Luis Acevedo<br>

Fútbol > Luis Acevedo, el tapado de la fecha

Tuvo que elegir entre zapatos de fútbol y comunes: se iba caminando a la escuela con sus tapones

En su infancia tenía que elegir entre zapatos de fútbol y comunes, así que caminaba en la escuela con sus tapones
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21 de agosto de 2018 a las 05:00

Por Marcos Lacaze, @MLacaze

Luis siempre lo tuvo claro, desde los cuatro años juega al fútbol y nunca quiso abandonarlo, más allá de las dificultades económicas que tenían sus padres que de todas formas se las ingeniaron para que él y sus hermanos pudieran hacer lo que siempre les apasionó.

El andar de su carrera futbolística lo marcó el pedaleo cadencioso y cansino de Miguel, su papá, quien llevaba a sus tres hijos mayores en bicicleta, cuando ellos tenían entre cuatro y seis años, por más de seis kilómetros. "Íbamos montados encima de él como podíamos desde General Flores y Guerra hasta el Prado, todos los días. Jugábamos en Wanderers".

Junto a sus dos hermanos corrían sin parar atrás de la pelota, hacían goles, marcaban, se tiraban al piso, eran niños, eran felices. Hasta que Matías, el del medio que actualmente tiene 20 años, tuvo que abandonar el juego.

"Le diagnosticaron artritis reumatoide y no pudo jugar más al fútbol porque la enfermedad le produjo una lesión en la cadera. Estuvo un tiempo internado y desde los seis hasta los 13 la tuvo que pelear", contó Acevedo quien recuerda verlo en una cama, sin poderse mover, lo que fue muy doloroso para toda la familia.

"Cuando éramos chicos no nos dábamos cuenta, pero cuando estuvo muy mal. Por suerte hoy hace vida normal, no pudo jugar más pero trabaja de peluquero y está muy contento", agregó el delantero.

Por una cosa o por otra, los Acevedo Tabárez siempre la tuvieron que luchar: "Yo me levantaba a las siete de la mañana, iba a estudiar y después a entrenar. Hasta las ocho de la noche no volvía, entonces mi madre me llevaba la comida al liceo, para que pudiera seguir con fuerza", contó Luis.

Pero la pasión por la pelota siempre estuvo por encima de todo, a tal punto que prefería ir a la escuela con zapatos de fútbol antes que con los comunes, porque para las dos cosas no siempre daba el dinero. "Los pegábamos cada tanto, le metíamos cemento porque mi vieja trabajaba con cintos y siempre llevaba para casa. Si se rompían había que arreglarlos como sea", recordó Acevedo.

Luego de algunos años en Wanderers pasó brevemente por Nacional y luego Cerro donde comenzó a gestar su carrera con la cabeza siempre en el objetivo de llegar a primera. Siempre fue delantero y los goles lo fueron acompañando por las categorías del villero, más allá que sus muñecas le jugaron una mala pasada.

"En quinta división iba goleador y me quebré la derecha, fue un bajón. En cuarta iba bien y me lesioné los tobillos y cuando salgo de esa me vuelvo a quebrar la muñeca, ¡pero la izquierda!", comentó el delantero entre risas y melancolía.

Pero la fortaleza de su cabeza lo dejó recuperarse y siguió metiendo hasta llegar a su segundo año de Tercera en donde se le generó una duda imposible de esquivar. ¿Qué pasaba si no le iba bien?

"El segundo año de cuarta no jugué tanto, me costó el primero de tercera pero en el segundo exploté. Era mi último año, si no pegaba el salto ahí no sabía qué hacer, era mi última bala. Pero me puse la mete de ser el goleador y lo cumplí", aseguró Acevedo, quien convirtió antes de ser ascendido 27 goles en el campeonato de la "reserva".

El Nano, como le dicen sus amigos, fue ascendido a primera por el argentino José Basualdo para completar el plantel de frente a Rampla. Luego de algunos meses volvió a ser llamado, pero esta vez por Fernando Correa. Entrenó, se generó un lugar en el plantel y debutó frente a Nacional como titular. Y un partido más tarde, en la última fecha disputada, llegaron sus dos primeros goles para la victoria villera ante Boston River.

"Pensar de donde vengo y ver lo que estamos logrando. Cuando mi vieja está bajón por algo, le hago acuerdo de cómo nos crió y lo que conseguimos", dijo Luis, la alegría de Stella y Miguel y de sus siete hermanos.

 

 

Nano, Speedy, el gordo luis

Los amigos de la vida le dicen Nano, abreviación de "enano", pero no todos en su entorno lo llaman de la misma manera. Cuando comenzó a jugar al fútbol, su primer entrenador lo llamó Speedy Gonzales, por el ratón más veloz del mundo de los dibujitos animado, pero años más tarde le comenzaron a decir "el gordo Luis" ya que tenía "pancita" y sus compañeros lo gastaban. Hoy, ya profesional, el Nano mantiene intactos sus apodos y los demuestra en la cancha: La velocidad de Speedy Gonzales y el hambre goleador del gordo Luis Suárez.

 

 

El chistido de su padre

Cuando se calza los zapatos y comienza a divertirse en busca de un gol, no hay nada que lo saque del partido. Sus oídos están programados solamente para dos escuchas: las indicaciones del técnico y sus compañeros, y el chistido de su padre. Pero no cualquier chistido, específicamente el que se utiliza muchas veces para llamarle la atención a los caballos. "Cuando era chico mi padre me hacía ese sonido desde afuera de la cancha, nunca me gritaba. Entonces yo miraba para afuera y me indicaba con señas lo que le parecía que yo tenía que hacer. Ahora escucho ese sonido y miro para afuera de la cancha aunque no sea él".

 

 

Nicolás, el hermano zaguero

"Mi hermano Nicolás juega en la cuarta de Liverpool y le está yendo muy bien. Es un zaguero fuerte y además tiene gol. Cuando mi madre está bajón le hago ver nuestro presente".

 

 

Festejo con dedicatoria

"Rodrigo Formento, tercer arquero de Cerro y titular en la Tercera, me dijo 'cuando llegues a primera y hagas un gol me lo tenés que dedicar', y así fue. El juega con la número 25, entonces con mis dos manos marqué el dos y el cinco en su honor".

 

 

 

 

 

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