Rusia 2018 > COMENTARIO

Se nos resbaló la ilusión

Mermado por la ausencia de Cavani, sin resto físico por el desgaste ante Portugal y con un error clave de Muslera, Uruguay no pudo ante una Francia muy superior
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06 de julio de 2018 a las 13:54

Enviado a Rusia

Kanté fue un muro impasable. Mbappé un diablo escurridizo. Pogba estilo y elegancia. Griezmann un crack con alma de potrero. Francia un equipazo. Y hasta ahí llegó Uruguay en el Mundial de Rusia 2018: cuartos de final. Que no es poco.

Ganó Francia 2-0 en Nizhny Nóvgorod. Y ganó bien. Mostró sus cartas desde el arranque y apostó a ganador a sabiendas de que eso implicaba el escenario que Uruguay pretendía.

Óscar Tabárez intentó repetir el libreto ensayado hace seis días, en Sochi, contra Portugal. Ceder la pelota, replegar filas, achicar espacios, tener bajo control el caudal de juego rival e intentar pasar por sorpresa al ataque. Rápido y vertical.

Los primeros 15' fueron esperanzadores. Luis Suárez pescó una pelota que Varane pifió y puso a correr a Laxalt por izquierda. Bentancur pasó con clase y acierto. Giménez cabeceó el primer córner forzando a Lloris a una rápida intervención.

Pero fue un espejismo. Bastó con que Mbappé empezara a romper líneas con su frenético uno contra uno para que Uruguay se viera, por instinto de supervivencia, forzado a retroceder.

El problema se fue agravando más por defectos propios que por los méritos ajenos, que en el primer tiempo fueron bastante controlados por el esfuerzo defensivo.

En campo propio, Uruguay comenzó a perder un montón de pelotas. Cáceres, Torreira, Laxalt, Vecino. Fue un problema colectivo y no personalizado.

Eso lo llevó a quedar recostado en su cancha sin poder pasar más al ataque, más allá de algún esfuerzo individual de Nahitan Nández, el mejor en ese tramo del juego por marca (cerró peligro por su banda) y desdoble.

Un par de desbordes de Mbappé por derecha le hicieron pasar zozobras a Muslera y Francia fue creciendo con el gran trabajo de pivoteo que hizo Olivier Giroud, inteligente para desplazar a los centrales celestes hacia los costados para abrirle camino al mediapunta Griezmann.

Y fruto de esa mala administración de pelota llegó una falta que Bentancur debió hacer tras recibir un pase por alto de Laxalt. Varane anticipó a Stuani y la mandó a guardar de cabeza.

Uruguay respondió. La eterna metáfora del león herido. Torreira puso un centro picante y Cáceres lo cabeceó. Lloris fue la gran diferencia en el partido. Se estiró como un gato realizando una de las grandes atajadas del Mundial.

Con una posesión del 57%, Francia jugó un segundo tiempo inteligente. Tiene un entrenador que jugando de 5 solitario ganaba todos los duelos individuales en la Juventus de la década de 1990. Un bicho.

Recostó al equipo unos metros atrás y lo fue soltando en bloque en pacientes posesiones o con el punzante vértigo de Mbappé.

Uruguay empezó a reiterarse en pelotazos largos intrascendentes. A pedir de boca para Varane y Umtiti. Una cosa esa fórmula cuando el pretende tomar el protagonismo y ve que el partido se lo pasa en el aire, enlentecido, y otra es cuando tiene ventaja y tiene que defender esa formulismo básico.

Tabárez movió el banco. Optó por liberar la zona de control del mediocampo rival para ensanchar su ataque con el Cebolla Rodríguez y ampliarlo con la presencia de Maxi Gómez.

Poco cambió. Cuando se intentó progresar por abajo, se encontró con un Kanté prodigioso, ocupando con calidad todos los espacios del campo. Cortando y dándole siempre a la pelota el destino que le pedía la jugada.

Y del otro lado Pogba. El portento físico. El que cuando decide ir al frente todo lo puede desestabilizar con zancada y pega. Con manejo y potencia. Así salió de la cueva, lanza en mano, para presionar a Vecino, recuperar, avanzar y gestar. Se la entregó a Griezmann y este probó. Un bizcochazo. Por supuesto que a la uruguaya. La pelota viboreó justo cuando Muslera había dado un paso de más. La defensa ensayada por sus manos fue fallida. Y al partido le cayó el telón.

Porque Uruguay nunca pudo tirar el resto. El corazón del león herido nunca pudo recuperarse de aquel desgaste físico y emocional que significó ganarle a Portugal con más alma que fútbol. Porque el fútbol lo había puesto Cavani y Cavani no estaba ni en el banco, por lesión.

Y así se escurrieron los 33 minutos que quedaban. Sin más chances de gol que un remate del Cebolla que se fue contra el palo. Francia achicó el espacio y por las dudas mandó al gigante Nzonzi para el cierre para poner una torre extra por delante de los centrales y cerrar el único camino que Uruguay tenía para descontar y evocar a sus dioses milagrosos.

No hubo milagro. Ganó Francia por mejor. Perdió Uruguay sin resto físico, sin Cavani y condenado definitivamente por el error de una de sus grandes figuras. Terminó entre los ocho mejores del mundo. Y vistas las circunstancias es para celebrarlo.

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