Opinión > EDITORIAL

Un resultado preocupante

Un escenario más polarizado en Estados Unidos es una mala noticia
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09 de noviembre de 2018 a las 05:04

Del resultado de las elecciones de medio tiempo en Estados Unidos, el martes 6,  es posible ver el vaso medio lleno de los dos partidos políticos históricos en competencia, incluso el del propio presidente Donald Trump. Son unos comicios de renovación parcial del Congreso, pero que tradicionalmente se leen como una suerte de referéndum sobre la gestión del primer mandatario estadounidense. No obstante ello, también es notoriamente visible que el nuevo mapa político tienes trazos que permiten proyectar una agudización del ya preocupante clima de crispación que domina la política de Washington, que seguramente  tendrá repercusiones en la economía y política globales.  
Los estadounidenses apoyaron al opositor Partido Demócrata en la Cámara de Representantes, pero, al mismo tiempo, reforzaron el control del Partido Republicano en el Senado. El partido del expresidente Barack Obama pasó a dominar la cámara baja, algo que no hacía desde 2010, pero no pudo concretar el ansiado objetivo de barrer con el partido conservador, lo que se reflejó en más asientos oficialistas en la cámara alta.

Según las proyecciones del diario The New York Times, de este miércoles, los demócratas lograron 229 escaños de los 435 que hay en la Cámara de Representantes. En el Senado, compuesto por 100 representantes, de los que 35 escaños estaban en juego, los republicanos pasaron de 51 a 53.  

Según las proyecciones del diario The New York Times, de este miércoles, los demócratas lograron 229 escaños de los 435 que hay en la Cámara de Representantes.

El espectacular desempeño económico de EEUU -desempleo muy bajo, salarios en aumento y un crecimiento del PBI impulsado por rebajas fiscales y estímulos– salvó al Partido Republicano de un revés mayor, y la controvertida agenda conservadora o populista de Trump contribuyó al triunfo de los demócratas en la Cámara de Representantes.

No es difícil imaginar entonces una polarización política más profunda a partir de 2019, con un Congreso dividido y partidos que empiezan a preparar el terreno en las presidenciales de 2020, en las que Trump intentará la reelección, aunque en un ambiente político y económico seguramente muy diferente al de enero de 2017, cuando llegó a la Casa Blanca.

En Washington creen que es casi imposible que se aprueben leyes con grandes reformas –como quiere el presidente– por un Congreso bloqueado debido a los cambios en la correlación de fuerzas. Y esto tiene consecuencias directas en la amplia y controvertida agenda de Trump, pero también en el partido opositor que no logró una mayoría suficiente como para pensar en un mandatario ya derrotado.  
Lo más probable es que en los dos años restantes del período de gobierno, el partido opositor tenga una actitud de fuerte confrontación, en línea con su prédica anti-Trump, y que brote un presidente más combativo, que intente hacerse más fuerte en un ambiente adverso. Un escenario político más polarizado y empantanado en la principal potencia del mundo es una mala noticia para el mundo. 

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