En el caso del MAPI, la cafetería significa un ingreso fijo para el museo, incorpora un servicio y además funciona como una atracción para el público que, hasta ese entonces, no iba al museo o lo visitaba muy poco.
Las personas que viven o trabajan en Ciudad Vieja eran, hasta la apertura de la cafetería, un público esquivo para el MAPI, según contó el director Facundo de Almeida. El museo había desarrollado acciones para atraerlos pero la cafetería significó una nueva atracción que finalmente los acercó.
Con herramientas como Google Maps, la dirección del MAPI comprobó –en un año y medio de funcionamiento de la cafetería– que aumentó notablemente el tiempo que las personas pasan adentro del museo. “Pasó de un tiempo de visita de una hora y media a dos horas y quince minutos”, dijo el director.
Además, aumentó un 20% la cantidad de visitantes, aseguró de Almeida. “Primero, mucha gente está conociendo el museo gracias a la cafetería. Y muchos otros lo están tomando como un lugar de paseo, de esparcimiento, o de trabajo”, dijo.
En el MAPI, la cafetería es considerada un espacio más del museo. De hecho, una escultura en piedra Inuit, de los indígenas de Canadá, está expuesta allí. “Es así que entrando a la cafetería están también disfrutando del contenido del museo”, dijo el director.
La propuesta de MAPI Café también responde al espíritu general de la institución con la oferta de almuerzos o cenas temáticas de países latinoamericanos. Esto representa otro mecanismo de atracción de público y difunde las culturas originarias de América. “La gastronomía forma parte de la cultura. No solo complementa los servicios sino complementa la propuesta cultural del MAPI”, dijo de Almeida.
El director destacó que en sus viajes observó que en Rusia y China la gente va al museo como un paseo más.
“Los museos hoy tienen que ser espacios de esparcimiento, espacios donde la gente pueda pasar tiempo, sentirse bien”, aseguró. Y añadió: “Tiene que ver con un cambio de concepto en el museo”.
Hace más de 10 años, existió una cafetería adentro del MNAV pero no funcionó por varios motivos. Uno fue que sus responsables llegaron a cocinar en el interior de la sala expositiva y eso no era apropiado para la preservación y apreciación de las obras.
“El ruido de una cafetería para el que va a ver una exposición, tampoco es apropiado”, dijo Aguerre.
No fue un proceso fácil. En el MAPI tampoco. Con asesoría de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República, el MNAV hizo un llamado abierto a proyectos. Este finalmente fue adjudicado en 2015 al estudio OMM arquitectura, que concretó la estructura. Pero esta no se convirtió en cafetería de forma inmediata.
Debieron pasar dos años para efectuar otros dos llamados, uno para el mobiliario, que ganó la reconocida firma de diseñadores uruguayos Menina-Ni cola y otro para el servicio de cafetería que le fue adjudicado a Te Libia Coffee Rastrees. Este último estableció como condiciones que se sirviera de café de especialidad y que incluyera alimentos no elaborados en el lugar.
Los museos de la Dirección Nacional de Cultura como el Museo Zorrilla, Espacio de Arte Contemporáneo, Palacio Taranco, Museo Figari aún no cuentan con servicio de cafetería. “Fue difícil porque no había un antecedente. Con esto también sentamos un precedente para que estas instituciones encuentren un camino administrativo allanado”, dijo Aguerre.
Al MAPI le llevó unos cinco años concretar la cafetería. Había otras prioridades en ese momento como, por ejemplo, el mantenimiento del edificio. La demora se debió a que ese espacio demandaba una inversión muy grande en infraestructura y reformas. La primera iniciativa que proponía que el concesionario reacondicionara el lugar, no funcionó. Por eso el museo debió encargarse de invertir recursos en ello. Lo hizo con el apoyo del estudio Lorieto -Pintos-Santellán que colaboró de forma honoraria.
La cafetería del MNAV llama la atención por su diseño cúbico y transparente que hace lucir el verde de su alrededor y así lo integra al entorno. Al igual que el Mapi, también atrajo nuevos visitantes, aunque aún no cuentan con datos numéricos sobre el cambio.
“Viene gente que no había venido anteriormente. Ahora forma parte de una reunión, de juntarse el grupo de mujeres grandes o de chicos o de jóvenes. Eso está pasando”, dijo Aguerre del MNAV.
“Arrimó gente que no se arrimaba al museo. Al acercarse a la cafetería, la mayor parte de la gente, entra al museo. En ese sentido, hay un poco más de gente”, agregó.
En algunos museos europeos, como el Thyssen-Bornemisza, las cafeterías llegan a representar entre un 10% y un 15% de los ingresos de la institución.
En el caso del MAPI, la cafetería paga un alquiler mensual fijo y un porcentaje de la facturación. "Para nosotros es un trabajo conjunto. Hacemos muchos eventos, cumpleaños, casamientos, de todo. Las dos partes apostamos porque si es mejor para ellos, es mejor para nosotros", explicó de Almeida.
El MNAV hizo un contrato flexible por el primer año con The Lab Coffee Roasters. "Lo importante es que esté y que sea viable", dijo Aguerre. El objetivo de Artes Visuales es el servicio, no que sea un ingreso económico para el museo.
"Quisimos que, como primera experiencia, la empresa que ganara no tuviera un ahogo por cumplir con cantidades o compromisos económicos", explicó el director.
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