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Soca: "Cuando llegué a Peñarol no me hablaron por 20 días"

El lateral izquierdo, campeón de América y del mundo con Nacional y en el quinquenio con Peñarol, sigue viviendo el fútbol desde un lugar diferente, ahora desde el mundo de la docencia y como coach ontológico. Confesó que le picó el bichito y quiere volver a dirigir
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08 de agosto de 2020 a las 05:01

“¿Quién gana? Esa es la primera pregunta que me hacen cada vez que viene un clásico, porque jugué en los dos equipos. Y respondo que no soy adivino, porque si supiera jugaba al Supermatch o a algo de eso. Ahí es donde te das cuenta, la gente vive de una forma diferente ese partido y con otras inquietudes. ¡Imaginate lo que significa todo eso para un deportista!”, explica Carlos Favier Soca, el exfutbolista que se formó en Nacional, jugó en Peñarol, fue protagonista en la mejor historia moderna de los dos (fue campeón de América y del mundo en 1988 y de la Recopa 1989 con Nacional, y estuvo en el quinquenio de Peñarol).

A los 51 años la vida lo encuentra bien adentro del fútbol, en esos lugares al que llegan unos pocos, y al mismo tiempo bien lejos de los titulares de los diarios. Es director técnico de fútbol, recibido en el Instituto Superior de Educación Física, coach ontológico profesional, analista en gerencia deportiva y docente en técnica-táctica y estrategia en los tres centros de formación de entrenadores de Uruguay: Instituto Universitario de la Asociación Cristiana de Jóvenes, en la Organización de Fútbol del Interior y en el curso Instituto Técnico Profesional de la Asociación Uruguaya de Entrenadores de Fútbol. Desde hace ocho años forma a los entrenadores del futuro.

Hoy, a 30 años de los primeros Nacional-Peñarol que jugó y cuando le preguntan por los clásicos, ¿diría que cambiaron?

Sí. Por supuesto. Cambiaron porque hoy se juegan partidos mucho más tácticos, por tanto hay más estrategias a desarrollar por parte de los entrenadores y creo que el partido es más imaginable, seguramente porque sabemos más sobre los sistemas que pueden utilizar, qué modelos de juego puede emplear uno y otro. Cada vez se sabe más sobre el fútbol y los entrenadores están más preparados, y saben cómo jugar con los jugadores y cómo esperar hasta el último minuto para anunciar el sistema. Para el que mira el fútbol analíticamente, actualmente hay más sorpresas en los aspectos tácticos, antes había menos.

¿Por qué?

Porque hoy no sabés si Nacional forma con un 4-3-3 o un 4-1-4-1. También puede ir por un 4-2-3-1, y de acuerdo a los sistemas cambia la forma de jugar.

¿Cómo se lo imagina a Nacional el domingo?

Con un 4-2-3-1.

¿Quién acompaña a Yacob en el doble cinco?

No sé, pero lo imagino Yacob-Neves, con una línea de tres por delante con Carballo, si estuviera Rodrigo (Amaral) y Chory (Castro), y Bergessio de punta. Lo imagino esperando y contragolpeando.

¿Qué hace con Santi Rodríguez y Ocampo que hacen fuerza para meterse en el equipo?

Que esperen un poquito. Son nuevitos, y los utilizaría para el aprovechamiento de espacios libres con ese sistema.

Y si fuera Forlán…

Por lo que vi hasta ahora, Diego va a jugar con el 4-4-2, o 4-4-1-1. Va a esperar y responder. Creo que va a ser un clásico muy táctico, y esto de ser táctico aburre mucho. Antes el fútbol y estos partidos eran más ida y vuelta, ahora hablamos de transiciones, de momentos de fútbol.

Pero, si fuera Forlán, ¿qué haría?

Esperaría y contragolpearía, porque los jugadores de Gustavo son de tenencia para abrir la cancha cuando consiguen la pelota, entrar por los carriles externos, centros a Bergessio. Por lo que vi hasta ahora, Diego se maneja así. Soy muy atrevido, pero es lo que haría si fuera Forlán, es lo que considero que va a hacer él, que va a esperar y contragolpear. También, si fuera Gustavo, que no lo soy, haría el mismo juego, esperar y contragolpear.

Entiendo, entonces, que si tuviera que dirigir en este clásico esperaría y contragolpearía.

Sí.

Porque es un clásico muy especial, vuelven después de cinco meses, no se sabe cuánto pueden dar los jugadores.

El fútbol es el juego de la incertidumbre porque no sabés lo que va a pasar hasta que sucede, por más que ataque un jugador por derecha. Imaginate ahora la incertidumbre que tiene el entrenador y el jugador, especialmente para saber mentalmente si es aquel que fue o si puede ser lo que no fue y mejorar. Es un clásico de incertidumbre, de incertidumbre máxima.

¿El favorito?

Dicen que Nacional.

¿Para usted?

Para mí, en la piel del jugador de fútbol, si ganaste cuatro clásicos seguidos influye. Entrás de otra forma.

¿Le sucedió?

Sí, claro. Y también si venís de tres clásicos perdidos, también influye.

¿Este receso de cinco meses no borra todo, no formatea y hace que todos arranque de cero?

¡Nooo! Para nada. Te recuerda al instante. En la semana te viene un review de lo que pasó, y te duele o te potencia, te afecta emocionalmente.

¿Por qué usted escribe mucho del aspecto emocional en redes sociales, desde su formación como coach ontológico?

Porque influye muchísimo. Yo juego mucho con los deportistas, con lo que llamo los ecualizadores emocionantes. Cómo van a un partido y cómo vuelven. Con alegría, tristeza, miedo, sorpresa… Hay tantas emociones individuales para manejar colectivamente. El entrenador pasa por lo mismo: te hacen un gol al minuto y siente sorpresa, ira. El fútbol es un juego de emociones, pero recién te das cuenta de todo eso cuando lo dejás. En mi época de jugador, vos me tirabas dos caños en un partido, a la tercera te iba a buscar y era roja. ¿Qué sucedía? No gestionaba la emoción. No medía. El fútbol nuestro era así, y sabías lo que venía después de dos caños. Y es válido tirar dos caños.

El tema del coach está muy verde en Uruguay. En Europa, desde los años 1980 lo manejan muy bien. Guardiola tiene tres coaches, y uno personal que es Manel Estiarte, pero hay que saber. No tenés que saber de fútbol, pero si te pusiste una camiseta y te das cuenta que el linimento no es perfume, tenés más chances de entender el couchí"

¿Cuántos jugadores hacen coaching con usted?

Manejo mucho la reserva. Tuve jugadores de selección, de equipos grandes, jugadores que están en Chipre, Chile, Perú, España…

¿Nota los cambios?

Ellos lo notan, que es lo importante. En la primera sesión se van recalculando, porque, para empezar, un coach está libre de juicio e interpretación. En este momento te digo “tengo miedo”, pero capaz que mi miedo no es tu miedo. Mi miedo me paraliza, a vos te hace avanzar.

¿Cuál es su rol en todo esto?

Llevarlo de una situación actual a la deseada. Darnos cuenta y adquirir conciencia de si lo que está queriendo él es posible, extraordinario o imposible. Y te pongo un ejemplo: yo quiero jugar al fútbol hoy de noche con amigos, eso es posible; que hable con un amigo de Nacional y le diga si puedo jugar 15 minutos con los pibes de la Sexta, eso es extraordinario; ¿puedo jugar el clásico el domingo y entrar en lugar del lateral izquierdo? Eso es imposible. El imposible existe. No creo en esas frases que lees por ahí en Facebook e Instagram que dicen que el imposible no existe… ¡Sí, el imposible existe! Pero el coach va por lo extraordinario.

¿Qué es lo primero que dicen los jugadores?

Que quieren una seguridad, y lo primero que les respondo es que acá van a encontrar la tranquilidad. La tranquilidad de que van a hacer un proceso, que van a adquirir conciencia y que van a estar tranquilos que hicieron lo mejor que pudieron siempre, y que cada partido es un nuevo comienzo. Ahí está la tranquilidad de ellos. Hoy empieza el campeonato y ya empiezo a ver los partidos con otros ojos porque tengo jugadores en todos los equipos.

¿Cuántas veces a la semana tienen charlas con usted?

Una por semana. Y el proceso te lleva unas 10 sesiones. Es muy individual, porque esto no es terapia, no es gente que tiene patologías. Acá tenés objetivos, buscás fortalecer propósitos, metas. No buscás por qué, sino para qué. Te planteás qué querés fortalecer, qué querés mantener, qué querés mejorar, qué querés solucionar. Te voy a poner un ejemplo de un trabajo que se puede hacer con un futbolista: necesito tirar cuatro centros por partido en la zona de finalización. Entonces pregunto, cuántos estás tirando. Te responden ninguno. ¿Cuál sería el objetivo? Llegar al destino de cuatro centros por tiempo. Bien, trabajemos para eso, qué está haciendo, qué no, cómo lo mejora.

¿Le hubiese gustado tener coach?

Sí.

¿Hubiera sido otro futbolista?

Sin dudas. Mirá, yo cargué con una gran tinta, y no voy a ir para atrás porque hay gente que ya no está viva y tengo que ser muy respetuoso. Jugué una final de América y fui campeón, pero estuve en una final del mundo y no la jugué porque me sacaron, y ahí pongo el punto. Después continué jugando. La fortaleza que tenía que tener para soportar un dolor tan grande, que para mi fue una injusticia. Lo que sucedió en aquel momento no fue como lo vendieron. Y ahí también pongo el punto. Sin embargo, pude hacer ocho o nueve años de carrera, soportando esa situación, que era injusta. Fue complicado, y con el coach lo hubiera superado mucho más rápido.

¿Le llenó de rencor esa situación?

No, rencor no. Porque a partir de ahí, y allí estuvo la importancia de ponerme una meta, el objetivo fue salir en todas las fotos con Nacional. Tenía 19 años. Y así sucedió. Estuve en todas las fotos, en todas las finales. Eso sirvió para demostrarme que lo había sucedido había sido injusto. Era un diálogo que tenía en mi interior, porque después de aquel episodio (de la final de 1988) mi intención pasaba por dejar el fútbol, volver a la Facultad de Derecho y sentía que ya había cumplido mi etapa en el fútbol. En definitiva, ya había sido campeón de América.

¿Quería largar todo a los 19?

Sí.

¿Quién lo impidió?

Mi viejo. Un crack. ¡Un crack! Me dijo: "¿Querés quedarte con esto o querés demostrarte que podés?". Hizo un poco de coach. Ahí me pinchó, le dije que quería demostrar que podía, que las injusticias existen pero que le puedo ganar a ellas. Todo pasó por ahí. Obviamente te queda una espina, pero me detengo en que fue una etapa linda y que quedé en el recuerdo.

Luego, en 1996 y después ganar todo con Nacional, club del que era hincha, va a Peñarol. ¿Cómo lo recibieron?

No me hablaron durante 20 días.

Martín Rodríguez contó que le encaró en la habitación de Los Aromos…

No me acuerdo exactamente todos los detalles del episodio, como cuenta Martín, pero sí el contexto: yo jugaba contra él, lo marcaba, y le hacía cualquiera en la cancha, en una época que Nacional ganaba. Martín es un crack, pero había que entender ese momento, porque le hacía cualquier cosa en la cancha, le pegaba. Recuerdo que Faccio llegó a declarar: “Soca le pega al puntero que recién está empezando”. ¿Cómo querías que me recibiera? Me dieron la habitación en la concentración en Los Aromos con él y el primer día que entramos me dijo algo así: "Quiero que sepas que estás acá pero no te banco". Y yo le dije: "Ya me vas a bancar, tranquilo". Estuve cerca de un mes en el que pahhh (expresión que intenta resumir la incomodidad de aquella situación)... Recuerdo que esperaba que subieran todos al ómnibus y yo era el último, para ver qué lugar quedaba libre. Porque venía mal en una época que Nacional ganaba siempre, entre 1988 y 1992. Entonces, en el ómnibus me tocó al lado del Bola Lima, otro crack, amigo hoy, que me dejó la ventanilla libre. Y me preguntaba, "¿me dejó la ventanilla libre? Mmm...", pensando que era por algo. Y resultó que fue solo porque le gustaba ir en el pasillo. Entonces, subía al ómnibus y le decía “permiso”, me miraba, y ni “hola” me decía. Después, a los 20 días se dieron cuenta que fui a romperme el lomo, a jugar, y fui el quinto con más minutos del plantel.

Allí se ve su fortaleza mental para soportar eso.

¿Y en la calle? Fuaaa! La gente no lo podía entender. Estuve dos meses esperando a Nacional, porque en 1995 a mi me contrataron para jugar la Libertadores, y enseguida perdieron. Esperé a Nacional, y en su momento el técnico dijo: "Quiero un lateral que marque, no que suba". Increíble en un cuadro grande. Porque mi gran lío con los entrenadores era que me pedían que primero marcara y luego subiera. Y yo les decía: "Primero subo y después marco, porque estoy en un equipo grande". El grande tiene que ser protagonista. Yo era muy así…

¿Les contestaba?

Sí. Y me decían: "Vas a esperar". Esperaba hasta que empatábamos 1-1, entonces en ese momento sí querían laterales que subieran, y me llamaban. A ver, esto es así: si no utilizás el fútbol para divertirte… en ese puesto, en donde los laterales medían 1,50 m, eran retacones, y llegué yo, flaquito, 1,77 m, rápido, ¿qué iba a esperar si era más o menos marcando, y la diferencia la hacía subiendo? Si vos mirás los centros de la izquierda en toda esa época, la de las chilenas del panameño Dely Valdés, los goles de Pinocho Vargas, yo siempre estaba ahí. Lamentablemente en esa época no me di cuenta que también podía hacer una diagonal al área (se ríe).

En Peñarol, después de esos 20 días, lo aceptaron, y formó parte del quinquenio.

Sí, en 1996. Y no lo reniego. Soy de los de dice que no me equivoqué.

¿Por qué aceptó?

Porque esperé a Nacional. Nacional me dijo que no, era el otro grande del fútbol uruguayo y tenía un hijo chico.

¿Lo pensó mucho?

¡Como una semana! Y otra vez apareció mi viejo. Así fue el diálogo: “Viejo, ¿qué hago?”. La respuesta de padre: “Yo soy hincha tuyo, y de tu familia”. Solo eso me dijo. Era muy Sócrates en su respuesta. Automáticamente tomé el teléfono y me comuniqué con Damiani, quien me llamaba desde hacía una semana, y le dije 'voy'. Estaban todas las condiciones dadas, me daban lo que quería.

¿Le pagó más Peñarol que Nacional?

En ese momento sí. Me daban lo que quería para que no dijera que no. Fue revolucionario en ese momento. ¡Y después volví a Nacional! Y me pagaron más.

¿Cómo fue volver a Los Céspedes después de jugar un año en Peñarol?

Creo que en Nacional me llevaron para que no arreglara en Peñarol, que también me quería en 1998. Y me ofrecieron un mejor contrato. En Nacional no jugué un partido, y ahí me di cuenta que me habían llevado para pagar factura. Todavía no entiendo eso de pagar la factura.

A veces parezco el único que jugó en los dos grandes. Mi única explicación es que estoy muy identificado a todo lo que gané en Nacional, luego a lo que logré en Peñarol, mi vuelta a Nacional y a ganar. Entonces dicen, este ganó, ganó, ganó. ¿Para dónde tira? Y lo que sucede es que estoy en ese lugar difícil después de haber pasado por los dos grandes en el que ni me aplauden ni me insultan, estoy silenciado.

¿Cómo lo recibieron en el vestuario de Nacional?

Fue con Hugo (De León). No, no me dijeron nada. Tenía 28 años, era un hombre. Creo que ayudé mucho a los Martín del Campo, Gaby Álvez, Laca Bergara, Regueiro. Y me transformé en el suplente eterno.

¿Por qué fue sabiendo que podía ser “suplente eterno”?

No sabía que iba a ser suplente eterno cuando firmé. Cuando firmé iba con el deseo de volver a Nacional, a mi club, a jugar. Luego le dieron oportunidades a todos, los probaron a todos en el lateral izquierdo menos a mí.

¿Habló con De León sobre el tema?

No. Nunca hablé con él. Hubiera estado bueno en ese momento, pero vivimos lindos momentos como compañeros. Él como técnico iba a poner al mejor, pero el día que pusieron hasta a Camejo de lateral izquierdo, ya vi cómo venía la mano. Después fui un año a Brasil, volví a Juventud y me retiré a los 30 años, porque ya no lo sentía igual. Estaba concentrado en Juventud, miraba el techo y decía: “¿Qué estoy haciendo acá?”.

Cada año, la moda se inspira en Europa, ¿el fútbol también?

Sí. En la actualidad también, pero no siempre fue así. El otro día le contaba a mi hijo que nosotros, en una gira en 1989, empatamos 0-0 a Milan con Gullit y Van Basten, le ganamos 3-2 a Ajax, perdimos 2-1 con Napoli, empatamos 0-0 con Sevilla. No sabíamos contra quiénes íbamos a jugar hasta que nos ponían frente al rival. Hoy sí estamos muy influenciados. El asunto es que hoy como docente no podés dejarte influenciar. En ese lugar tenés que brindar todas las herramientas para que el alumno, mañana futuro entrenador, decida si va por la tenencia, el ataque directo… De todas formas, si no tenés al jugador, no tenés nada. Por más que sepas toda la teoría, si no tenés jugadores no tenés nada.

¿Es clave en esto que plantea que el entrenador adapte la forma de jugar a los futbolistas que tiene?

Ahí se plantea un gran tema: ¿hasta dónde pierdo mi identidad por dirigir?

¿Hasta dónde? ¿Qué le dice a sus alumnos?

Eso es muy personal, pero lo peor que le puede pasar a un entrenador es no tener identidad. ¿A qué juega Inzaurralde? A esto. ¿A qué juega Soca? A esto otro. Por ejemplo, Rosario Martínez no gusta para algunos, pero tiene su identidad. Si lo vas a buscar sabés para qué. Y dije Rosario, pero también Gustavo (Munúa) tiene su identidad, Román Cuello la suya, Mauricio Larriera… todos tienen su identidad.

Y en algún momento escribió: "El fútbol es una máquina de picar carne".

Es así, es una máquina de picar carne desde niños. El 0,05% llega a Primera, el resto son ciudadanos comunes y corrientes.

¿Qué puede hacer en una sociedad en la que a los seis años le enseñan a ganar y si no gana lo hacen sentirte mal?

Tenés que preocuparte por el resto que no va a llegar, para que a los 19 o 20 años quieran seguir jugando al básquetbol, al tenis, que quieran seguir haciendo deporte a esa edad y que no esperen a los 40 para volver a vincularse con el fútbol. Para eso hay que hacer trabajos integrales y globales, trabajos de 5 contra 5, en lugar de hacer un 10 contra 10, arma cuatro canchas con partidos de 3 contra 3. Seguramente el pibe toque más la pelota.

Lo que le digo a los entrenadores es que el fútbol está hecho para ganar, y que no hay que tenerle miedo a eso. Porque el fútbol es así. Pero también tenés que aceptar y saber que perdés, y no tenés que tenerle miedo a perder. Lo que sí tenés que tener claro es qué aprendés al ganar y qué aprendés al perder. Generalmente, para el papa del niño del baby fútbol, cuando su hijo gana es crack, le compra tres panchos y lo deja llenito. El asunto es que después de perder, también tengo que aprender. Hay que saber manejarlo emocionalmente"

¿Decía que le gustaría dirigir?

Me está picando el bichito. Generalmente me lo planteo, cuando doy clase en todas las licencias, que veo que formo entrenadores, voy dejando algo… y decís, "¿por qué no dirigir?". Pero hay un asunto: hoy me muero si concentro.

¿Por qué?

Porque otra vez volver a comer tallarines, estar encerrado. Dejame acá, tomando un café. Acá estamos de novela, ¿o no? Mirá si ahora te tengo que decir: "Bueno, Luis, dejamos acá, me voy porque me tengo que ir a concentrar". Me muero. ¡Me muero! Y lo peor es estar dos días concentrados. En mi época vivíamos hasta seis días concentrados.

Eso en Europa no sucede, no concentran.

Porque esto es así de simple: hoy estoy tomando un café, pero si decido tomarme un vaso de vino ahora, y el domingo ando mal, el que pierdo soy yo. Si estoy gordo, pierdo yo. Por eso creo que tenés que ser un entrenador-docente, trabajar el aspecto cognitivo del jugador y formarlo integralmente, como persona. Esa es la falla que veo, porque si vos les das herramientas ellos van a ser más responsables.

Si mañana lo viene a buscar de un equipo, ¿no concentraría?

No.

¿Haría fe ciega en sus jugadores?

Sí.

¿Y qué sucede si el viernes de noche salen y se acuestan de madrugada?

No llegaría a esa instancia y si llegara, habría un acuerdo, un contrato con ellos, en el que transmito lo que va a suceder en cada situación, y se los voy recordando. Si sucediera, le diría al infractor: "¿Te acordás lo que hablamos? Si salías que sucedía tal cosa. Sos el 9 goleador pero qué hiciste, saliste, entonces no jugás.

¿Y lo saca del equipo?

Por supuesto. Ahí está el asunto.

¿Cómo resiste la presión de la hinchada, de los dirigentes?

Eso no importa. Si soy honesto con el grupo y la honestidad es uno de los aspectos medulares, entonces audio y video tienen que funcionar. La hinchada está en la tribuna. Los que me responden son los jugadores que están en mi equipo. ¿Qué sucede si el 9 suplente hace todo lo que corresponde, a las 10 de la noche está acostado, se cuida, se alimenta bien y premiás al 9 titular que salió y no se cuidó? Tienen que coincidir el audio y video del entrenador.

Los futbolistas se terminan de formar en Europa. Fijate que Luis (Suárez) se fue y trabajó un mes y medio en espacios reducidos para mejorar la percepción, toma de decisiones y la ejecución, y de Uruguay se fue tirando bengalas. Aquí hay una rapidez de resultados que no te dejan formar.

Si suena el teléfono, ¿mañana acepta el desafío de dirigir?

Quizás sí. Al menos lo estoy dudando, y lo pienso. Lo que sucede es que muchas veces me llamaron o preguntaron, y ya saben que no concentraría, por ejemplo.

¿Qué sucede si el hijo pequeño de uno de sus titulares no pudo dormir previo a un partido?

Bajo honestidad vas a venir al otro día y vas a decir: "Soca, dormí tres horas porque mi nene tuvo fiebre". Vos te pensás que porque duerma tres horas va a rendir menos. ¡Va a ir más potenciado! Sin embargo, si te tengo concentrado y tenés a tu hijo enfermo, ¿cómo estás en la concentración?

Con la cabeza en tu casa.

Viste. Estoy jugando a lo Sócrates. Pero te prefiero junto a tu hijo, vas a venir, vas a decirme lo que te pasó y te voy a responder: “Vamos arriba, vas a ser el mejor, acordate de tu hijo”. Nada más.

¿Dirigiría a Nacional?

Sí.

¿Y a Peñarol?

No. ¿Estamos en un juego virtual, verdad? Digamos que el fútbol que a mi me gustaría, que sería el de tenencia, no iría con la identidad de Peñarol.

¿Se anima a transformar esa identidad de Peñarol por la que le gusta a usted?

Lo hizo Fossati. Lo consiguió un año. Sí, lo consiguió un año, pero duró un año. Nada más.

¿Hay identidades que no se pueden forzar?

No. Jorge es un entrenador al que le gustan juegos combinativos, poner carrileros. Ganábamos 4-1, y cuando salía me decían: “Soca, ¡4-1!”. Y el comentario que esperaba después era que debíamos ganar 6-1, pero la respuesta era: “¡Es mucho! A nosotros nos gusta 1-0, gol de codo”. Ganabas 1-0 y estaban felices. Y en Nacional ganabas 4-1, algo que me pasó muchas veces, y te decían: “Era para hacerle 7, ¿eh?”. Hace mucho que no voy al fútbol, y no sé si la gente sigue esperando a los jugadores. Antes te quedabas media hora firmando autógrafos, y charlando cara a cara con la gente que te preguntaba, qué pasó. Y estaba buenísimo. Te quedabas charlando. No existía esa violencia…

Era una obligación estar con la gente. Veía a Cacho Blanco, Brunell, Ubiña, y te decían: "Este fue campeón de esto y de lo otro". Yo estaba cara a cara con ellos, no los veía en Internet. Y les preguntaba: "¿Qué es ser campeón de América?". Y te decían: "Agarrar América así (hace un gesto como que abraza algo), y decir es mía". Y pensaba, qué bueno debe ser eso. Porque ser campeón Uruguayo en esa época era un detalle, incluso cuando fui campeón con Nacional y con Peñarol, pero ser campeón de América te da un sello para toda la vida. Hoy estamos tan lejos, o capaz que tan cerca… es unir esa gente con los pibes de hoy, con el hambre, las ganas. Porque nosotros teníamos que ganar para amoblar la casa. A ver si puedo graficar lo que nos costaba: para amoblar la casa tenías que ganar una Liguilla, para comprar un apartamento tenías que ganar un campeonato y algo más. Y está bien que hoy ganen fortunas.

¿Hubo algún tema del que nunca habló en el fútbol?

Que estoy dentro de ese porcentaje de jugadores de fútbol que no quiso ser futbolista. Nunca fue mi objetivo. Mi aspiración cuando llegué al fútbol, era divertirme. Fui porque el Parque Central me quedaba cerca y un día me encontré jugando en Primera. Sí, salía de la facultad y estaba jugando en Primera. Era una locura. Ahora, no sé si volvería a jugar al fútbol. Viste que suelen preguntar qué harías si volvieras a vivir, yo iría por el lado académico, en la facultad, porque ya viví la experiencia como futbolista, me encantó, pero ya está. Traté de dar lo mejor como en todo lo que hago, pero ya está.

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