Ramón Silva trabaja desde hace años en Ecuador
Cerca de allí, a 30 km, se crió Nelson Acosta, quien años después sería su compañero en Peñarol y en la selección uruguaya.
“El papá de Nelson se encargaba de la estación de trenes y estaba retirada unos 30 km, pero él jugaba en Paso de los Toros”, agrega y dice: “Yo empecé cuando se inauguraba el baby fútbol en mis pagos y jugué en Peñarol de Paso de los Toros. Llegué a la selección juvenil de la ciudad y Nelson, años después, a la mayor. Pero me fui para Montevideo y no llegué ni a debutar”.
Ramón Silva se transformó en un jugador polifuncional en el mediocampo. Marcaba y corría, como metía pases milimétricos. No era ningún negado con la pelota. Pero la tuvo que luchar, ya de niño.
“Mi padre no me dejaba jugar al fútbol porque había que trabajar la chacra con mis hermanos. Pero un día, apareció el peluquero del pueblo que se llamaba Reyna, y había armado el equipo del barrio. Fue a hablar con mi padre para que me dejara, y lo convenció”, recuerda.
Un equipo de River Plate en el que abajo aparece en el medio Fernando Morena y a au lado, de bigotes, Ramón Silva
Tenían plantaciones de todas las verduras, con vacas y Ramón “araba con caballos en aquella época, plantaba, cosechaba. Con los años mi padre compró un tractor y con 12 años ya aprendí a manejarlo para arar. Había que laburar duro. En la UTU, hice el curso de mecánico tornero, pero a los 15 me fui a Montevideo y dejé todo trunco. Me fui por un cuñado casado con una hermana mayor que me invitó y empecé a trabajar en una carpintería metálica durante un año. Luego surgió la posibilidad del fútbol y todo cambió”.
Los domingos jugaba en Libertad Washington que era un equipo de Colón y un día apareció un hombre que le dijo que quería llevarlo a entrenar a River Plate. “Se llamaba Nelson Alonso. Quería que fuera a River y le contesté: ‘No puedo ir porque trabajo de lunes a viernes’. Entonces averiguó si existía la posibilidad para que entrenara los fines de semana. Juan Vivas era el técnico y aceptó que fuera a entrenar de noche al Saroldi. No veíamos nada porque no había luz. Salía a correr alrededor de la manzana por 19 de Abril. Empecé en la Quinta, estuve dos meses, y un día Vivas me llevó al primer equipo a jugar. El técnico era Juan Carlos Ronzoni y me dijo que tenía que ir el lunes y no fui. ¡Tenía que laburar, si no se complicaba! Y otra vez me consiguieron un horario especial. Al otro día me llamó (el presidente Eduardo) Castro Quintela y me preguntó cuánto ganaba, y entonces me dijo que me pagaba eso para jugar. ‘Venite a vivir al Saroldi, en el segundo piso’, me pidió y entonces viví un tiempo en donde había concentrado Uruguay cuando ganó el Mundial de 1930”, dice.
Ramón Silva y una de las históricas camisetas de Peñarol, la calada que se usaba a finales de los años de1960 y principios de los de 1970
Y agrega: “Ese año conocí a Fernando Morena que venía de Racing. Se integró y nos hicimos amigos con él y con su padre. Fernando siempre fue un chico travieso. Una vez hicimos un asado y les puso candado a todos los bolsos del resto de los jugadores y se fue y se llevó la llave. Era travieso (se ríe)”.
Cuenta que toda su vida fue hincha de Peñarol y su ídolo era Pedro Rocha. “En la chacra escuchábamos el relato de Carlos Solé con una Spica a pila. Pedro Rocha era mi ídolo en un equipo fantástico”.
Ya en 1966 se había venido con su cuñado y su hermana a vivir a Montevideo y recuerda cómo vivió el triunfo de la Copa Libertadores de América de Peñarol que perdía 2-0 y derrotó 4-2 a River Plate de Argentina.
“Estaba con mi cuñado y salí al patio donde no me viera nadie. Me puse a llorar de alegría, escuchando a Solé, que decía cosas que te llegaban mucho”, recuerda.
En River, al poco tiempo que comenzó a jugar, ascendieron a la A y quedó integrado al plantel principal.
“Un día se lastimó Julio Santana que era el ‘5’ y el técnico me dijo que jugara yo, que todavía jugaba en la Quinta. Nunca más me sacaron. Le ganamos a Sud América en el Fossa 3-0. Fernando (Morena) estaba en Cuarta, era el goleador del equipo y era el suplente del golero, porque le gustaba ir al arco y atajaba bien. Creo incluso que alguna vez llegó a atajar”, explica.
En 1968 vivió una jornada muy especial en el Estadio Centenario al enfrentar a Peñarol.
El momento en que Ladislao Mazurkiewicz batió el récord de imbatibilidad de goles en el Campeonato Uruguayo y es saludado por compañeros de Peñarol, y llega alguno de River Plate
“Fuimos a jugar al estadio y era mi primera vez allí. En el primer tiempo me hice un gol en contra. Me quería morir. Tiraron un córner y yo tenía que marcar a Rocha, mi ídolo. Me llevaba dos cabezas. Por mirar sus movimientos, la pelota me pegó en la espalda y se metió. Todavía en el primer tiempo, se paró el partido porque Mazurkiewicz rompió el récord de la valla invicta y todos fueron a saludarlo, incluyendo al árbitro. Fueron sus compañeros de Peñarol y los míos de River, pero yo no fui porque estaba hecho pedazos por ese gol en contra que me había anotado”, cuenta.
Y sigue: “Todo cambió en el segundo tiempo cuando le hice el gol a Mazurkiewicz y allí se estableció el récord de 987 minutos sin goles en el Campeonato Uruguayo, un récord que sigue hasta hoy. Allí después, aguantamos y empatamos 1-1. Con el tiempo, nos hicimos muy amigos con él. Ese día fue increíble. Yo estaba jugando y pensaba en pleno partido: ‘Yo los escuchaba por la radio y ahora están todos al lado mío’; no podía creerlo. Tito Goncalves, Cortés, Rocha, Abbadie, Spencer, Joya, Sasía, Cacho Caetano. ¡Por Dios!”.
La revista Deportes en 1972 con Ramón Silva recién llegado a Peñarol en su tapa
En 1972 llegó a Peñarol luego de que un técnico de River lo quiso poner de lateral y su reacción fue irse para Paso de los Toros.
“Luis Grimaldi, el técnico, me quería poner de marcador derecho y yo era ‘5’. Yo no quería y él insistía. Terminamos la práctica y me tomé un ómnibus y me fui para mi pueblo. No quería jugar ahí. Estando en la casa de mis padres, me llamó Castro Quintela que me volviera, que me había vendido para Peñarol. Cuando escuché aquellas palabras, estaba en el cielo, la verdad. Ir a parar ahí de golpe fue una cosa fantástica. Me fui corriendo”, cuenta.
Un equipo de Peñarol en 1973: arriba, Omar Caetano, Walter Corbo, Rodolfo Sandoval, Alfredo Lamas, Hugo Fernández y Mario González; abajo: Daniel Quevedo, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Mario Liuzzi
Así llegó a un club que lo cobijó y en el que fue tricampeón uruguayo desde 1973 a 1975.
Lo recuerda de esa manera: “Me citaron en la calle Maldonado y en la sede conocí a (Washington) Cataldi, a (Gastón) Guelfi, al Tano Zeni, a Ondino Viera que era el técnico. Juan Faccio que ya trabajaba de entrenador en River, fue muy influyente en mi carrera, hablaba muy claro y aprendí mucho con él. Siempre lo recuerdo con mucho cariño. Me dijeron que él tuvo mucho que ver con mi pase”.
El equipo de Peñarol campeón uruguayo de 1973; arriba aparecen Walter Corbo, Omar Caetano, Walter Olivera, Nelson Acosta, Hugo Fernández, Mario González; abajo, Nelson Quevedo, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Ruben Romeo Corbo
Dice que “con Ondino me llevaba muy bien, hablaba mucho con él y me hablaba de fútbol, de su vida y a mí me gustaba escucharlo. Agarraba el mate en las mañanas y me pegaba a él y no me convidaba, porque decía que cada uno tenía que tener el suyo”.
El equipo de Peñarol que ganó el clásico 100 por el Campeonato Uruguayo; arriba: Mario Zoryez, Carlos Peruena, Walter Corbo, Nelson Acosta, Hugo Fernández, Mario González; abajo: Daniel Quevedo, Lorenzo Unanue, Fernando Morena, Ramón Silva y José Cruz
Juan Faccio llegó en 1973 como técnico de Peñarol. Ramón recuerda que “pidió a Fernando (Morena) quien ya era figura. A su llegada, murió Guelfi, que era un hombre muy sencillo, muy bien y fue una pena que se muriera tan joven”.
Faccio duró un tiempo y fue sustituido por Hugo Bagnulo, el eterno Hugo. “En 1973 fuimos campeones contra Nacional con el primer gol clásico de Fernando y les cortamos el quinquenio”.
Y recuerda una anécdota que vivió en aquel clásico. “El Hugo me agarró en Los Aromos aparte para charlar y me dijo: ‘Vas a jugar en un lugar diferente. Seguís a (Luis) Cubilla por todos lados. Si no juega Cubilla, no juega Nacional’”.
Y cuenta una historia previa similar que había vivido contra un tremendo jugador como Héctor "Ciengramos" Rodríguez. “Yo ya había hecho lo que me pidió el Hugo, pero cuando jugaba en River, contra Bella Vista. Ahí seguí por todos lados a Héctor Rodríguez. Un jugadorazo. Paraba la pelota con el taco igual. En pleno partido, él ya con experiencia y yo un botija, me dijo: ‘¿Te mandaron marcarme gurí’. Vamos para la sombra (de la cancha)’, (se rie). La primera pelota, se me fue. Tenía un talento increíble. Pero después lo pude controlar. Al final me abrazó: ’Gurí, jugaste bien’, me comentó.
Y añade de aquel clásico: “Cubilla no tocó la pelota. Entre mis compañeros y yo, no le dimos un metro. Lo aislamos y lo partimos a Nacional”.
El equipo de Peñarol que le ganó la final de la Copa Teresa Herrera a Borussia Mönchengladbach en 1974; arriba aparecen Ariel Sandoval, Mario Zoryez, Nelson Acosta, Walter Corbo, Voltaire Garcia y Mario González; abajo, José Cruz, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Daniel Quevedo
En 1974, poco después del Mundial en el que Uruguay jugó muy mal y se vino enseguida, Peñarol fue a jugar la Copa Teresa Herrera a La Coruña.
De entrada enfrentó a Barcelona que tenía a Johan Cruyff y a Johan Neeskens, dos de los pilares de Holanda en aquella Copa del Mundo, el equipo asombró a todos, incluso derrotando 2-0 a los celestes en el debut.
El equipo de Peñarol que ganó la Copa Teresa Herrera en 1975; arriba posan Mario Zoryez, Carlos Peruena, Walter Corbo, Nelson Acosta, Luis Garisto y Mario González; abajo: Daniel Quevedo, Lorenzo Unánue, Fernando Morena, Ramón Silva y José "Pepe" Cruz
“Le ganamos con Cruyff, Neeskens y a todos 1-0 con gol de Fernando. Después fuimos campeones contra Borussia Mönchengladbach, el equipo de aquel momento, y también logramos la copa al año siguiente contra Cruzeiro, por lo que Peñarol se transformó en el primer equipo extranjero bicampeón de ese torneo”, explica.
Más historias vividas con Peñarol
Morena fue el goleador del Uruguayo 1975 batiéndole el récord al Tigre Pedro Young, con 34 goles. Un récord que databa de 1933.
Así recuerda aquella tarde ante Liverpool en el Centenario: “Fernando fue un goleador espectacular. Estaba Julio Giménez, pero nunca tuvo un jugador que lo habilitara 100% a él, siempre nos costó habilitarlo, éramos más batalladores. Nosotros apretábamos arriba y los metíamos adentro del arco, con un buen nivel en mitad de cancha”.
El plantel de Peñarol de 1974 con todas las copas que se trajo de su gira; Ramón Silva aparece arriba a la derecha, al lado de Voltaire García
Y agrega: “Cuando hizo el gol del récord, fuimos todos a saludarlo, pero sabíamos que era inevitable que lo iba a conseguir. Ahí conocí a Pedro Young quien entró a la cancha y Fernando le regaló su camiseta. Después fue a Los Aromos con nosotros”.
Dos de sus mejores recuerdos los vivió con dos campeones del mundo con Uruguay en Maracaná 1950. “Con el Cotorra Míguez estuve un día charlando de todo. Él llamó por teléfono a Los Aromos porque necesitaba que le firmaran un banderín. Se lo firmamos todos y yo se lo llevé a la casa porque quería conocerlo. Fue un fenómeno del fútbol”.
Pero también habla de cuando conoció “al capitán”, como él mismo lo llama a Obdulio Varela.
Ramón Silva de Peñarol llega al área de Danubio y Lorenzo Carrabs se queda con la pelota
“Estaba enfermo e internado y el Pecho De Souza, un amigazo, me dijo que iba a verlo al hospital. ‘Quiero ir contigo’, le dije, y fuimos. Le di la mano y un abrazo. ‘¿Sos amigo del Pecho De Souza? Entonces sos mi amigo’, me dijo el capitán. A los pocos días, por suerte dejó en hospital”.
Y habla de Hugo Bagnulo y su forma de ser, más allá de las famosas cábalas y el fuerte temperamento que tenía.
“El Hugo no te perdonaba nada. Era solo fútbol, no se podía hablar de otra cosa y así nos enseñó. Era muy paternal y muy frontal cuando estaba enojado. Un día le dijo a Jorge Barboza: ‘Jorgito, tenés el pelito largo, no te queda bien. Vení mañana con el pelo cortadito y te va a quedar mejor’. Y no le hizo caso. Entonces, lo llamó en plena práctica y le dijo que tenía media hora para cortarse el pelo ‘y si no, te vas de aquí’. Y se lo tuvo que cortar un vecino. Volvió todo cortado mal (se ríe a carcajadas). Si no le hacías caso y se enojaba por algo, te peleaba a las piñas. Se enojaba mal”, cuenta.
En enero de 1976 por la Liguilla de 1975, Peñarol goleó 5-1 a Nacional.
El equipo de Peñarol que goleó 5-1 a Nacional en enero de 1976: arriba: Walter Olivera, Mario Zoryez, Walter Corbo, Gustavo Faral, Nelson Acosta y Mario González; abajo: José "Pepe" Cruz, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Norberto Galilea
Ramón recuerda: “Los metimos adentro del arco, eso fue histórico. Ese era nuestro Peñarol que nos gustaba: no teníamos compasión con nadie. Y el que no hacía eso, tenía su castigo, los obligábamos adentro de la cancha que tenían que cumplir. Con el Peca (Voltaire) García, el Indio (Olivera), nos metíamos en la cancha de ellos y de ahí los sometíamos. Con (Nelson) Acosta hacíamos el doble 5 que lo empezó Faccio y lo siguió Hugo”.
Y sigue: “Aquella noche, Julio (César Giménez) se lesionó. Jugaba a nuestra izquierda y se lesionó un tobillo y lo pusieron al lado de Morena y allá, corriendo solo contra los zagueros, hizo tres goles. Hizo de todo esa noche. Quedó muchas veces mano a mano y Julio te liquidaba. En uno de sus goles, entró con pelota y todo al arco. Y Morena, por supuesto, con todas las luces prendidas. En esa época nos sentíamos ganadores, mandábamos nosotros. En 1975 fuimos campeones invictos del Uruguayo”.
Cuenta que con Julio Montero Castillo, un enorme volante de Nacional, padre de Paolo, y muy recio al jugar, se llevaba “bien, pero en los clásicos nos sacábamos chispas. Nacional se venía desarmando, respecto al gran equipo que tenía, y nosotros ayudamos a que ese equipo se terminara de desarmar porque les ganamos con todas sus figuras el Uruguayo de 1973. ‘Te voy a entrar con todo’, le decía yo, y él contestaba: ‘Te voy a doblar la pierna’. Pero jamás levanté la pierna en plancha. Jamás con mala intención”.
Un equipo de Peñarol en 1973: arriba: Mario Zoryez, Rodolfo Sandoval, Walter Corbo, Nelson Acosta, Hugo Fernández, Mario González; abajo: Daniel Quevedo, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Alberto Santelli
Ramón era de hacer alguna broma pesada fuera de la cancha. Una muy recordada por sus excompañeros fue cuando les daban las pastillas de pescado de BPC, para hacerlos más fuertes. “Era como comer pescado seco. Horribles. Y yo alguna vez las ponía dentro de los pancitos y alguno caía y se la comía. ¡Tenías que ver las caras! (se ríe)”.
Ya jugando en la selección, le jugó una broma al técnico Carlos Silva Cabrera, aunque él dice que no era para el DT de Uruguay.
A las risas recuerda que estaban hospedados en un hotel cerca del aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, porque Uruguay viajaba al otro día. “Llegó la cena con sopa. Dije en broma: ‘Siempre lo mismo. La sirvieron fría’. Y Silva Cabrera, que me escuchó, se mandó un cucharazo y se quemó. ‘¡Qué me hiciste!’, me decía, pero yo no lo dije para él, sino para algún compañero. Para intentar bajarse la quemazón se tomó tres vasos de agua helada”.
Su etapa en la selección y la idolatría en Ecuador
Ramón tomó parte con la celeste del plantel que disputó el Mundial de Alemania 74.
Un partido con Uruguay ante Argentina en cancha de Vélez; parados, Darío Pereyra, Alfredo De los Santos, Walter Corbo, Rafael Villazán, Juan Vicente Morales, Pablo Forlán; abajo, Juan María Muniz, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Juan Carlos Ocampo
Recuerda que “la participación fue bastante mala con un muy buen equipo, con (Víctor) Espárrago, Montero Castillo, (Pablo) Forlán, Pedro Rocha, Morena. El tema fue la preparación y la organización que fue mala. Hicimos una gira previa por Italia, tratando de preparar al equipo, pero nunca hubo ese orden que tiene que haber en cuanto a la tarea de cada uno. Siempre fue a lo que uno intentara, me pareció siempre eso. Era un grupo formidable de jugadores y no hicimos nada. Quedamos en deuda totalmente. Fue difícil llegar a Uruguay sin nada, ya que cuando nos fuimos, el aeropuerto estaba repleto de gente porque había mucha expectativa con nosotros”.
A mediados de 1977, Ramón Silva a su llegada a Universidad Católica de Ecuador
A mediados de1977, Alberto Spencer lo llevó a Universidad Católica de Ecuador. “Estaba por irme a México y me llamó Alberto para que me fuera para allí, que él era el técnico. Lo admiraba con todo el cariño, lo escuché por la radio cuando era gurí y cuando era grande. Incluso jugué un amistoso con él. Yo aún estaba en River y Peñarol pedía algunos jugadores, y jugué con él con Peñarol en Tacuarembó, entrando en el segundo tiempo. Fue un sueño: además de él, en el equipo estaban Juan Joya, el Pocho Cortés, Milton Viera, Cacho Caetano, Tito Goncalves y varios más. Vivía un sueño con jugadores que siempre admiré y admiro hasta ahora”.
Indica que “fue muy bueno tenerlo a él como entrenador. Spencer fue un fenómeno del fútbol, no solo en Uruguay, era uno de los mejores del mundo. Le ganamos 2-0 al Madrid con dos goles de él en Uruguay y allá en España hizo otro. Hablábamos mucho con él”.
20231117 El equipo de Independiente Medellín de Colombia de 1981: parados: Fernando Donaires, Manuel Pereyra, Luis López, Julio Avelino Comesaña, José Zárate y Álvaro Escobar; agachados: Ernesto Díaz, Libardo Vélez, William Ospina, Alberto Santelli y Ramón Silva
Pasó también por el fútbol colombiano y compartió el equipo de Independiente Medellín campeón de la Copa Colombia con los uruguayos Julio Avelino Comesaña y Alberto Santelli.
En 1985 comenzó como técnico de las inferiores de Peñarol con Roque Máspoli.
Ramón Silva con la camiseta de Emelec de Ecuador, en el que es ídolo
“Vivía en Guayaquil y había hablado con Fernando (Morena). Le pedí que cuando hiciera el curso de entrenador, me avisara, que quería hacerlo con él. Yo tenía una despensa, vendí todo, me fui con mi esposa y mi hijo, e hice el curso de entrenadores en Uruguay. Roque era un ganador de todo. Hablé con él y me dijo: ‘Cuando termines tu curso, avisame y entrás en Peñarol’. Al tiempo, le avisé y empecé con la Tercera en 1985 y fuimos campeones uruguayos. Estuve tres años y Fernando me llevó a ser su asistente en el primer equipo. Roque tenía un silbato de bronce y no le gustaba y me lo regaló. Cuando yo era asistente de él en Primera, ganamos el Uruguayo de 1986 en aquella final que se disputó el 6 de enero de 1987. Toda esa muchachada que después ganó la Copa Libertadores, estaba conmigo. Ahí vino el Maestro Tabárez, y yo volví a la Tercera”.
Dos uruguayos en acción en el fútbol ecuatoriano: Gerardo Pelusso, de Universidad Católica de Ecuador, y Ramón Silva, de Emelec
En 1988, lo vino a buscar Emelec, un grande de Ecuador, para el plantel principal. “Fuimos campeones. Ahí no paré más y sigo hasta hoy”.
Ramón Silva cuando dirigió a Emelec, con el que fue campeón en 1988
Hace muy poco, lo volvieron a contratar del club en el que es ídolo y trabaja “en las escuelas de fútbol y estoy muy feliz”.
Ramón Silva fue un tremendo fotbolista de Peñarol en los años de 1970
Ramón tiene cinco hijos, cuatro varones y una mujer, cinco nietos y hace un mes llegó Martina, su primera biesnieta.
Ramón Silva en la actualidad, dirigiendo las escuelas de fútbol de Emelec en Guayaquil, Ecuador
Los bigotes históricos siguen firmes en su rostro. El paso del tiempo dejó algunas canas, pero también un gran legado futbolístico.