“Somos negros”, dice el exfutbolista Darío Silva mientras señala a la cámara con el dedo índice. “¡Negros!”, repite orgulloso el cantante Américo Young. “Somos negras”, complementa Edith González, figura del candombe. “Somos negras”, reafirma la comerciante Noemí Santarena. Así comienza la campaña que este martes lanzó el Banco Mundial y el Ministerio de Desarrollo Social con el objetivo de que más uruguayos se identifiquen —sin vergüenza y sin temor— como afrodescendientes.
Entre 1852 y 1996 los afrodescendientes eran invisibles en las estadísticas uruguayas. Los censos de población no los contabilizaban, no se sabía sobre sus características demográficas ni sus condiciones de vida. Cuando por fin los registros oficiales empezaron a prestarle atención al dato, se comprobó que los “negros” empiezan a trabajar a una edad más temprana que los no afro, lo hacen en condiciones de empleo poco calificados y mal remunerados, y más de un tercio está en la informalidad.
No solo eso: el desempleo es más alto entre los afros, la culminación de la educación obligatoria es más baja y su acceso a los puestos de poder más limitado.
En el país que se forjó a base de los que descendieron de los barcos, pero que a veces olvida de los esclavos que también bajaron de aquellos navíos, los prejuicios que recaen sobre la población afrodescendiente son tantos que, estiman los demógrafos, el porcentaje de quienes se identifican como negros está subrepresentado.
De acuerdo con el último censo nacional (2011) los afrodescendientes representan el 8,1% de la población en Uruguay. Pero estiman que son más. Por eso la campaña #SOMOSAFRO intenta que, quienes realmente se autoperciben afrodescendientes, lo digan en el próximo conteo que inicia este sábado 29 a través de internet y luego presencial.
Rosa Méndez, directora de Promoción Sociocultural del Mides y quien se autopercibe “orgulloamente afro”, explica que, según las Encuestas Continuas de Hogares y otros indicadores “es probable que la población afrodescendiente en Uruguay esté más cerca al 14%”.
De hecho, en Rivera, uno de los departamentos fronterizos con Brasil, había un 17% de negros y ahora se estima que supera el 23%.
¿Por qué los uruguayos no se identifican como afrodescendientes? Méndez sostiene que “en muchos casos hay falta de información”. Cuando hacen las recorridas de campo con el Ministerio de Desarrollo Social “la gente no sabe bien qué significa autopercepción o si negro y afro son sinónimos”. A eso se les suman “los estigmas, el qué dirán, los prejuicios”.
En ese sentido, concluye la directora, “aún en 2023 los adultos jóvenes son de los que más sufren el racismo en los centros educativos, y la discriminación es por su color de piel y por el cabello más rizado”.
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