la noticia de que había un debate interno en el gobierno, entre un bando de "halcones" que prefería tomar de un tirón las medidas desagradables, y aquellos "palomas" que abogaban por un camino gradualista. La discusión ponderaba el riesgo de un impacto inflacionario y una resistencia social a la medida.

Pero se impuso la visión de Prat Gay, que argumentaba que no ocurriría el escenario más temido: ni un "overshooting" del dólar ni una explosión inflacionaria.

Para llegar a la medida se debió, antes, revertir otras políticas emblemáticas del kirchnerismo. Una fue el desarme –parcial– de la "bomba fiscal" que había dejado el Banco Central, con sus contratos en el mercado de dólar futuro. El riesgo era la obligación de un pago de $ 60.000 millones que se gatillaría tras la inevitable devaluación. Se moderó la cifra tras una negociación con los bancos.

La otra medida previa era una sustancial suba en la tasa de interés. Por primera vez en muchos años, la tasa quedó positiva en términos reales. Es decir, el interés por colocar pesos supera a la inflación esperada.

Poner la tasa en 38% no es una medida fácil, porque puede inducir a un enfriamiento de la economía, pero fue considerada una medida imprescindible: es la forma de incentivar a que los ahorristas no corran hacia el dólar.

Finalmente, la eliminación del cepo llevó a que el gobierno se jugara al todo por el todo cuando se viera frente a la reacción del mercado. Pero el dólar que arrancó en $15 y bajó hasta $13,6 significó un triunfo político. "Un éxito total. Hubo más vendedores que compradores", dijo un eufórico Prat Gay.

Y, sobra aclararlo, esta estabilidad significa una victoria política, ideológica y cultural. El cepo era considerado por el ala dura del kichnerismo una herramienta defensiva imprescindible para defender un modelo pro-industrial. El final con un cierre de pagos a importadores, un Banco Central sin reservas y un subsidios a los turistas de clase media marcan el fracaso de la visión de Axel Kicillof.

*Declaración de emergencia eléctrica. La política del kirchnerismo en materia energética había sido uno de los flancos más débiles. Sin embargo, la habilidad política de Cristina para transformar debilidades en virtudes le había permitido capear políticamente la situación mediante la estatización de YPF.

Sin embargo, el correlato de apagones y un sistema al borde del colapso, además del gigantesco costo fiscal de los subsidios a la electricidad y el gas, terminaron por convencer a Macri de avanzar fuerte en este tema.

Contrariando los consejos de una política gradualista, el ministro Juan José Aranguren confirmó que ya en enero comenzará el proceso de subas tarifarias.

Además, fue crudo en su diagnóstico sobre la situación del tendido de distribución eléctrica. Dio por descontado que habrá problemas durante dos años más y no descartó que se llegue a la situación de cortes programados.

Es uno de los rubros en los que Macri enfrentará su mayor desafío: la puesta a punto de una red vieja y defectuosa es una tarea lenta, además de cara. Pero el gobierno tiene en claro que no le queda la opción de avanzar en este rubro sin exponerse al malhumor social.

Lo cierto es que, en su fuero íntimo, los funcionarios kirchneristas habían querido actuar en la misma dirección pero el temor a la reacción popular los llevó a suspender varias veces el intento de suba tarifaria.

Ahora, con la conciencia de que hay un contexto político que lo permite, Macri decidió también tumbar el tabú de los subsidios energéticos.

*Acercamiento al mercado de crédito. La negativa a tomar deuda, muchas veces algo más impuesto desde el exterior que una decisión real del gobierno, se terminó transformando en una bandera para la militancia K.

El exministro Kicillof esgrimía una mezcla de argumentos principistas con cuestiones prácticas. Decía que no quería volver a endeudar al país, pero que aunque quisiera, las tasas a las cuales le ofrecían plata eran impagables.

Tenía razón, claro. La Argentina, con el riesgo país propio de un país en default, podía conseguir dólares a 10%, más del doble de lo que pagan los países de la región.

Pero en pocos días Prat Gay se dio el gusto de anunciar un préstamo sindicado por parte de un grupo de bancos internacionales, por un monto de US$ 5.000 millones, a una tasa que se pactará en torno de 7%. Y, además una línea crediticia con el Banco Interamericano de Desarrollo, también por US$ 5.000 millones, a desembolsar en cuatro años.

En menos de una semana, estos anuncios permitieron dar ciertas garantías de que se podrá recomponer las reservas del Banco Central y, además, empezar a financiar un plan de inversión en infraestructura. Y con menos tasa de interés, solo por el efecto de un cambio de expectativas.

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