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Tabaré Vázquez, el caudillo que llevó a la izquierda a 30 años de triunfos

A partir de 1989 condujo al Frente Amplio desde la minoría inoperante hasta la cima del poder
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06 de diciembre de 2020 a las 07:15

Una tarde helada en el estadio Luis Franzini, a principios de la década de 1980, en la que “se jugaba peor aún que lo habitual y solo entraban en calor los cafeteros”, Defensor le hizo un gol al Club Atlético Progreso. Un hincha de los violetas que vestía poncho, “enfrentándose a un señor de gamulán, comenzó a insultarlo como forma de festejo, mientras bailaba a su alrededor una especie de grotesco malambo. Cuando el agredido quiso reaccionar, el agresor emponchado salió corriendo y regresó con un par de guardias acusando al vilipendiado (y ahora completamente desconcertado) hincha de Progreso de provocador. La cosa se calmó, pero el de gamulán siguió masticando rabia todo el segundo tiempo y cuando terminó el partido esperó al emponchado y lo bajó de un derechazo. En la refriega, un agente restableció el orden argumentando sobre su cabeza con el machete. Ese día escuché por primera vez su nombre: ‘Ese que sangra por el machetazo es Tabaré Vázquez, el presidente de Progreso’”.

La anécdota, narrada por César di Candia en Búsqueda en 1989, dice mucho sobre la personalidad del médico oncólogo Tabaré Vázquez, dos veces presidente de Uruguay.

Vázquez, un hombre de mediana estatura y físico cuidado, fue metódico, competitivo, valeroso, un luchador al que no le gustaba perder ni a la bolita, según sus amigos. “Es amor propio que te enseñan”, dijo cierta vez.

También fue el líder que condujo al Frente Amplio –la izquierda política uruguaya– hasta lo más alto: primero a la Intendencia de Montevideo, tras vencer en las elecciones de 1989; luego a ser mayoría relativa en las elecciones nacionales de 1999; y por fin al gobierno nacional en 2005, con mayoría absoluta.

Jerarquía por mérito propio

Tabaré Ramón Vázquez Rosas, nacido en Montevideo el 17 de enero de 1940, observador y de habla suave, gustaba del fútbol, el boxeo, la pesca y las charlas con sus íntimos en torno a un fogón montaraz.

Con un grupo de amigos, entre los que se contaba Juan Salgado, presidente de la compañía de transporte de pasajeros Cutcsa –crecido en un barrio humilde y masón como él–, concurría a pescar en el río Negro en la zona de Villa Soriano, o en la barra del río Santa Lucía. Después de asumir la Presidencia de la República por primera vez, en 2005, incorporó al menú de campamento y pesca el río San Juan, en la espléndida estancia presidencial San Juan de Anchorena, en Colonia.

Nieto de gallegos e italianos, era un miembro de la meritocracia que aún pudo emerger por valor, esfuerzo y talento mientras agonizaba el Uruguay estatista y burocrático de la primera mitad del siglo XX.

Su padre, Héctor Vázquez, fue obrero de frigoríficos en la zona del Cerro, empleado de la refinería de Ancap en La Teja y dirigente sindical: primero afín al Partido Nacional y luego socialista.

Desde adolescente y por varios años, Tabaré trabajó en una licorería de la firma distribuidora Carrau y Compañía. Líder revoltoso en el liceo, ingresó a la Facultad de Medicina en 1963, se casó en 1964 con María Auxiliadora Delgado y se recibió de médico en diciembre de 1969, sin haber perdido un solo examen.

Tabaré y María Auxiliadora, quien fue empleada de la Caja de Jubilaciones y Pensiones de Profesionales Universitarios hasta que se jubiló en 1992, tuvieron tres hijos: Álvaro (1966), Javier (1967) e Ignacio (1970), y adoptaron a Fabián Barbosa cuando tenía 13 años.

Hasta 1971 trabajó en Sanidad Policial, mientras hacía un posgrado en oncología y radioterapia. Renunció cuando el clima político se le tornó opresivo debido a la detención de su hermano menor.

Jorge Vázquez, un enfermero casi cinco años más joven, fue uno de los jefes del OPR-33, un grupo guerrillero menor, de tendencia anarquista, responsable del robo de la bandera de los Treinta y Tres Orientales en el Museo Histórico en 1969, y de una serie de rapiñas y secuestros extorsivos. Jorge permaneció en prisión más de una década a partir de 1972.

Tabaré Vázquez se especializó en el Instituto Gustave Roussy de París entre 1976 y 1977, becado por el gobierno de Francia. Tuvo vasta actividad docente universitaria en la década de 1970, y en 1985 ocupó el cargo de profesor-director del área de Radioterapia del Departamento de Oncología de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República. En 1981 fue jefe del Departamento de Radioterapia del Instituto de Oncología, cargo que ganó por concurso, y luego presidió el mismo Instituto.

Trabajó en varias mutualistas, entre ellas la Asociación Española, donde forjó una estrecha relación con el gerente general, Óscar Magurno, un personaje del Partido Colorado y de la Masonería. A partir de 1986 montó en sociedad una clínica privada (COR: Centro de Oncología y Radioterapia), que luego adquirió gran prestigio y mucho poder político, burocrático y empresarial.

En 1992, la familia Vázquez Delgado dejó su apartamento de Agraciada y Grito de Asencio, tras comprar y restaurar la noble casona de Buschental 3484, en el Prado de Montevideo.

Político tardío y muy exitoso

En 1979 asumió la Presidencia del Club Atlético Progreso, un modesto equipo de fútbol del barrio La Teja de Montevideo, que había sido fundado en la casa de sus abuelos paternos y que competía en la Segunda División. Ese año Progreso fue campeón y ascendió a la Primera División profesional. En 1985 ganó el torneo Competencia, en 1987 participó por primera vez en la Copa Libertadores de América y en 1989 conquistó el Campeonato Uruguayo de Primera División, en un torneo breve que se jugó a una sola rueda.

Tabaré Vázquez fue gestor fundamental de El Arbolito, en La Teja, un típico club barrial, con equipo de fútbol, cancha de bochas y cantina, al que agregó una policlínica de atención médica gratuita. También presidió la Liga Universitaria de Deportes en 1985 y la Confederación Sudamericana Universitaria.

En 1988 aspiró a la Presidencia de la Asociación Uruguaya de Fútbol, pero se lo impidió la oposición de Peñarol y Sudamérica. “Es un cargo que tradicionalmente fue ocupado por personas pertenecientes al Partido Colorado” explicó después.

Tabaré Vázquez abandonó el fútbol para pasarse a la política activa.

En 1983, durante la apertura democrática, se sumó al Partido Socialista (PS). Pese a su condición de novato, fue bien recibido por ser ya un médico de prestigio y dirigente del sufrido fútbol nacional.

“No solamente no había sido militante de izquierda sino que, por el contrario, hizo crecer su carrera profesional y académica durante la dictadura en una Universidad intervenida, para lo cual mantuvo vínculos con el poder cívico-militar”, incluso en la organización del “Mundialito” de fútbol 1980-1981, escribió el periodista Sergio Israel en Tabaré Vázquez – Compañero del poder, libro biográfico publicado en 2018.

En las elecciones nacionales de noviembre de 1984, las primeras tras casi doce años de dictadura, Vázquez ocupó un modesto lugar 16º en las listas del PS, casi de relleno, y en 1987 se integró al Comité Central.

También en 1987 se sumó como tesorero a la Comisión Nacional pro Referéndum, que realizó un esfuerzo grande y metódico para derogar la ley de Caducidad de diciembre de 1986, una suerte de amnistía para policías y militares que cometieron abusos durante la dictadura.

El referéndum se celebró el 16 de abril de 1989 y, aunque finalmente el 58% de los ciudadanos respaldó la ley de Caducidad, Tabaré Vázquez logró prestigio por su capacidad de gerenciamiento.

La izquierda concurrió a las elecciones nacionales del 26 de noviembre de 1989 tras la fórmula Líber Seregni-Danilo Astori. Y Tabaré Vázquez, quien ya ocupaba el tercer lugar en la lista a la Cámara de Senadores del Partido Socialista, detrás de veteranos políticos como Reinaldo Gargano y José Korzeniak, fue designado primer candidato del Frente Amplio a la Intendencia de Montevideo.

¿Cómo llegó hasta ahí?

Mariano Arana, quien en 1984 perdió la Intendencia de Montevideo por escaso margen ante el colorado Aquiles Lanza, en mayo de 1989 comunicó a la dirección del Frente Amplio que no aceptaría una nueva postulación.

La postulación municipal derivó hacia cuatro personas: el médico Hugo Villar, el candidato histórico de 1971; el abogado Alberto Pérez Pérez, un ex Lista 99 que permaneció en el Frente Amplio cuando Hugo Batalla se fue, y que se había distinguido en la campaña para derogar la ley de Caducidad; el popular agitador radial Germán Araújo, expulsado por sus pares del Senado en 1986; y alguien sugerido por Arana: Tabaré Vázquez.

Villar renunció a la precandidatura y Araújo tenía sus enemigos, que lo consideraban un demagogo. Pérez Pérez, exdecano de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, contaba con el respaldo de Democracia Avanzada, una subcoalición liderada por el entonces poderoso Partido Comunista, y el PVP de Hugo Cores; mientras Vázquez era apoyado por el Partido Socialista y por la Vertiente Artiguista. Los tupamaros, que proponían resolver la cuestión en el Plenario Nacional del Frente Amplio, se abstuvieron. Después de muchas vueltas, el 9 de julio de 1989 surgió humo blanco: el candidato sería Vázquez y el comunista Tabaré González su primer suplente.

“Vázquez no es un masón ni un socialista destacado”, resumió Sergio Israel en su libro de 2018. “Sin embargo, es notorio que posee un don poco común que lo une siempre al poder”.

Durante la campaña electoral, sus rivales colorados y blancos subestimaron su capacidad de concitar hondas adhesiones emocionales. La simpleza de su discurso, de tono populista, provocó cierto escándalo en la intelectualidad de izquierda, que, sin embargo, lo aceptó por razones prácticas: tenía instinto táctico, gran llegada a la gente más sencilla y era un ganador pertinaz.

Montevideo: el primer gran triunfo

En esas elecciones de 1989, las segundas tras la recuperación democrática, Luis Alberto Lacalle llevó a su Partido Nacional al gobierno, que había abandonado en 1967. Y el Frente Amplio, representado por Tabaré Vázquez, obtuvo su primera gran posición de poder al ganar con el 34,5% de los votos en Montevideo, el pequeño departamento que concentra el 40% de la población del país, después de una turbulenta administración del Partido Colorado.

El éxito fue aún más clamoroso porque la izquierda había sufrido dos golpes gigantescos: la escisión del Nuevo Espacio, liderado por el muy popular Hugo Batalla, que se tiró por cuenta propia y obtuvo casi el 9% de los sufragios; y la caída del muro de Berlín, en noviembre, preámbulo de una serie de derrumbes cual dominó de los regímenes del “socialismo real” y de buena parte de su tinglado ideológico.

Vázquez, quien fue intendente desde el 15 de febrero de 1990 hasta su renuncia el 5 de julio de 1994, para ser candidato a la Presidencia de la República, desarrolló un liderazgo expeditivo y muy personal, sin mayor apego a los dogmas ideológicos tradicionales de la izquierda.

Mantuvo buenas relaciones con el presidente Lacalle, rompió las amarras con la fuerza política, eligió el gabinete a su gusto y gozó de la lealtad personal de quienes lo rodearon. (Algunos seguirían a su lado durante muchos años: Azucena Berrutti, Víctor Rossi, María Julia Muñoz, Jorge Basso, Gonzalo Fernández, Ariel Bergamino).

Los directores, como después harían casi todos los ministros, no se atrevían a contradecirlo.

Oscar Bottinelli se refirió a su estilo en El Observador del 21 de noviembre de 2004: “Funciona sin problemas cuando hay una aceptación tácita a su autoridad y su estilo. Y cuando hay esa aceptación tácita, ese ermitaño se transforma en un hombre que oye los consejos (sin dar señales de haberlos oído) y los aplica (para sorpresa de los consejeros, que creyeron haber hablado en vano)”.

Bottinelli describió “la compleja personalidad” de Vázquez: “Es un hombre que no gusta de las reuniones colectivas, ni cultiva demasiado el diálogo, ni tiene afecto por los debates o los intercambios de ideas. Que en lo sustancial decide por sí y muchas veces sin consulta. En el plano político es un ermitaño. Que siente además el tamaño de su poder, tiene vocación por el mismo y un fuerte sentido de autoridad. Hasta ahora ha sabido imponer su autoridad siempre, desde que ha disputado el mando en la Intendencia hacia dentro, el mando de la Intendencia en relación al liderazgo del Frente Amplio (en manos de Líber Seregni), el liderazgo de la izquierda en oposición a Seregni, el liderazgo de la izquierda en relación a grupos, sectores, líderes fraccionales y a prácticas y reglas harto colectivas. Y cuando no ha logrado la aplicación pacífica de la autoridad, recurrió a cortar el nudo gordiano: lisa y llanamente se fue, con renuncia o con licencia sine die, pero dejó a los demás con sus cuitas y reyertas”.

El primer gobierno municipal frenteamplista aumentó la recaudación, en especial a través de la Contribución Inmobiliaria, redujo el personal e incrementó sus salarios reales, así como ciertas obras y programas sociales, y privatizó algunos servicios. Creó los Centros Comunales Zonales, con lo que descentralizó una parte de la gestión municipal, aunque la participación ciudadana decayó en los años siguientes hasta ser casi nula.

Ante todo, la administración Vázquez contribuyó a naturalizar al Frente Amplio como opción de gobierno, y a mostrar que podía ser responsable y expeditivo.

Pugna por el liderazgo del Frente Amplio

Tabaré Vázquez disputó el liderazgo de la izquierda al general Líber Seregni, y al favorito de este, Danilo Astori, mientras se procesaba un replanteo ideológico profundo tras el derrumbe del “socialismo real” en el este de Europa. Los aspectos más socializantes y nacionalistas del programa del Frente Amplio fueron abandonados silenciosamente.

En agosto de 1994 impuso la creación del Encuentro Progresista, un círculo político más grande que el Frente Amplio, que incluyó a nuevos emigrados de los partidos tradicionales, como el exintendente blanco de Cerro Largo, Rodolfo Nin Novoa, y al PDC. Ese acuerdo fue resistido por algunos sectores como los tupamaros e, inicialmente, por el Partido Comunista.

La alianza, que pretendía suavizar ciertas aristas ideológicas de la izquierda y aumentar su electorado potencial, implicó el abandono de algunos postulados históricos del Frente Amplio, como la nacionalización de la banca o la reforma agraria.

Vázquez jamás temió incurrir en contradicciones, oscilar entre posiciones moderadas y radicales, según su conveniencia, y en reivindicar a la vez a José Batlle y Ordóñez, a Aparicio Saravia, al “Che” Guevara y al papa.

En las elecciones nacionales del 27 de noviembre de 1994 el Encuentro Progresista-Frente Amplio, detrás de la fórmula Vázquez-Nin Novoa, obtuvo el 30,6% de los votos, su mejor registro histórico, casi en pie de igualdad con sus adversarios, aunque el colorado Julio Saguinetti, acompañado por el antiguo frenteamplista Hugo Batalla, ganó la Presidencia por segunda vez.

Tabaré Vázquez esperó el triunfo hasta último momento, eufórico, pese a las advertencias moderadoras de Líber Seregni. Luego, sin asumir la derrota, en la madrugada del lunes 28, escapó por las azoteas del edificio en que se hallaba para evitar a los militantes y a los periodistas.

Pero el Frente Amplio volvió a ganar la Intendencia de Montevideo, detrás de la candidatura de Mariano Arana, por un margen mucho mayor, y progresó significativamente en el interior del país.

Seregni, muy presionado, renunció a la Presidencia del Frente Amplio el 5 de febrero de 1996. Vázquez tomó la posta, pero la abandonó, al menos formalmente, muy poco después, para forzar el alineamiento de los sectores radicales, que habían arruinado la concesión del decadente hotel Carrasco, de propiedad municipal, con el voto en contra de Jorge Zabalza en la Junta Departamental.

“Cultura de gobierno” sin “nostalgia socialista”

Tabaré Vázquez explotó el pavor que su ausencia provocaba en la izquierda, que lo tenía como principal herramienta de triunfo. Cada vez que su liderazgo fue puesto en cuestión, lo recuperó con el mero ademán de retirarse.

En 2000, una discusión bizantina en la Mesa Política del FA sobre un documento de “actualización ideológica” que él impulsaba, terminó abruptamente: “¿Ven lo que hago con este documento si no hay consenso?”, dijo, y lo rompió en pedazos.

Era tan pragmático como agnóstico, pese al acendrado catolicismo de su esposa María Auxiliadora, y de su hijo Álvaro, médico oncólogo como él, quien antes fue seminarista y desde 1985 permaneció siete años en la Comunidad Jerusalén, que naufragó entre los abusos y la violencia de sacerdote Adolfo Antelo.

Con Tabaré Vázquez, las discusiones ideológicas y filosóficas en el Frente Amplio entraron en decadencia, junto con la mayor parte de los mitos del “socialismo real”.

En 1999, antes de las elecciones nacionales, prometió “nada de nostalgia socialista” y no ir “contra el sistema económico establecido”. En diciembre de 2000 aún decía que la opción era entre capitalismo y socialismo, pero al año siguiente –“renovación ideológica” mediante– hablaba de más mercado y menos Estado. En julio de 2001 tuvo un altercado en Fray Bentos con un grupo de una Unión de Trabajadores Desocupados que le exigió que se definiera entre el marxismo y la socialdemocracia.

Su discurso, vago y escurridizo, estaba plagado de lugares comunes, pero encantaba a un público nuevo, como un predicador de fuste.

La ideología dividía a la izquierda; el caudillo Tabaré Vázquez la unía.

En la Intendencia trató de “impulsar la cultura de gobierno” del Frente Amplio, y luego, en la Presidencia de la coalición, “en otro contexto político”, su “labor fue el mantenimiento de la unidad de la izquierda”, le dijo a los periodistas Edison Lanza y Ernesto Tulbovitz para su libro Tabaré Vázquez – Misterios de un liderazgo que cambió la historia (2004). En esa entrevista también prometió: “Lo mío es por un período y adiós”.

Primera fuerza nacional y crisis de 2002

La reforma de la Constitución aprobada en plebiscito el 8 de diciembre de 1996 introdujo grandes cambios en el sistema electoral, entre ellos la definición de la Presidencia de la República en dos vueltas (balotaje), hasta lograr mayoría absoluta, lo que, en el corto plazo, perjudicó las chances de la coalición de izquierda.

El Frente Amplio debió formalizar su candidatura presidencial en elecciones internas, según obligaba esa reforma, y no ya solo en sus órganos como el Plenario Nacional y el Congreso.

En las internas partidarias del 25 de abril de 1999, Vázquez derrotó con un abrumador 82,4% de los sufragios al desafiante Danilo Astori y concurrió a la primera vuelta electoral de octubre otra vez acompañado por Nin Novoa.

La coalición obtuvo el 40,3% de los votos válidos y se convirtió en la principal fuerza política uruguaya, un cambio de gran significación histórica. Sin embargo en el balotaje de noviembre Vázquez fue derrotado por el colorado Jorge Batlle, quien captó la mayor parte de los votos del Partido Nacional y ganó la Presidencia en su quinta tentativa desde 1966.

La izquierda cosechó un resultado magro en las municipales de mayo de 2000, cuando el Partido Socialista se apoderó de la mayoría de las candidaturas departamentales. Tabaré Vázquez reprochó a los dirigentes de la coalición que algunos estaban “agrandados como alpargata de bichicome”, y discutió la opción de presentar más de una candidatura por departamento, acabando con la tradición “unitaria” de la izquierda en ese plano.

La profunda depresión económica iniciada en 1999 con la abrupta devaluación de la moneda de Brasil, y el posterior derrumbe de Argentina, condicionó severamente al gobierno del Partido Colorado, aliado al Partido Nacional. De la mano de Vázquez, el Frente Amplio practicó una oposición intransigente, aunque con “lealtad institucional”: nada de desestabilización o de alentar acciones revolucionarias.

Entre 2002 y 2003, cuando la deuda pública del Estado uruguayo rondaba el 100% del PIB, el gobierno negoció la asistencia del FMI y un arreglo con sus acreedores, para evitar un incumplimiento (default) al estilo argentino.

El debate en la izquierda fue intenso, pues se temía que el arreglo perjudicara a un casi seguro futuro gobierno del Frente Amplio. Una parte de la dirigencia proponía declarar el default e imponer a los acreedores un nuevo arreglo con grandes quitas, al modo argentino, aunque el país luego quedara sin crédito y sin inversión.

Vázquez fue ambiguo aunque finalmente, en marzo de 2003, se manifestó contrario a reprogramar la deuda pública y sostuvo que ya “estamos viviendo un default”. Danilo Astori lo enfrentó otra vez, casi en solitario, y respaldó la posición del gobierno de honrar los compromisos aunque extendiendo los plazos de pago.

Ya en agosto de 2002 el senador Astori, en desacuerdo con la mayoría del Frente Amplio, cuya bancada no votó la ley de “estabilización del sector financiero”, destinada a sostener los bancos del Estado, había enfrentado públicamente a Vázquez.

En mayo de 2003 se renegoció parte de la deuda pública uruguaya, en acuerdo con el 92% de los acreedores, con lo que se evitó el default. El vencimiento de los papeles se corrió cinco años. Ese arreglo de la deuda marcó, de hecho, el fin de la terrible “crisis de 2002”.

Ese mismo otoño la economía uruguaya comenzó a repuntar con gran vigor, estimulada por la firme demanda internacional por alimentos y materias primas. La recuperación de la producción y del valor de la moneda uruguaya a partir de 2004 hizo que la ratio deuda/PIB bajara rápidamente.

Vázquez-Astori, fórmula de triunfo

En agosto de 2004, mientras se hallaba en Washington, Vázquez anunció que si ganaba las elecciones del 31 de octubre su ministro de Economía y Finanzas sería Astori.

“Es un golpe de Estado” sostuvo entonces un dirigente radical en la Mesa Política del Frente Amplio.

Pero Astori era el candidato a ministro de Economía ya en 1999. Nada quedaba del “ama de casa” que Vázquez había prometido como ministra en la campaña de 1994, o de ciertas menciones a Enrique Iglesias, un comodín siempre correcto.

Con esa apertura maestra, el caudillo frenteamplista redujo radicalmente el temor de amplios sectores de la sociedad uruguaya que provocaba una alianza tan heterogénea, desde liberales socialdemócratas a comunistas, sospechosa de improvisación y voluntarismo.

Por fin, el 31 de octubre de 2004, la fórmula Vázquez-Nin Novoa triunfó en primera vuelta con el 50,45% de los votos; y la coalición de izquierdas, de 33 años de antigüedad, obtuvo mayoría parlamentaria por sí sola.

La debacle del Partido Colorado –el habitual gobernante desde la independencia– fue completa, en tanto el Partido Nacional pasó a ser la principal fuerza opositora.

Luego, en las elecciones municipales del 8 de mayo de 2005, montado sobre una gran ola de popularidad, el Frente Amplio retuvo la Intendencia de Montevideo con la reelección de Mariano Arana (56,2% de los sufragios válidos). Y por primera vez en la historia también triunfó en siete departamentos del interior (Canelones, Maldonado, Rocha, Treinta y Tres, Salto, Paysandú y Florida), que reunían el 73,3% de la población del país y el 77,6% del producto bruto.

En la noche del 1º de marzo de 2005, el día de su asunción, Vázquez leyó un larguísimo discurso en la escalinata principal del Palacio Legislativo, reforzado por una puesta en escena majestuosa, consciente de que era el inicio de una nueva era –aunque no una refundación del país, como hasta inicios de los años ‘90 había propuesto una parte de la izquierda–. Reivindicó el liberalismo político y una economía integrada al mundo.

El primer gobierno del Frente Amplio, cuyo gabinete formó según rigurosa cuota política, implicó un recambio en las jerarquías del aparato del Estado, ciertos cambios de significación –como una reforma tributaria que incrementó la presión fiscal e reintrodujo el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas–, y la continuidad o profundización de la estabilidad macroeconómica. Esta vez fue Astori quien recurrió a la amenaza de renuncia para descalificar propuestas populistas y de gasto sin financiamiento.

En ese primer gobierno del Frente Amplio se creó el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), que concentró las transferencias a los sectores más vulnerables de la población (desde un “plan de emergencia” a un “plan de equidad”), se puso en marcha un Sistema Nacional Integrado de Salud y se reanudó y amplió la convocatoria a los Consejos de Salarios.

Vázquez también llevó una gran ofensiva contra el tabaco, y prohibió fumar en todos los ámbitos públicos y privados, salvo el hogar y la calle.

En 2008 vetó una ley aprobada por el Parlamento, a iniciativa del Frente Amplio, que permitía el aborto. (La ley sería reflotada y aprobada en 2012, durante la Presidencia de José Mujica).

En 2007 se puso en marcha el Plan Ceibal por el cual cada alumno y maestro de las escuelas públicas accedieron en forma gratuita a una computadora portátil con conexión a Internet, según el programa One Laptop Per Child (OLPC) liderado por el científico estadounidense Nicholas Negroponte. Este plan vanguardista, por lejos el más popular del primer gobierno del Frente Amplio, luego se extendió a alumnos y docentes de Enseñanza Secundaria y UTU.

En base a las investigaciones de la Comisión para la Paz, que actuó durante el gobierno de Jorge Batlle, se reabrieron los casos de violaciones a los derechos humanos que culminaron con el procesamiento de dos exdictadores: Juan Mª Bordaberry y Gregorio Álvarez, y varios militares y policías. También se habilitó el inicio de excavaciones en predios militares que permitieron el hallazgo de restos de algunos detenidos-desaparecidos durante la dictadura.

Jorge Vázquez, el antiguo guerrillero, jefe de la custodia personal de su hermano a partir de 1989, fue prosecretario de la Presidencia desde 2005, y luego, desde 2010, viceministro del Interior, secundando al antiguo tupamaro Eduardo Bonomi.

Auge económico y cierto espejismo

A partir de 2003 y hasta 2014 la economía uruguaya se benefició de uno de los ciclos de bonanza económica más largos de su historia moderna: un crecimiento sostenido a altas tasas, basado en las exportaciones agroindustriales (carnes, soja, celulosa, lácteos, cereales), el turismo y algunas inversiones muy grandes, como en la industria forestal.

Ese ascenso vertical a partir de un punto muy bajo, incrementó la recaudación fiscal y el brillo de la gestión, y provocó cierto espejismo estadístico.

El número de funcionarios creció 30% entre 2005 y 2018, en parte por la expansión de los sistemas de enseñanza y salud pública, y en parte por la presupuestación efectiva de funcionarios y docentes precarios.

Las encuestas mostraron que los aspectos más cuestionados del primer gobierno de Vázquez fueron los planes de asistencia en dinero sin contrapartidas en trabajo, y la creciente inseguridad por el delito.

Las políticas de inspiración socialdemócratas, y la fuerte inserción en el aparato del Estado, transformaron al Frente Amplio en una suerte de sustituto histórico del Batllismo, el sector político predominante en Uruguay durante buena parte del siglo XX.

En 2005, Vázquez firmó con Estados Unidos un Tratado Bilateral de Inversión, que se negociaba desde 2003. De inmediato comenzó a discutirse la posibilidad de sellar un Tratado de Libre Comercio (TLC), idea que entusiasmó al presidente y al ministro de Economía. Vázquez “es un estadista capaz y moderado”, informó un diplomático estadounidense a su gobierno en 2006. “Ha favorecido un enfoque pragmático de las relaciones exteriores, mucho más similar al de (Ricardo) Lagos que al de Kirchner o Chávez”.

Pero en ansiado TLC quedó por el camino debido a la división en el seno Frente Amplio y la amenaza de veto de los gobiernos de Argentina y Brasil, encabezados por Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva, socios en el Mercosur.

Años después, en octubre de 2011, invitado por el profesor Lincoln Maiztegui, Vázquez contó ante un grupo de estudiantes liceales: “Un día (el presidente venezolano) Hugo Chávez me dijo: ‘Tabaré: ¿Va a firmar un TLC con el imperio, y no sé cuánto y no sé qué?’. Entonces le respondí: ‘Sí, si es favorable para Uruguay, sí (…). Pero si vos no le vendés más petróleo, entonces yo le declaro la guerra a los Estados Unidos’”.

En esa misma oportunidad, ante los jóvenes, narró que la posibilidad de una acción militar de Argentina contra Uruguay por la construcción de la fábrica de celulosa de Botnia en Fray Bentos hizo que solicitara el respaldo de la Casa Blanca. Por ello el presidente George W. Bush visitó Uruguay en marzo de 2007. “Si me necesitas, llámame”, le dijo el estadounidense a su par uruguayo: “Puedes contar conmigo”. Bush también afirmó en público: “Si Uruguay necesita alguna cosa solo tiene que levantar el teléfono y pedirlo, porque cuenta con Estados Unidos”.

De todos modos, la firme irrupción de China como principal cliente y proveedor de Uruguay disminuyó la importancia de los vecinos, y redujo el efecto de sus desequilibrios.

El interregno de José Mujica

Vázquez rechazó cantos de sirena reeleccionistas y trató de favorecer a su ministro de Economía como sucesor. Pero Astori fue desplazado por el viejo tupamaro José Mujica, muy popular, quien asoció su aparato con el del Partido Comunista, y después lo vapuleó en las elecciones primarias del 28 de junio de 2009.

Tras ríspidas negociaciones, Mujica y Astori integraron la fórmula frenteamplista que ganó las elecciones nacionales del 25 de octubre. Pese a obtener casi 48% de los sufragios, y asegurar la mayoría parlamentaria para el Frente Amplio, Mujica-Astori debieron confirmar su holgada supremacía el 29 de noviembre, en una segunda vuelta o balotaje ante el expresidente Luis Alberto Lacalle, del Partido Nacional.

Luego, en las municipales de mayo de 2010, Mujica devolvió el favor al Partido Comunista y respaldó la candidatura de Ana Olivera a la Intendencia de Montevideo (cerrándole el paso al socialista Daniel Martínez), aunque los triunfos en el interior se redujeron a cinco departamentos.

Vázquez cedió el gobierno a Mujica el 1º de marzo de 2010 y se retiró con un grado muy alto de popularidad. “Las circunstancias políticas y la biología dirán”, respondió al ser consultado sobre si se postularía de nuevo en 2014.

En febrero de 2011 publicó Crónica de un mal amigo, libro en el que narró sus experiencias profesionales y personales en la lucha contra el cáncer. Su madre, su padre y una hermana murieron de cáncer en la década de 1960 lo que, en buena medida, determinó su especialización médica.

Vázquez, quien se desafilió del Partido Socialista a fines de 2008, admitió a principios de 2011 que aceptaría ser candidato presidencial del Frente Amplio en 2014. Ante una pregunta concreta, también dijo que el ascendente Raúl Fernando Sendic, hijo del fundador y líder del MLN-Tupamaros, podría ser un buen compañero de fórmula.

Su segundo gobierno

Las elecciones internas del Frente Amplio del 1º de junio de 2014 fueron casi un mero trámite, con baja participación. Tabaré Vázquez, aspirante a la relección presidencial, derrotó a Constanza Moreira (82% a 17,8%). Sin embargo la lista más exitosa, con unos 155.000 sufragios, fue la 711 de Raúl Fernando Sendic, un sector nuevo que captó votos propios y recibió otros prestados, presumiblemente del MPP y del PCU, gracias al apadrinamiento de José Mujica. Muy atrás quedaron Asamblea Uruguay (Astori), el MPP y el Partido Socialista.

Fiel a su estilo, rápidamente, para ahorrarse discusiones, Vázquez cerró la fórmula con Sendic, una figura recurrente en los medios de comunicación desde que en 2008 fuera designado presidente de Ancap, y a quien muchos frenteamplistas veían como un presidenciable en el recambio generacional de 2019.

El 26 de octubre de 2014, en la primera vuelta electoral, Vázquez-Sendic obtuvieron 47,8% de los sufragios y mayoría parlamentaria, contra el 30,9% de sus principales rivales, Luis Lacalle Pou, hijo del expresidente, y Jorge Larrañaga, ambos del Partido Nacional. La fórmula frenteamplista confirmó su supremacía en el balotaje celebrado el 30 de noviembre (53,4% a 41,1%).

En toda la historia uruguaya solo Vázquez y el colorado Julio Sanguinetti han sido elegidos dos veces presidente de la República por el voto directo de la ciudadanía, respetando el intervalo de cinco años, debido a que la reelección inmediata es prohibida por la Constitución. Fructuoso Rivera gobernó también dos períodos (1830-1834 y 1839-1843), pero tras una guerra civil, y José Batlle y Ordóñez (1903-1907 y 1911-1915) lo hizo cuando el primer mandatario era elegido en forma indirecta, por el parlamento.

“Mujica forma parte del linaje de los caudillos mientras que Vázquez se acerca mucho más a los modos de los doctores”, escribió el politólogo Adolfo Garcé en su columna de El Observador en febrero de 2015, poco antes del cambio presidencial. “Para Vázquez el buen político es el que habla poco y concreta mucho. Por eso, la capacidad de obtener resultados tangibles es un atributo clave del liderazgo político”.

Vázquez inició su segundo gobierno el 1º de marzo de 2015, otra vez con Astori como ministro de Economía y Finanzas, aunque en condiciones muy diferentes a 2005. La economía ya no rebotaba con gran fuerza, sino que daba claras señales de estancamiento después de un auge vertiginoso.

Sin embargo, muchos vieron en el antiguo tándem Vázquez-Astori, casi octogenarios, el mejor equipo para administrar malos tiempos: obligados a ajustarse el cinturón, con esperanzas de retomar la crecida.

Un montón de problemas

El aflojamiento de la disciplina macroeconómica, en particular durante el gobierno de José Mujica (2010-2015), y la moderación del “boom” de las materias primas, hizo aflorar las deficiencias: caída de la inversión, languidez del empleo, creciente costo de los servicios estatales, gasto público deficitario, deuda creciente, auge insostenible del consumo, sindicatos abusivos con respaldos en el gobierno y en la legislación.

Vázquez llegó a comentar entre sus allegados que Mujica le entregó el gobierno en peores condiciones que Jorge Batlle en 2005.

Después de crecer a casi el 5% promedio anual entre 2003 y 2014, la economía uruguaya planeó a un modesto 1,3% entre 2015 y 2019, incapaz de sostener un voluminoso “Estado de Bienestar”. Si bien la demanda externa por los bienes agroindustriales se mantuvo firme, muchas empresas comenzaron a tener problemas de rentabilidad y el desempleo pasó de 6,6% promedio en 2014 a 10% en febrero de 2020.

El vertiginoso ascenso de Sendic, enemigo declarado de Astori, fue seguido por una caída en picada, al modo de Ícaro. En enero de 2016 el gobierno debió capitalizar a Ancap con US$ 872 millones, debido a enormes pérdidas que la pusieron al borde de la bancarrota. Fue la señal más notoria de la pobre supervisión de las empresas estatales y de sus inversiones durante el gobierno de José Mujica.

La petrolera estatal tuvo un ajuste completo, desde las gerencias a la línea de producción, como otras empresas del sector público excedidas en gastos.

Caída de Sendic

Las desgracias de Raúl Sendic continuaron. En febrero de 2016 una periodista reveló que él no era licenciado en Genética Humana por la Universidad de La Habana, como estimuló que otros dijeran durante años, sino que solo hizo un curso corto con fines docentes. Más tarde, el Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio dictaminó que había usado dineros públicos para beneficio personal. Bajo fuerte presión, renunció a la Vicepresidencia de la República el 13 de setiembre de 2017. Y en mayo de 2018 fue procesado sin prisión por abuso de funciones y peculado.

En su segundo mandato, Vázquez debió recortar gastos, aumentar sustancialmente las tarifas públicas para hacer caja –lo que afectó al sector productivo– y aplicó un ajuste o “consolidación” fiscal mediante un aumento de tasas e impuestos en la Rendición de Cuentas 2016.

Pese a ello, el déficit fiscal continuó en aumento debido a la seguridad social y a una débil recaudación. Pasó de 3,6% del PIB en 2015 a 5% en 2019, y fue financiado con una creciente deuda pública.

Vázquez tampoco podía disponer ya a su arbitrio del Frente Amplio, como ocurrió entre 1996 y 2009. La señal más clara la recibió después de que el 24 de agosto de 2015 decretara la esencialidad de la enseñanza pública, para enfrentar una ola de paros en reclamo de mejoras presupuestales. Los docentes desafiaron a un gobierno dividido, que finalmente levantó la orden para no sufrir una derrota humillante. Meses después, el presidente destituyó del Ministerio de Educación y Cultura a las personas más resueltas a impulsar transformaciones sustanciales en la enseñanza pública.

Fue el fin de su promesa de realizar un “cambio en el ADN de la educación”, y de que en 2020 el 75% de los jóvenes completaría la enseñanza secundaria.

La ley de Educación de 2008, una de las mayores reformas en la era frenteamplista, en los hechos fraccionó más el poder, dejó sin norte al Codicen y favoreció a sindicatos conservadores. Pese a los incrementos presupuestales, perduraron los bajos niveles de aprendizaje y una elevada deserción, cercana al 60%.

La puesta en práctica de la ley que liberó la venta de marihuana bajo control del Estado, si bien una herencia del gobierno anterior, estuvo llena de faltas e improvisaciones. La escasez de la oferta oficial de marihuana, lejos de acabar con el narcotráfico, lo mantuvo.

Mientras tanto, los homicidios, las rapiñas y los hurtos tuvieron un aumento vertical, batiendo casi cada año récords históricos y deteriorando severamente la convivencia social.

A la defensiva, en espera de buenas noticias

Vázquez convocó a principios de 2016 a los expresidentes José Mujica, Luis Lacalle y Julio Sanguinetti, para discutir una política de Estado para el petróleo que confiaba se hallaría en grandes cantidades en territorio uruguayo. Pero las prospecciones se abandonaron poco después debido al escaso atractivo de los yacimientos, incluida la plataforma marítima continental.

El gobierno ya no complacía las expectativas de sus electores, lo que se reflejaba en las encuestas. “Del impulso arrollador del inicio de gobierno, a la apatía conservadora actual”, resumió Gonzalo Ferreira en El Observador del 1º de marzo de 2017. “Vázquez juega en la mitad de la cancha, cansado, sin atacar demasiado”.

Buena parte de los resortes del poder, como la enseñanza pública, la salud o el Mides, quedaron por cuota en manos del MPP o el Partido Comunista.

“Venimos de un quinquenio con un gran inmovilismo gubernamental”, reseñó Gonzalo Ferreira en El Observador del 5 de noviembre de 2019, poco antes de un decisivo balotaje que desplazó a la izquierda del gobierno después de 15 años. “La paradoja es que ese escenario se dio pese a tener a un partido de gobierno con mayoría parlamentaria. El bloqueo no fue político, sino por falta de voluntad del presidente luego de una fuerte conflictividad tras unos primeros meses en los que sí hubo intenciones de realizar transformaciones, sobre todo en el ámbito educativo”.

Si embargo en ocasiones el presidente también se mostró desafiante, como cuando discutió a los gritos con un grupo de productores rurales en las puertas de un ministerio el 20 de febrero de 2018.

En julio de 2019, después de muchísimas vueltas, la papelera finlandesa UPM confirmó que construiría una segunda fábrica de celulosa en el río Negro, frente a Paso de los Toros.

Se le otorgaron grandes beneficios, pero a cambio el gobierno pudo poner en marcha una gran inversión y una dinamización en cadena. Fue una gran bocanada de oxígeno y un cambio de talante en el entorno de Vázquez, pese a las críticas furibundas de algunos sectores.

La gigantesca obra, que incluye una fábrica en zona franca, nuevas carreteras y puentes, una terminal portuaria y la renovación del tendido de 273 kilómetros de vías del Ferrocarril Central, significa la madurez de la industria forestal uruguaya, gestada en torno a 1990 y convertida en el principal rubro exportador.

La muerte es una vida vivida

María Auxiliadora Delgado murió la madrugada del 31 de julio de 2019, cuando tenía 82 años, tres más que su marido. Esta “buena cristiana”, dueña de una sencillez “impresionante” y “compañera muy fiel del presidente”, según dijo el cardenal Daniel Sturla al despedirla, fue enterrada en el cementerio de La Teja.

Pocos días más tarde, el 20 de agosto de 2019, Tabaré Vázquez anunció en conferencia de prensa que padecía un cáncer de pulmón, y que pretendía terminar su mandato el 1º de marzo de 2020, mientras se trataba. Entonces dejó de ser una pieza política principal, en medio de una competencia electoral que recalentaba, y pasó a la categoría de héroe o mártir para una parte de la ciudadanía; en tanto, otra parte, que lo quería menos, guardó un cortés silencio.

Su segunda Presidencia fue cerrada por una victoria opositora en octubre-noviembre de 2019. Luis Lacalle Pou, el joven rival a quien había botijeado y vencido en 2014, agregó un nuevo triunfo a la larguísima estirpe de los Herrera, y acabó con el ciclo frenteamplista de 15 años.

Vázquez se mostró amplio y cordial; y dio otra muestra de “lealtad institucional” rara y admirable en una región transida por el odio político. Incluso Vázquez y Lacalle Pou concurrieron juntos el 10 de diciembre de 2019 a Buenos Aires, a la toma de mando de Alberto Fernández, y conversaron largamente.

La existencia de Vázquez continuó como símbolo de impulso y freno, ya en una batalla personal, mano a mano, contra el cáncer. Así como había protagonizado el fulgurante ascenso del Frente Amplio, hasta el triunfo más completo, también representó el desgaste y la decadencia de ese ciclo, hasta apagarse, como su vida misma. Sin embargo, su ausencia –así como el retiro forzoso de Mujica y Astori– debería favorecer la renovación y el inicio de un ciclo nuevo, con nuevas caras.

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