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25 de agosto 2024 - 5:00hs

Alguien olvidó apagar la luz. Así recuerdan el inicio de aquel incendio en el Teatro Solís que alarmó tanto a la clase política como a la ciudadanía y puso la mirada sobre el teatro más emblemático del país. Una luz encendida en el camerino 23.

“Estábamos ensayando al mediodía y era frecuente que había gente de distintas áreas que cocinaba en camarines. Había un descontrol grandísimo. No era raro sentir olor a churrasco al mediodía, pero un día se sintió olor a humo. Y los teatros en el mundo se incendian”, recuerda el coordinador de la Orquesta Filarmónica, Álvaro Méndez.

El camarín, ubicado antiguamente junto al escenario, estaba siendo usado para almacenar parte del vestuario. La instalación ecléctica falló, la tela agarró fuego y las llamas tomaron la ropa. “Había olor a humo, más humo y más humo. Un técnico subió al área donde se realizaban materiales pequeños de utilería y en un camarín con vestuario había unas llamas de dos metros que habían roto el vidrio y salían para afuera”.

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Las mangueras para extinción no funcionaron y el sistema contra incendios falló. Así lo recuerda Méndez: “Personal del teatro iba cargando baldes con agua hasta que llegaron los bomberos y se logró circunscribir a un área el fuego. Los músicos sin protocolos de evacuación nos íbamos con los instrumentos y volvíamos a entrar para sacar las cosas”.

Si bien el fuego fue controlado, la preocupación por el futuro del teatro atravesó el sector cultural. El actor de la Comedia Nacional y exdirector de esa misma compañía Mario Ferreira vivía a una cuadra de Solís en aquel momento y recuerda con claridad aquella escena: “Tengo muy viva la imagen del elenco de aquel momento de la Comedia mirando desde afuera el humo que salía de una de las ventanas y la sensación era muy angustiante. Más allá del interés que despierta en todos quienes nos dedicamos a la actividad artística, cualquier edificio de estas características dentro de una ciudad o su eventual pérdida genera una gran desazón. Hasta ese momento no sabíamos qué pasaba después”.

Sin embargo, la situación de deterioro del teatro no era una novedad. "Estuvimos a un milímetro de perder el teatro. Fue una toma de consciencia”, dice Gerardo Grieco, quien asumió la dirección del Teatro Solís a partir de su inauguración y se mantuvo en esa posición durante ocho años antes de continuar en el Auditorio del Sodre.

Grieco precisa que la decisión de restaurarlo se había tomado en 1996, como resultado de una serie de estudios encomendados a la Facultad de Ingeniería. “El episodio del incendio de alguna manera fue un grito desesperado del teatro como diciendo ‘che, no tengo mucho tiempo para estar esperando’. El sistema político lo atendió, porque enseguida apareció el dinero y eso aceleró el comienzo de las obras. Se cerró el 12 de noviembre de 1998 y allí empezó todo”.

El coliseo digno para la ciudad

Poco después de que se jurara la Primera Constitución del país, una sociedad de accionistas privados se propuso construir un teatro para el Montevideo de la época. “Un coliseo digno para la ciudad”.

Teatro del Progreso. Teatro de la Empresa. Teatro del Sol. Finalmente el teatro tomó el nombre que homenajea al navegante Juan Díaz de Solís y fue inaugurado el 25 de agosto de 1856 con una función de la ópera Ernani de Verdi.

“Para mí el Solís es uno de los símbolos que constituyen el país, la nación, la identidad uruguaya. Es un signo de todos tiempos, en ese sentido es indisociable. Uruguay y Montevideo sin el Solís serían otra cosa”, considera Grieco.

“Desde el impulso de aquellos ciudadanos que en 1830 se lanzan a construir un 'coliseo digno para la ciudad'. Atraviesan el Sitio de Montevideo, la Guerra Grande e inauguran este Teatro Solís en 1856. Eso constituye la imagen viva después de la nación, de la ciudad, crea un impulso de construcción de ciudadanía que después en cada uno de los ciclos siempre está presente. El Solís está presente en la vida de este país siempre. Después cuando cambian los usos y costumbres lo compra la Intendencia de Montevideo, con una intención muy clara y muy noble, muy alta, de devolverle ese mismo signo que significó el teatro como constructor de ciudadanía, decía Zavala Muniz, y eso también abre otro periodo bien importante del país de construcción de infraestructura cultural y con eso de construcción de ciudadanía”, agrega.

La Intendencia de Montevideo compra el edificio en 1937, dando comienzo a un nuevo periodo de funcionamiento del teatro que ha tenido varias vidas. Para la fecha de cierre del Teatro Solís funcionaba allí la Comedia Nacional, la Orquesta Filarmónica, la Escuela Municipal de Arte Dramático y la Administración del Teatro, además de talleres y depósitos de objetos de uso.

NO USAR Teatro Solís
Teatro Solís

Teatro Solís

Para la actual directora del Teatro Solís, la artista Malena Muyala, el teatro es “tanto el peso como la raíz, como las alas” de la cultura uruguaya.

“Es un teatro que tiene un arraigo profundo. Por los años que tiene y por lo que fue construyendo en la gente: pertenencia, orgullo, identidad. Eso creo que nos pasa a casi todas las personas en Uruguay. Lo que lo va construyendo –más allá del edificio, patrimonial, histórico, majestuoso– es cómo se va instalando en la gente el Teatro Solís. Ese es el gran peso que tiene. Después obviamente se va construyendo de historias, se va creando todo ese entramado y prácticamente no hay persona que te encuentres que no tenga algo para decirte del teatro. Pero tiene todo un margen todavía de proyección y crecimiento que es infinito”, sostiene.

Grieco además considera que la última reforma del teatro, que atravesó una de las crisis más importantes de los últimos años, tiene "algo un poquito épico”.

“La inauguración fue mucho más que la gala, fue una expansión de esperanza. El Uruguay tenía otro futuro, un futuro mucho más desarrollado, que podíamos hacer grandes cosas con nuestros propios recursos y con nuestra propia gente, y eso es eso fue poderoso. Eso para mí fue lo más poderoso de la reapertura del Teatro Solís. Esa onda expansiva que se provocó en toda la sociedad de norte a sur, de este a oeste”, sostiene.

La obra

Daniel González conoce el teatro de memoria. Hace dos décadas trabajó en su reconstrucción, y desde el día que se volvió a inaugurar ha sido el encargado del mantenimiento del edificio. Ahora recorre el teatro mostrando cada detalle de la reconstrucción.

La caja escénica, el escenario, el foso de la banda, la sala, el detalle de las pinturas de los techos que fueron restauradas, los revestimientos, las molduras, la losa de hormigón que debieron construir para proteger la estructura del agua y aislar el sonido de la sala. La infraestructura detrás de lo que se ve. Hasta los pequeños clavos que sostienen la tela pintada por Carlos María Herrera y Pío Collivadino, del lado de atrás.

“Era como limpiar una joyita y empezar a ver cosas que antes no percibías. Para mí fue un mojón importante, fue muy formativo. Era fascinante venir a una obra de este tipo en un edificio tan emblemático. Fue un desafío y un gran aprendizaje. hasta el día de hoy”, comenta.

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Carlos Pascual y Álvaro Farina fueron los encargados de diseñar un proyecto que no solo salvara la estructura, sino que al mismo tiempo lo transformara en un teatro del siglo XXI.

“Me acuerdo haber entrado el día después del incendio con Gerardo Grieco a recorrerlo: encharcado el escenario, el bajo escenario, estas habitaciones empapadas. El deterioro del Teatro Solís era absolutamente tremendo. El aire acondicionado no existía, no se podía hacer funciones en verano porque el calor era tremendo, no tenía ninguna aislación acústica. Entraba todo el ruido de afuera: los tambores, el ruido de los ómnibus, cuando llovía fuerte si estabas en un concierto se sentía el agua en el techo, se escuchaba el extractor de El Águila, se sentía el olor a comida en el escenario, se sentían los ruidos de los camerinos desde la sala. Era verdaderamente espantoso”, detalla el arquitecto.

Grieco coincide: “Era terrible. Tenía todas sus instalaciones eléctricas y sanitarias completamente destruidas. Había zonas con peligro de derrumbes, había zonas completamente abandonadas. Toda la infraestructura cultural del país había sufrido un abandono durante y en edificios como estos su sintomatología era bastante dramática”.

La situación se arrastraba, señala el arquitecto, desde la primera intendencia de la democracia. Cuando Thomas Lowy asume la dirección del primer Departamento de Cultura de Montevideo. “El Teatro Solís que se encontraron, que le tocó a Tommy del 85 al 90, era verdaderamente una catástrofe”.

Así que lo primero que se decidió fue cerrar la sala y hacer un plan de acción. “La ilusión que tenían Mariano Arana y Gonzalo Carámbula, intendente y director de Cultura en aquel momento, era ocuparnos solo de la sala. Pero era algo inviable porque todo el edificio estaba vinculado”, indica el especialista.

“Empezamos a desmontar revoques, maderas, metales. Ver el estado en que estaba desde el plafón de sala hasta las butacas, las arañas, el plafón de foyer, las aberturas. Y separar la paja del trigo: decidir qué era lo que había que conservar y qué era lo que se podía modificar”, sostiene Pascual. Todo en acuerdo con la Comisión de Patrimonio Nacional, ya que hay lineamientos metodológicos a la hora de modificar un edificio que es además, un monumento histórico.

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La reforma que atravesó el Teatro Solís fue profunda. No solo se modificó la instalación eléctrica, entre otras cosas se instaló un sistema contra incendios y un sistema de aire acondicionado, se cambió el escenario y se agregó un foso para los músicos, se modificó el sistema de escaleras, se instaló una losa de hormigón que protege el plafón de tela de la sala y se modificó la circulación. Pero el mayor cambio que se introdujo fue la caja escénica del teatro. Ese, dice el arquitecto, es su mayor orgullo.

“Era una caja escénica que nunca funcionó. No respetando el proyecto original de [Carlo] Zucchi se hizo una caja escénica más modesta por cuestiones de presupuesto y cuando se modificó a fines del siglo XIX se volvió a dejar con poca altura. El cubo es el cambio más importante que tiene el volumen exterior, pero era la diferencia entre tener un teatro del siglo XXI o quedarnos con un teatro malo del siglo XIX. Porque ni siquiera era un buen teatro del siglo XIX. Entonces, no había mucha escapatoria”, explica Pascual.

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Esta modificación permite elevar la altura para, por ejemplo, subir la maquinaria del escenario y levantar completamente cualquier elemento escénico. "No solamente atendió lo infraestructural y la restauración de sus aspectos patrimoniales, sino que también incorporó tecnología para recuperar lo mejor de su historia pero proyectarlo hacia el siglo que viene como un edificio vivo, pujante y activo en nuestra sociedad”, destaca Grieco y, sentado desde una butaca en el edificio, agrega: “Este teatro es una joya”.

Lo dice de forma gráfica: fue como hacer un edificio de nueve pisos en el medio del Solís. Y luego coserlo a la estructura patrimonial.

Para diseñar el proyecto se contrataron asesores extranjeros, principalmente franceses e italianos, liderados por Jean-Michel Dubois que estuvieron vinculados a la mecánica escénica. Mientras un equipo de artesanos uruguayos liderados por Ruben Barra se ocupó de la restauración detallada de cada elemento del teatro.

El plafón de sala y el de foyer, arañas, bronces, cristales, tulipas, dorados, pinturas, molduras. “Había un plan muy preciso de qué había que hacer en cada maniobra con cada objeto que había que restaurar”, recuerda el arquitecto.

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“La tragedia fue esto: la crisis del 2002”, dice Pascual. “Es la historia del Solís. Cuando se inauguró acababa de terminar la Guerra Grande y el país estaba fundido. Hay como una oposición. Esto de ‘mejor darle de comer a un niño que hacer un teatro’, esas cosas son discusiones que cada tanto alguien lo dice. Pero una ciudad como Montevideo, con la población que tiene y con la tradición que tiene de teatro de prosa y música, no tener una sala de conciertos y de teatro de este nivel, era una cosa increíble”, considera el arquitecto.

“Ese fue un tema enorme”, recuerda Grieco. El presupuesto. “Aquel gabinete siempre le puso mucha estatura a esta discusión y hoy tenemos este teatro, con todas las transformaciones que este teatro nos ha dado. Para mí significa incluso el inicio de un tercer ciclo de recuperación de infraestructura cultural en todo el país, porque este teatro inspiró y le dio impulso a que en Rocha hicieran enseguida una restauración que tienen parte de butacas, puertas y una araña del Solís. Después vino el Teatro Macció, una mejora en Paysandú y en Salto. Ese impulso, que hizo que todo el sistema político entendiera que era importante y que destinara dinero, llega hasta ahora que inauguramos el Teatro Escayola y se inauguró en Rivera la restauración del Teatro Municipal. Importa mucho. Las ciudades no son las mismas cuando tienen sus teatros activos y pujantes”, agrega.

A partir de la adjudicación de la empresa constructora, la dirección de la obra la asumió la arquitecta Eneida De León. “Yo llegué a la obra en el 2001, que se hizo la licitación para hacer la obra y después poner, digamos, toda la situación con la menor cantidad de dinero posible”, recuerda.

La arquitecta señala que algunos de los revestimientos y terminaciones debieron ser modificadas. Como el mármol de Carrara y el granito que se instaló en las áreas de público. ”A pesar de que se había hecho un desmontaje de casi todo, tuvimos que empezar con una excavación de siete metros bajo el escenario y después, [generar] toda la estructura que creció para arriba con este cubo que tiene encima”.

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El volumen que estaba proyectado, dice De León, se transformó entonces en una extensión de la farola del teatro. “Esa lamparita roja que era el frente que era lo que tenía antiguamente para avisar a Montevideo que había una función, que se veía desde el Prado porque no había nada”. Con esa idea es que ahora se ilumina también el techo del teatro.

“La obra nos llevó desde mediados de 2001 hasta el 25 de agosto del 2004”, precisa la arquitecta. Atravesada no solo por una tormenta económica, sino también por un temporal de Santa Rosa, los obreros trabajaron hasta el mismo día de la inauguración. “Lo que hicimos fue convertir un teatro que cuando uno estaba escuchando música adentro se escuchaba a los ómnibus pasar por la calle, a un teatro que tenía una acústica mucho mejor. Hicimos todas las pruebas habidas y por haber. Tuvimos discusiones con la Comisión de Patrimonio, pero llegamos. Poniendo los últimos vidrios mientras estaba lloviendo el día anterior, pero llegamos”.

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De León está convencida de que la reapertura del Teatro Solís tuvo un impacto en todo el territorio. “En todo el país se comentaba que el Solís había reabierto”. Y recuerda especialmente la reacción de un inspector de tránsito que –mientras le escribía una multa por olvidar el permiso de estacionamiento– se emocionó al enterarse que el teatro volvería a funcionar. “Al hombre se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo, ‘¿se va a abrir el Solís?’. ‘Nos va a llevar unos años, pero lo vamos a abrir’, le dije. Y quedó muerto de emoción”.

Fuera de casa

Durante los seis años en los que el teatro estuvo cerrado los elencos de la ciudad fueron peregrinos.

“Fue un momento difícil para todo el mundo, se volvieron un poquito nómades. Me acuerdo que con la Orquesta Filarmónica lo que hicimos fue adaptar el atrio de la Intendencia de Montevideo como una especie de sala de conciertos, la Comedia ocupó salas de todo Montevideo. Obviamente que fueron años nómades, con lo bueno y lo malo que eso tiene. No todo es malo, se aprenden muchas otras cosas y se toma contacto con otras realidades”, sostiene Grieco.

Mario Ferreira, quien todavía no formaba parte del elenco de la Comedia Nacional, recuerda aquel “peregrinar por distintas salas de Montevideo” como espectador. La Comedia Nacional se desperdigo por diferentes escenarios como el Teatro Victoria, El Galpón o la Sala Verdi. “Se buscó la forma de que la actividad no parara”.

Pero para Álvaro Méndez aquello fue "un peregrinaje terrible” con la Orquesta Filarmónica. Ante el desmantelamiento del edificio, las oficinas de administración y dirección debieron buscar otro lugar desde donde funcionar. Mientras tanto, los músicos ensayaban en las instalaciones del Sodre.

“No tenía auditorio, estaba la Nelly Goitiño para compartir el ensayo con ellos usando sus propias cosas. Fuimos alternando lugares para los conciertos. Instalamos un auditorio en el atrio municipal y ahí se hicieron dos temporadas importantes de conciertos. Hasta setiembre del 2004 también realizamos en el Radisson conciertos y muchas veces los ensayos”, señala.

“Se sufrió mucho, porque a veces por dificultades de un lugar o de otro teníamos que trasladar todo, cambiando todas las condiciones de trabajo de artistas y personal técnico, maltratando instrumentos muchas veces. Entonces fue algo duro”, recuerda.

El teatro nuevo

“Confiamos en que el Solís reabierto se transforme en una oportunidad para muchos compatriotas, en el marco de una construcción democrática y republicana a la que todos aspiramos y a la cual, sin excepción, todos nos debemos”, dijo el intendente Mariano Arana aquel 25 de agosto de 2004, cuando el teatro volvió a abrir sus puertas. Y, al menos por unas horas, el ruido de la maquinaria se transformó en la polifonía de voces que circulaban por el edificio renovado y la música volvió al Solís.

Esa noche se volvió a inaugurar el cañón central del teatro: vestíbulo, sala y escenario. Las alas laterales del teatro serían inauguradas recién en 2008, con la incorporación de la sala Zavala Muniz y la Delmira Agustini.

Pero la noche anterior, el 24 de agosto, el teatro también estuvo lleno. Las autoridades invitaron a todas las personas que trabajaron en las diferentes etapas de la obra junto a sus familias para estrenar el nuevo Solís. “La empresa todavía estaba poniendo los escalones de galería alta, había partes que tocabas te quedabas pegado con la pintura, había suciedad de obra pero a la vez teníamos que hacer el ensayo. Todo junto y a la vez. Había miles de cosas que no funcionaban. Y recuerdo con mucha emoción el compromiso de algunos funcionarios”, recuerda Grieco, y agrega: “Caminábamos por las paredes, creo que no dormí esa noche”.

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La inauguración fue con una gala lírica de la Orquesta Filarmónica con un repertorio dirigido por el maestro Federico García Vigil que incluyó arias de Puccini, de La Bohème y Tosca, además de un dueto de la ópera de Léo Delibes que cantaron María José Siri y Rita Contino. También cantaron Raquel Pierotti, Ariel Cazes, René Velázquez, John Matz y Luis Gaeta. Esa misma noche Estela Medina fue declarada Ciudadana Ilustre de Montevideo y recibió las Llaves de la Ciudad de manos del intendente.

En la séptima fila del lado izquierdo de la platea estaba sentada la cantante Malena Muyala, quien actualmente es la directora del Teatro Solís. “Me acuerdo perfecto de esa noche. Recuerdo que quedé embelesada cuando salió María José Siri a cantar. Fue la primera vez que la vi”, comenta.

En la tertulia estuvo Mario Ferreira junto a Margarita Musto. “Había mucha expectativa en la reapertura y no era solamente el interés de los teatreros, había mucha gente que se había acercado. Se le había dado un carácter muy festivo. Recuerdo la emoción de estar de nuevo ahí adentro, ver los cambios y todas las posibilidades que tenía el teatro. Fue una cosa muy muy emotiva. Sobre todo porque unos años antes no sabíamos qué iba a pasar con el Solís, puede ocurrir un incendio y después quizás ya no vuelva a ser lo que era”.

Meses después Ferreira se incorporó al elenco de la Comedia Nacional y participó de lo que fue la vuelta del elenco al Teatro Solís. Destaca particularmente la temporada de Las mil y una noches. “Fue un espectáculo divino de ver y de sentir, porque la gente se acercaba no solo a ver el espectáculo, sino también a ver cómo había quedado el Solís por dentro. Y a la vez fue fantástico que todos esos recursos nuevos que tenía el teatro se pudieran utilizar. Ahora ya se nos ha acostumbrado a cosas que en aquel momento eran un poco mágicas. Para el medio y para la realidad de las salas”.

“La vuelta a casa de los elencos fue muy vibrante, fue muy emocionante. En el medio también de un envión muy fuerte: todo el mundo quería estar en el Solís, todos queríamos un pedacito de teatro para nosotros”, recuerda Grieco.

Álvaro Méndez recuerda que durante 14 días la Orquesta Filarmónica hizo siete espectáculos diferentes bajo la dirección de García Vigil “atendiendo el gusto diverso de la población” como galas de tango, música de películas o ocho estaciones con cuatro de Piazzolla y cuatro de Vivaldi.

“Nos acompañó el público durante varios años. No importaba qué hubiera. Una sala así la población la siente suya y lo festeja con su presencia. Más cuando se han cuidado las programaciones”, señala Méndez.

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Grieco coincide en esa visión de los primeros años de la reapertura. “Esa expansión de esa sensación y ese sentimiento que creció hizo que los primeros años fueron de una intensidad inusitada. No solamente se restauró la infraestructura, lo físico, sino que también se preparó un modelo de gestión nueva. Se hizo una mirada muy estratégica de poner todo el Solís y su modelo de gestión de cara a ese siglo XXI y hacia el futuro. Y todos lo pensábamos un poco en esa clave, que el Solís fuera un verdadero motor de desarrollo cultural, social, artístico, económico, turístico, urbanístico”.

Muyala dice que su vida ha estado atravesada por el Teatro Solís. Desde el día en que ganó un concurso para cantar con Osvaldo Pugliese en el teatro y entró por primera vez, hasta cuando cantó en medio de la sala con el teatro en obras para grabar un videoclip o cuando grabó su primer DVD. Finalmente, hace casi cuatro años, asumió su dirección.

“Tengo un romance continuo con el teatro. De hecho en época de pandemia iba casi todos los días a la platea, me sentaba en ese teatro vacío con el cortafuegos abajo y cantaba. Cantaba un ratito porque decía ‘el teatro debe estar necesitando escuchar algo de música’. Tengo un vínculo que siento muy estrecho”, dice.

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“Es un teatro que es de la gente, es de la ciudadanía y tenemos la enorme responsabilidad de poner eso en diálogo, de acercar y de generar acciones realmente constructivas que vayan en esa línea. Parece que la ciudadanía fuese algo homogéneo y no, nos sorprende día a día con su con su faceta heterogénea. Entonces es un compromiso de la dirección del Teatro Solís poder generar líneas de trabajo y de acercamiento sin desplazar a nadie. Tenemos que ir hacia un teatro de efectiva convivencia”, considera Muyala, y sostiene como objetivo que el Solís “se transforme en un lugar mucho más poroso, de puertas abiertas pero convocante, donde la gente sienta que es un espacio de contención y un espacio de pertenencia”.

“El teatro es un poco como una catedral”, dice Méndez. Explica que el caso de la Orquesta Filarmónica considera que tiene 100 músicos recibiendo las órdenes de Verdi o Puccini, que escribieron hace más de 100 años.

“Hay un mensaje ahí, con códigos que son las partituras, y los músicos de alguna manera están recogiendo los sentimientos de esa persona liderados por un director musical. Del otro lado, el público se conecta con los músicos pero a través de ellos se conecta con lo que sintió el creador. Por eso te digo que es algo medio religioso lo que se produce. Ese es el placer para mí: que la gente se emocione y disfrute. Tener el espacio adecuado como es el Teatro Solís, y recuperado, la gente lo disfruta y para mí no hay alegría más grande”, dice.

El exdirector también lo dota, en tanto templo del arte, con una connotación espiritual. Esa es la sensación que recuerda cada vez que ha entrado a un teatro. “Esa sensación inmensa del ambiente que genera la sala como espacio artístico, como templo. Me pasa en los teatros igual que en las iglesias. Tiene una vinculación de templo, de lugar de las artes, de lugar de encuentro y esas sensación para mí es muy agradable. Muy de conexión espiritual”,

Grieco considera que el Teatro Solís esté vivo hoy "es una especie de milagro”.

“Ese milagro de hacer con los recursos que tenés lo mejor que se puede hacer, con una mirada de largo plazo, entregando lo mejor de nosotros mismos y para el bien común, a eso yo le llamo ese milagro del Solís. Se queda con lo mejor de cada uno de los que pasamos por acá para devolverlo a la comunidad. Eso es mágico, es milagroso y eso pasa en este teatro hace más de un siglo y medio”.

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