El multilateralismo se fortalece cuando es capaz, entre otras cosas imprescindibles, de generar pienso, debate, perspectiva y acuerdos a través de diálogos respetuosos y constructivos entre diferentes con perspectivas coincidentes o disímiles. Alternativamente al mundo global y local, crispado y fanatizado, o de imposiciones hegemónicas, resulta saludable y gratificante que el multilateralismo renueve su crédito como usina de pensamiento y acción con base a un humanismo y a una ética planetaria.
El involucramiento in situ de más de 1.000 asistentes de los más variados perfiles – entre otros, ministras y ministros de educación, mandos altos y medios altos del estado, pensadores, emprendedores, educadores, estudiantes, académicos, investigadores y comunicadores – y de diferentes regiones del mundo, permitió abrigar una visión de conjunto, plural, controversial y disputada, sobre cómo la inteligencia artificial podría impactar en el porvenir de la educación. No existen claros consensos sobre sus impactos. Quizás uno de los aspectos más destacados de la conferencia estribó en la amplitud de miradas que marcan posiciones acentuadamente distintas unas de otras, y, asimismo, constatar la necesidad de buscar denominadores comunes para acciones colectivas a escalas global y local.
La subdirectora general de Educación de la Unesco, Madame Stefania Giannini, argumentó, en su conferencia inicial, sobre que la IA crea disrupciones en la educación y nos enfrenta a tensiones y dilemas que requieren de un fuerte y decisivo liderazgo para procesar y tomar decisiones de políticas que conciernen a la inversión en educación, la pedagogía, la gobernanza y la ética. En gran medida, el calado de desafíos que nos plantea la IA lleva necesariamente a repensar el modus vivendi y operandi de la educación y de los sistemas educativos. Entre otras interrogantes, Giannini plantea cuestiones existenciales como lo que significa ser un estudiante hoy, cómo empoderar a los educadores asumiendo que son irremplazables y a la IA como un compañero de ruta, y sobre fortalecer la relevancia cultural y local de las herramientas de IA para su anclaje comunitario.
No obstante, los disensos registrados, la conferencia permitió identificar cinco direcciones en torno al encuadramiento de la IA en los futuros de la educación, a saber: (i) la infraestructura digital sostenible debe ser una prioridad; (ii) seguridad y ética son aspectos no negociables para proteger a la totalidad de las y los estudiantes; (iii) las y los educadores son irremplazables; (iv) IA para todos y todas significa todos y debe ser diseñada para reflejar contextos locales, lenguajes y culturas; y (v) necesitamos fortalecer la solidaridad global y disponer de estándares compartidos habida cuenta que ningún país puede navegar esta transición por su cuenta.
Asimismo, la Unesco nutrió las nutridas deliberaciones acaecidas en la conferencia - más de 40 sesiones que involucraron a más de 300 oradores internacionales -a través de la publicación “La IA y el futuro de la educación: Disrupciones, dilemas y direcciones” que reúne las contribuciones de 21 pensadores globales, líderes y agentes de cambio. Este conjunto de destacados referentes comparte perspectivas diversas y complementarias, desde dilemas filosóficos, éticos y pedagógicos marcados por la influencia disruptiva de la IA en la educación, así como inspiradoras visiones para forjar una co-creación equitativa entre los humanos y las máquinas.
La publicación identifica siete debates que se definen como emergentes, situados y de finales abiertos, esto es, refuerza la noción que estamos inmersos en entender la IA, experimentar con sus herramientas que crecen a velocidades exponenciales y sin poder tener evidencias concluyentes sobre sus impactos. También se está expuesto al riesgo de que se tomen decisiones sobre usos o desusos de la IA sin procesar discusiones que sopesen múltiples dimensiones, y sin tener certitud sobre como impacta en ampliar y democratizar oportunidades, procesos y resultados de aprendizaje. Mencionamos brevemente cada uno de los siete debates haciendo referencia a los sendos autores de las piezas reflexivas.
El primero de los debates alude a lo que se define como provocaciones filosóficas que son básicamente de dos órdenes. Por un lado, la IA trastoca los fundamentos ontológicos – con foco en la naturaleza del ser humano, su existencia y realidad - y epistemológicos – con foco en el sustento, desarrollo, adquisición y validación del conocimiento - de la educación y la pedagogía de cara a los desafíos de enseñar y aprender en un mundo crecientemente permeado por sistemas no humanos. La educación deja de ser solamente un asunto entre humanos, y nos encontramos ante el desafío de relacionarnos con emergentes objetos no humanos que de hecho cambian y de múltiples maneras, nuestras maneras de pensar, ser, sentir y vincularnos (Bayò Akómolafé).
Por otro lado, se argumenta en torno a posicionar la sabiduría en el cerno de la educación y el currículo que implique el cultivo del discernimiento ético, la auto reflexión y el balance como atributos en un mundo marcado por la incertidumbre y las lógicas de la máquina. No se trata sólo de la adquisición de competencias digitales sino de remarcar que su desarrollo se sustente en visiones ético-humanistas apropiadas por educadores y estudiantes (Bing Song).
El segundo de los debates tiene que ver con los poderes y los peligros de la IA que lleva a reconsiderar lo que significa ser humano y la propia condición humana. Por un lado, se alude a que la IA es la producción estadística de textos plausibles sin intención o sentido (Emily Bender), lo cual privaría a la educación de dos elementos fundamentales que son una educación munidad de sentido y una noción acordada y evolvente de verdad. Por otro lado, se menciona la perentoriedad de invertir en pedagogía y docentes, promover el selectivo uso de la IA que provee valor agregado y formar en la alfabetización AI de educadores y alumnos como procesos concatenados (Andreas Horn).
Asimismo, el documento de la Unesco refiere a las fuertes distancias o más bien brechas, entre visualizar la IA como un medio de acelerar transformaciones educativas y una fuerza que demanda un riguroso examen democrático y restricción ética. Alternativamente a una perspectiva que reduce la IA a su uso como recurso de apoyo a educadores y alumnos, se plantea recuperar los imaginarios educativos basados en valores de inclusión, justicia, sostenibilidad y cuidado para conferirle sentido a la IA.
El tercero de los debates alude a los impactos de la IA en las pedagogías, la evaluación y los futuros educativos emergentes. Se plantean cuatro órdenes de preocupación: (i) la posibilidad que el aprendizaje pueda ser reducido a patrones probabilísticos que aplanen la complejidad del pensamiento humano (Abeba Birhane); (ii) la personalización algorítmica puede aislar y reducir la autonomía de las y los estudiantes, reforzar desigualdades culturales y sociales, y reproducir desigualdades sistémicas (Carla Aerts y Paul Prinsloo); (iii) la evaluación de IA a futuro puede ser una fuente de exclusión en la medida que el acceso a las herramientas de IA, a la infraestructura de soporte y a recursos de formación sea desigual (Mike Penkins y Jasper Roe); y (iv) la visualización de la IA como un colaborador que coadyuva a fortalecer la evaluación formativa centrada en la persona (Bill Cope, Mary Kalantzis y Akash Kumar Saini). Una preocupación común yace en que la IA pueda impactar negativamente sobre el carácter ético, político, social y relacional inherente a la educación.
El cuarto de los debates se centra en revalorizar a las y los educadores como personas. Se trata de fortalecerlos en tres dimensiones complementarias: (i) liderar la integración de la IA como diseñadores intencionales del aprendizaje que respetan y velan por la integridad de las y los alumnos (Ching Sing Chai, Jiun-YU Wu y Thomas K.F. Chiu); (ii) estimular el co-diseño participativo involucrando a educadores y alumnos como coagentes del currículo; y (iii) la visualización de IA como un colaborador en un ecosistema evolvente inclusivo, apropiado por educadores y alumnos, y con sustento en una pedagogía digna (Arafeh Karimi). Un mundo crecientemente tecnologizado, que emerge con más fuerza poscovid, requiere de entender y apoyar de formas mas decididas, a los educadores en su condición de personas.
El quinto de los debates pone el foco en los imperativos éticos y de gobernanza para orientar los futuros de la IA en educación. Se sugiere que la ética sea incluida desde el diseño en los sistemas IA en base a procesos participativos e inclusivos que prioricen las realidades vividas por educadores y alumnos, esto es, a partir del currículo y la pedagogía vivenciada (Kaska Porayska y Isak Nti Asare). Asimismo, se cuestiona que la IA pueda ser vista como neutra o libre de valores en la política educativa, y alternativamente a visiones asépticas o “ingenuas”, se hace un llamado a explorar respuestas democráticas críticas basadas en escrudiñar los valores prioritarios, frecuentemente implícitos, que permean las herramientas de IA (Kalervo Gulson y Sam Sellar).
Un sexto debate plantea confrontar las desigualdades codificadas en educación, esto es, el repertorio amplio de prácticas sutiles, opacas y engañosas que pueden legitimar políticas y programas institucionales discriminatorios, y que coadyuvan a acentuar y reforzar disparidades culturales, sociales, de género, identitarias y territoriales, entre otras fundamentales. Se esbozan una serie de antídotos para contrarrestar las desigualdades codificadas: (i) la localización de la educación en el territorio que priorice la agencia humana, el cuidado pedagógico y el conocimiento contextualizado (Vukosi Marivate, Nombuyiselo Zondi y Baphumelele Masikiaiki); (ii) celebrar el ingenio, la resiliencia y el empoderamiento de las mujeres para reimaginar la IA en educación entendidos como espacios de libertad, relevancia y dignificación de las relaciones (Kiran Bhatia y Payal Arota); y (iii) co-diseñar sistemas de IA sustentados en lo que efectivamente implica incluir con base en fortalecer los vínculos, la pertenencia y el aprendizaje colectivo que prime por sobre una visión acotada e individualista de la personalización (Yuchen Wang).
El séptimo de los debates se enfoca en reimaginar la IA en la política educativa a través de la consideración de realidades geopolíticas. En tal sentido, se arguye que la IA es crecientemente un instrumento político en países como Estados Unidos y China que invierten en investigación de vanguardia en IA, infraestructura y seguridad con prospectiva y una intención estratégica reservado para el poder económico y militar. Teniendo en cuenta que la educación es de los sectores con más peso en adoptar herramentales de la IA, se requiere crear sistemas en educación que aprovechen su potencial y resguarden el bienestar humano (George Siemens). Asimismo, se cuestiona la mercantilización del conocimiento bajo el paraguas de la inteligencia artificial generativa y, alternativamente, se plantea poner en primer plano la agencia humana, el propósito social y el desarrollo de capacidades (capabilities) como metas educativas centrales (Ilkka Tuoim).
En síntesis, la Unesco pone en el tapete que la discusión y la construcción colectiva en torno a transversalizar la IA en la educación se enmarcan en opciones políticas y de política pública sobre que imaginarios de sociedad se persiguen. No estamos ante una discusión que verse solamente sobre innovaciones educativas con base en las tecnologías. Ya sea que la entendamos en clave positiva, como un recurso, un socio, un compañero de ruta y un acelerador de la educación, y/o que coadyuve a la personalización de la educación, de los aprendizajes y de la evaluación, la IA disrumpe la condición humana, sus identidades, así como los cimientos de democracia, inclusividad, justicia y convivencia. Nos enfrentamos a un cambio civilizatorio donde la IA puede jugar roles marcadamente diferentes en atención a las visiones de sociedad y educación que se abriguen. La IA no es neutra ni en sus fundamentos, propósitos, contenidos, estrategias y resultados.
El hecho de asumir la disrupción que genera la IA no supone desacreditarla o desecharla, o bien de adoptarla acríticamente, escalarla y universalizarla, sino de examinar, desde propósitos ético-humanistas y sociales, y con soporte en evidencia conceptual y empírica, sobre que IA se requería para posicionarnos desde una razón algorítmica sustentada en imaginarios democráticos de sociedad, de fortalecimiento de la libertad y de la autonomía (Daniel Innerarity 2025), y de forjar sostenibilidad. No se puede soslayar la discusión sobre derechos humanos y democracia de cara a pensar el posible rol de la IA en formar mejores futuros para la humanidad y, en particular, para las nuevas generaciones.
*Opertti es asesor en proyectos internacionales del Instituto de Educación de la Universidad ORT Uruguay