El carguero espacial ruso Progress MS-25, lanzado el viernes desde el centro espacial de Baikonur, se acopló al módulo ruso Poisk de la Estación Espacial Internacional (EEI), informó la corporación Roscosmos.
"La nave de carga Progress 86 - también designada como MS-25 - se acopló con éxito al módulo Poisk de la estación", señala el comunicado.
El 29 de noviembre, la Progress MS-23 se desacopló del módulo Poisk para dejar paso al nuevo carguero. Se espera que la Progress MS-25 permanezca en órbita 179 días.
Impulsada por un cohete Soyuz-2.1a Progress MS-25, lleva más de 2.500 kilos de cargas y suministros para los tripulantes de la EEI, en concreto agua, alimentos, combustible y equipos para experimentos científicos.
La nave también transporta una incubadora para estudiar el desarrollo en la ingravidez de embriones en unos huevos de codorniz, así como unos dispositivos para investigar la corrosión, que se colocarán en el exterior de la estación espacial.
Actualmente, permanecen en la plataforma orbital los rusos Oleg Kononenko, Nikolái Chub y Konstantín Borísov, las estadounidenses Loral O'Hara y Jasmin Moghbeli, el danés Andreas Mogensen y japonés Satoshi Furukawa.
Una colaboración inédita
La Estación Espacial Internacional es un ejemplo de cómo los países pueden trabajar unidos en el espacio más allá de las diferencias que puedan tener en la tierra.
El proyecto original fue desarrollado por los Estados Unidos, Rusia, Canadá, Japón y Europa (con la colaboración de diferentes países miembros y no miembros de la Unión Europea). En total, 18 países de todo el mundo participan en el proyecto.
Los derechos y responsabilidades de cada parte están definidos en un Acuerdo Intergubernamental firmado en 1998.
Cada agencia espacial es responsable de diferentes áreas de trabajo. Por ejemplo, la Agencia Espacial Europea se encarga del funcionamiento del laboratorio Columbus y del ATV, un vehículo que se utiliza para transportar provisiones de la Tierra a la Estación; mientras que la Agencia Espacial Canadiense creó el brazo robótico que ayuda a los astronautas a instalar nuevas piezas en la estación.
EEI
La construcción en el espacio se inició en 1998, cuando fue lanzado su primer componente, el módulo Zarya. A partir de ahí, y antes de que la Expedición 1 la inaugurara para la misión a la que estaba destinada, hubo cinco vuelos tripulados de los Estados Unidos y dos vuelos rusos sin tripulación, que se destinaron a llevar grandes módulos para ensamblarlos y las primeras piezas del armazón. Los vuelos tripulados se utilizaron para el montaje parcial de la estación, así como para empezar a desembarcar los suministros y equipos.
En sus primeros tiempos, la estación tenía una capacidad para una tripulación de tres astronautas, pero desde la llegada de la Expedición 20, estuvo lista para soportar una tripulación de seis astronautas.
Hoy, la Estación mide unos 100 metros de largo y 80 de ancho, prácticamente el tamaño de una cancha de futbol que orbita la Tierra a 28.000 kilómetros por hora.
Un laboratorio flotante
Al principio los mayores esfuerzos estuvieron focalizados en el montaje y la construcción de la estación, que se completó en 2011, pero su objetivo principal siempre fue la investigación científica, que en estos 23 años abarcaron disciplinas como la Ciencia Espacial, la Biología, la Fisiología Humana, las Ciencias Físicas, la Ciencia de Materiales, actividades educativas y pruebas de tecnología en un ambiente sin gravedad.
EEI
En su interior se han realizado importantes avances científicos, como la producción de la primera impresión en 3D fuera de la Tierra en 2014, la primera secuencia de ADN realizada en el espacio, lograda en 2016, o la producción, en 2018, del quinto estado de la materia, llamado condensado de Bose-Einstein, por el Laboratorio Cold Atom de la NASA instalado en la estación.
Los astronautas han aprendido a cultivar verduras de hoja verde en el espacio, hecho que festejaron comiendo la primera ensalada con vegetales “extraterrestres” en 2015. Esto podría usarse para ayudar a las tripulaciones de los viajes espaciales del futuro a cultivar su propia comida en misiones al espacio profundo.
Otra de las investigaciones centrales es la de la salud humana en el espacio, que los astronautas han estudiado utilizando sus propios cuerpos. El objetivo es averiguar qué puede sucederles a los astronautas del futuro que deban pasar años fuera de la Tierra, ya que el cuerpo humano puede experimentar cambios en la visión, la cognición y la motricidad fina, así como pérdida de masa muscular y ósea.
Los equipos de la Estación Espacial Internacional hacen ejercicio dos veces al día para mitigar la pérdida ósea y muscular y recopilan regularmente datos sobre sí mismos para comprender mejor los cambios que experimentan.
(Con información de agencias y de la EEI)