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Soul no será lo mejor de Pixar, pero es ideal para cerrar el 2020 o empezar el 2021

Aunque es despareja y recuerda a cosas ya vistas, la película tiene un espíritu que convive excepcionalmente con los tiempos que corren
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02 de enero de 2021 a las 05:15

Pixar nos malacostumbró. El camino de la compañía de animación que funciona bajo la égida dominante del conglomerado Disney –y que empezó con aquella primera historia de juguetes titulada Toy Story en 1995– ha sido el de excelencia acumulativa. El de las películas que entierran sus raíces en el corazón de espectadores grandes y chicos y que se quedan ahí, en el baúl de las historias que elegimos recordar. Es así, entonces, que por cada secuela menor o historia original sin vigor –digamos, las Cars 2 y 3, Buscando a Dory, Valiente o Un gran dinosaurio– tenemos dos o tres genialidades que van limpiando el terreno, elevando la vara y haciendo que la confianza en los animadores que trabajan detrás de la marca de la lámpara saltarina sea cada vez mayor. Y es justamente por esa confianza casi ciega, por el entusiasmo y la expectativa que genera tener por delante una nueva creación del estudio –y más si es original– que su último trabajo, Soul, se queda un poco a mitad de camino. Aunque eso no significa, de todos modos, que no sea una película/regalo de navidad ideal para el cierre del 2020 o el comienzo del 2021.

¿Por qué tanta contradicción? Básicamente porque Soul es una historia de propósitos, búsqueda, aceptación, jazz, existencialismo y hasta metafísica que toca las teclas que hay que tocar, que logra ser efectiva, en ocasiones cálida y que funciona con la calibración cinematográfica que Pixar ya patentó, pero que al mismo tiempo adolece de algunas lagunas narrativas, ciertas complejidades que la hacen sorpresivamente adulta y un poco caótica y, al final, un pequeño problema que puede llegar a ser grave o no, pero que a juicio de quien escribe no puede obviarse: recuerda demasiado a Intensa-mente (2015). Y la comparación pelo a pelo quizás no es lo mejor para esta nueva película ambientada en dos mundos: el del jazz en Nueva York y el de las almas en una dimensión cósmica.

Dirigida por el veterano de Pixar Pete Docter (que justamente había sido el encargado de Intensa-mente, además de la preciosa Up: Una aventura de altura) y el dramaturgo Kemp Powers y estrenada directamente el pasado 25 de diciembre en la plataforma de Disney+, en Soul nos encontramos con Joe Gardner (con la voz en inglés de Jamie Foxx), el primer personaje negro protagonista en una película de la compañía. El dato no es menor: Docter y Powers le dejan buena parte del comienzo de su película a la presentación del mundo del jazz en la gran Manzana, una espectacular recreación que comienza con el salón de clases en donde Joe enseña música –con poco éxito y muchos ensayos insoportables– y que termina en un bar exquisitamente representado donde se conjuga una de las expresiones culturales afroamericanas más influyentes de la historia y en donde Joe, quizás, pueda llegar a encontrarse con la posibilidad de realizar su sueño: el de convertirse en un pianista destacado del cuarteto de Dorothea Williams. Y así, empezar de verdad a vivir su vida y cumplir su propósito.

Los planes no le salen muy bien: a la salida del ensayo que cambiará su destino cae en una boca de tormenta y se muere. Sí, se muere y no es spoiler; sucede incluso antes de los créditos iniciales. Con su consagración musical en el buche, Joe va a parar a una especie de desdoblamiento cuántico del Más Allá en el que las almas se preparan para, en lugar de partir, llegar a sus respectivos cuerpos y nacer. En inglés es The Great Before, lo que sería algo así como El Gran Antes. En ese mundo de posibilidades infinitas y preparación de voluntades, Joe debe entrenar a 22 (la voz de Tina Fey), un alma en potencia que no logra encontrar su propósito y conseguir el “pase” a la Tierra, para básicamente volver a la vida y cumplir con su destino.

Si todo este tema del Más Allá y El Gran Antes suena complejo es porque lo es. Soul dedica muchos minutos a diagramar esta suerte de dimensión paralela para que sea más o menos entendible, y a pesar de que resulta asombroso el despliegue de los mundos y los submundos de las almas –es fascinante la representación conceptual de quienes han perdido el rumbo y el propósito, por ejemplo–, aun así queda la sensación de que mucho se escapa. ¿Es la intención? Probablemente. Da la impresión de que la película busca generar más preguntas que otra cosa. Pero en este campo es donde la imagen de Intensa-mente –que hace algo similar, pero con las emociones y el cerebro humano y de manera mucho más amigable– aparece y saca ventaja.

Así, la película cambia rápidamente de tono y vuelve a la Tierra, en donde se convierte en una película de enredos y atropellos mucho más llana que pierde un poco de pie aunque, sin embargo, queda salpicada por instantes de existencialismo e incógnitas que a muchos les quedarán resonando. En esa ida y vuelta entre lo terrenal y lo cósmico, los destinos de Joe y 22 se irán empedrando hasta el final.

Soul funciona y ni siquiera se puede decir que lo haga en piloto automático. Es ágil, sus personajes están delineados con trazos firmes, la historia tiene las capas suficientes como para pertenecer a la colección de las “buenas” de Pixar, la música de Atticus Ross y Trent Reznor vuelve a marcar presencia y es probable que sea la película en la que la calidad y la textura de la animación este en su punto más alto, al tope con el colorinche abrumador de Coco y las últimas entregas de Toy Story. En ese sentido, es una película vital que transmite y exuda vida y color, sobre todo cuando se estaciona en la ciudad de Nueva York. Pero por otro lado, también se siente como un esfuerzo demasiado calculado, una especie de repetición de fórmula sin mucho humor que la aleja de los cánones más altos, a ese Olimpo de la animación que Pixar supo tocar, alcanzar y dominar. El que todos esperamos cada vez que se anuncia una de sus películas.

Acá llegan de nuevo las contradicciones, porque a pesar de que sus problemas que no la dejan seguir escalando posiciones, al final Soul es una de las mejores películas que nos podrían haber tocado para cerrar el 2020 o comenzar el 2021, sobre todo para los adultos que de vez en cuando tenemos dificultades para ver el horizonte entre las nubes pandémicas. Porque de nuevo: esta película es, a pesar de sus formas "acolchonadas" y algunos gags infantiles, decididamente adulta. Sus últimos veinte minutos y los puertos y emociones que la historia toca al final son de lo mejor que tiene para dar, lo que la convierten en un regalo ideal y en un soplo de vitalidad para unos meses añejados en la miseria del miedo, el encierro y la paranoia.

Porque ante la espera de un final, del tan mentado “propósito”, del regreso de la vida y del momento en el que otra vez podamos comenzar a vivirla, Soul golpea la mesa y recuerda que la vida es lo que está pasando, no lo que esperamos que pase. Que no se empieza a vivir en el porvenir, en el después, en la gran consagración. Que la vida, y así lo aprende Joe, es el traje que su madre le cose con esperanza, el día en que escucha la música por primera vez, el contacto del agua fría de mar con los pies descalzos, el cambio de las hojas en verano y esas mismas hojas planeando hasta el suelo en otoño, el atardecer que a través de la ventana del metro le da sentido a todo y lo llena de luz desde la cabeza hasta la punta del dedo gordo del pie.

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