Aunque Uruguay no sea un país que suele asociarse con el movimiento sísmico, el territorio nacional no está exento de temblores. Los últimos que sucedieron se registraron en Punta Yegua en marzo de 2016; otro en Las Piedras en noviembre del mismo año y el más reciente en setiembre de este año en Carmelo.
Estos últimos son muy leves en magnitud en comparación con el ocurrido en junio de 1888 en Colonia, el sismo de mayor magnitud en la historia del país. Con este antecedente en el departamento y dada la cercanía del Parque Anchorena a la falla del Río de la Plata, un equipo del Observatorio Geofísico del Uruguay y de la Facultad de Ciencias comenzaron la instalación en el lugar de una nueva estación sismológica.
La instalación, que cuenta con el apoyo de Presidencia, del Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM) y la universidad ORT, pretende monitorear la actividad sísmica de la zona. Hasta ahora, el Observatorio Geofísico del Uruguay tenía ocho estaciones permanentes instaladas en distintos puntos del país. Desde estos lugares en los que hay sismómetros o acelerómetros se envían datos a Montevideo para que sean estudiados.
Mientras que un sismómetro puede registrar un radio de 80 kilómetros, un acelerómetro puede hacerlo de manera óptima en 35 kilómetros a su alrededor.
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La geóloga Leda Sánchez -una de las encargadas de la instalación- contó a El Observador que los datos que se evalúan pueden ser por movimientos naturales o por perturbaciones artificiales, por ejemplo, a causa de la minería o la instalación de represas. "La importancia de la instalación de estos equipos tiene que ver con el control y registro para el conocimiento de lo que sucede pero también para la prevención", expresó.
Sánchez explicó que en Uruguay, pese a que los sismos son pequeños, suelen ser superficiales y por eso la gente puede sentirlos; como pasó en algunas oportunidades en que habitantes de distintos departamentos los contactaron.
El sismómetro, que se prevé que esté en funcionamiento a partir de enero, costó US$ 26 mil y fue financiado en su mayoría por el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba). A esto, se le suman unos US$ 1.500 de la instalación.
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