Santiago Muñoz Machado, director de la RAE
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

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Director de la RAE visitó Uruguay: "El lenguaje inclusivo no va a durar mucho"

El director de la Academia habló sobre los objetivos de la institución, el uso del lenguaje inclusivo, y rebatió las críticas que se le hacen a la RAE
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24 de junio de 2022 a las 05:03

El lenguaje se ha convertido en un campo de batalla. En los últimos años es común ver discusiones sociales, políticas y culturales sobre el uso de ciertas palabras o términos, debates sobre cuestiones gramaticales, como el uso de pronombres neutros o inclusivos. Y tiene lógica, porque el idioma es el reflejo de sus hablantes, y cambia tal como las sociedades cambian. El español no es la excepción: el que se hablaba en tiempos de Cervantes no es el mismo que se habla en tiempos de internet, y no es el mismo que se va a hablar en dos o tres siglos. Ni siquiera en uno.

Y allá, en una torre por encima del campo de batalla, está la Real Academia Española. Mirando de lejos, cada tanto, pero sin preocuparse demasiado por la pelea. Porque está segura de que la lucha no va a perdurar, y que las banderas que defienden los bandos son efímeras. Aunque tampoco se desentienden del asunto, y consideran que si el lado que pretende reformar ciertas cuestiones de lenguaje impone su visión se lo dará como válido. Pero por ahora no.

Así lo explica el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado. Jurista de carrera, catedrático, abogado y amante de la literatura, en 2012 se incorporó a la Academia, donde ocupa el sillón de la r minúscula (cada miembro de la institución ocupa un asiento identificado con una letra del abecedario, mayúscula o minúscula). En 2018 fue votado por sus colegas para presidir la institución, así como la Asociación de Academias de la Lengua Española.

En el grupo de 23 academias está la Academia Nacional de Letras del Uruguay, de la que Muñoz Machado fue declarado miembro correspondiente el pasado 20 de junio. El académico pasó por Montevideo —donde fue nombrado visitante ilustre— como parte de una gira por todas las academias.

En el marco de esa visita, el director de la RAE conversó con El Observador sobre los objetivos actuales de la institución, que tiene como metas la transparencia y la modernización, con la idea de abrir sus puertas y quitarle parte del halo de misterio de su funcionamiento. Que la torre no esté tan alejada y pueda visitarse.

También habló sobre las discusiones por el lenguaje inclusivo que han abarcado buena parte de los titulares sobre la Academia en los últimos tiempos, sobre los trabajos que están realizando con inteligencia artificial y sobre cómo la institución se lleva con las etiquetas de retrógrada y machista que le han caído como producto de estas batallas lingüísticas.

Santiago Muñoz Machado, director de la RAE

Históricamente, el lema de la RAE fue “Limpia, fija y da esplendor”. ¿Sigue vigente esa meta hoy?     

Ahora nuestro lema es "Unidad de la lengua". Pero fijar, limpiar y dar esplendor sigue teniendo vigencia. Ese lema lo eligieron los académicos como alternativa a "aprueba y desaprueba", que fue una opción que la Academia intentó establecer. Creo que está bien, porque realmente la Academia trata de limpiar, depurando la mejor forma de hablar; fijar, porque en sus normativas establece cuales son las reglas, las normas del idioma; y da esplendor por la lucha promocional, por que el idioma español prospere, se ensanche, crezca y se desarrolle territorialmente. Así que, aunque a mucha gente le hace gracia y otros lo rechazan, para mí no es obsoleto. 

¿Hay una voluntad de la RAE de tender puentes hacia América, como con esta gira?

Sí, al menos es la mía desde que soy director. Pero no es que sea un pionero en esto. Antes estuvieron otros académicos que al menos desde la década de 1950 han desarrollado mucho el panhispanismo. Tal como yo lo explico, para mí el panhispanismo es un concepto que abarca dos proyecciones: una es que el idioma español, más allá de que haya nacido en España, es de todos los países que lo hablan, es propiedad de todos los que lo han tomado como lengua oficial. Y la otra es un método de trabajo en la normativa de la lengua, que es un método cooperativo, que hacemos en común todas las academias. Es un trabajo colectivo que desarrollamos juntos. 

¿Qué pasos quedan por dar en ese sentido?

Queda perfeccionar el método. Ya lo hacemos así, pero podemos mejorarlo, así como mejorar las dotaciones de las academias, convencer a los poderes públicos de que realmente contamos con una organización de voluntarios, internacional, única en cualquier otra disciplina cultural. No hay nada parecido en ningún otro sitio ni en ninguna otra lengua. Gente que es de lo mejor de cada país trabaja de forma voluntaria, en beneficio de la lengua sin pedir nada a cambio, es una especie de milagro. 

La transparencia es también otra de sus líneas principales, abrir las puertas de la Academia y que se sepa cómo se trabaja puertas adentro.

Esa es una línea de trabajo en la que estamos muy empeñados en los últimos años. Hemos modificado mucho, en España principalmente, los servicios de comunicación. Nuestro diccionario lo ven al año 1.000 millones de personas, tenemos más de 2 millones de seguidores en Twitter, en las redes sociales estamos en todas, con mayor o menor éxito, y además hemos creado un instrumento de comunicación que es la Crónica de la lengua española, que ya llevamos dos años sacándola, y que es realmente global, en ella exponemos cada año lo que hacemos. De modo que vamos a una transparencia máxima.

¿Era necesario tomar medidas en ese sentido, faltaba conocimiento del funcionamiento de la RAE?

Hay división de opiniones, hay gente que opina que las entidades tan sagradas como la Real Academia Española necesitan un poco de misterio y de oscuridad. Yo creo que podemos conseguir mantener el prestigio en medio de la transparencia.

¿También tiene que ver con eso el trabajo en las plataformas como Twitter, que vienen haciendo en los últimos años?

Estamos modernizándonos continuamente. Incluimos las nuevas tecnologías y trabajamos con ellas. Para nosotros esas nuevas tecnologías son un motivo de mejora de nuestros métodos de trabajo. Fíjese que antes reuníamos las palabras para el diccionario en fichas, hechas a mano. Tenemos unos ficheros descomunales en la Academia donde se conservan estos trabajos que son muy minuciosos, de orfebre. Y ahora, sin embargo, trabajamos usando los medios digitales que multiplican nuestra productividad. Pero al mismo tiempo todo esto es motivo de preocupación, porque cada vez más las herramientas digitales y de inteligencia artificial usan la lengua, y nos preocupa que el uso de la lengua por parte de las máquinas sea un uso correcto, y siga como han hecho los humanos hasta hoy, el canon, la normativa, la doctrina de la Academia. Ahí estamos con un proyecto, el LEIA (Lengua Española e Inteligencia Artificial, en el que se busca que las aplicaciones, asistentes virtuales y programas utilicen de forma correcta el idioma, con la RAE planteando aplicar un “sello de calidad” a las que cumplen las normas), que es uno de los proyectos más de avanzada en los que estamos trabajando. 

¿Qué va a pasar con el Diccionario en sus próximas ediciones? ¿Seguirá teniendo edición física o será solamente digital?

El Diccionario pronto alcanzará unas dimensiones muy superiores a las que tiene en su versión impresa. El Diccionario impreso tiene ahora más o menos 94 mil entradas, y 180 mil acepciones. Y tiene esas y no más —porque la lengua española es muy rica— porque esas son las que caben en un volumen que tenga un lomo que las máquinas de coser libros puedan hacer. Ahora esos lomos se han roto, las costuras se han roto, y el mundo digital nos permite ampliar extraordinariamente la capacidad. Vamos a aprovecharlo para incrementar la información que ofrece el Diccionario, con una clasificación distinta del léxico, y añadiendo ejemplos de uso, información complementaria que antes no teníamos. Poco a poco vamos en ese rumbo, en la vigesimocuarta edición, que saldrá en 2026. Se va a notar un cambio importante en el Diccionario, aunque también tendrá edición impresa.

Santiago Muñoz Machado, director de la RAE

¿Qué debates lingüísticos está dando la Academia en este momento?

Uno de los temas que aparece con frecuencia es si mantenemos el tilde en el adverbio "solo" y en los pronombres demostrativos. Ya hemos dicho que no es obligatorio, pero tampoco lo prohibimos. Se discute también sobre si debemos pronunciarnos o no sobre el problema de la enseñanza de los idiomas regionales en España, en especial el catalán, en qué grado debe ser exclusiva la enseñanza vehicular en catalán o lo que debemos exigir que sea en castellano. Ese tipo de cosas tienen más relevancia política, las más bonitas son las que se refieren a buscarle el significado correcto a alguna palabra que acaba de aparecer. Ahora, como han subido mucho los precios de la electricidad en toda Europa, se está usando el verbo topar, de poner tope, de limitar. Y claro, tenemos que discutirlo. Todos los días hay algo nuevo. Lo que más se discute siempre es el lenguaje de las redes. En la Academia no lo discutimos habitualmente, lo estudiamos pero no nos preocupa mucho, son lenguajes de comunidades virtuales que no trascienden y no afectan luego el lenguaje escrito ordinario, ni el hablado. 

En 2017 lanzaron una campaña que se burlaba del uso de anglicismos que proliferó en los últimos años y llamaba a evitarlos. ¿Los ven como una amenaza?

No, no lo valoramos como una amenaza. Nos preocupa la ligereza con la que se incorporan palabras inglesas, lo que a veces se hace por pura presunción. La gente se cree que es más lista, o más culta, o que está más conectada con el mundo de los negocios si llama a las cosas con una palabra inglesa en lugar de con una española, ese tipo de presunciones hay que evitarlas en beneficio del español. Y también incorporar palabras en español cuando hay alternativas válidas. Nos preocupa y nos manifestamos para prevenirlas, por lo menos advirtiendo el disgusto que nos produce. También nos disgusta el hecho de que se incorporen rápidamente al lenguaje o que pretendan que nosotros consolidemos ciertos términos como palabras propias del español a algunos vocablos que son efímeros, que aparecen como una moda con cierta virulencia, pero desparecen con la misma rapidez. Tenemos que tener una actividad tranquila, ver cómo circula el vocabulario. La evolución de la lengua siempre es lenta, y tenemos que procurar fijar las palabras cuando su uso se ha estabilizado. 

¿También toman esa postura con respecto al lenguaje inclusivo?

Creo que en España hay menos tensión al respecto del uso del lenguaje inclusivo que la que observo que hay aquí. Hace unos años se hablaba más de esto a nivel político, creo que ahora esa moda se ha aflojado, y a mí siempre me llama la atención el uso del lenguaje inclusivo entendido como el desdoblamiento del femenino y el masculino, porque para la Academia el inclusivo es el masculino genérico. Este tipo de lenguaje inclusivo nos parece que no va durar mucho, que no va a consolidarse. Ahora, en este marco, aceptamos como cierto que en algunas de nuestras obras, por ejemplo, en el Diccionario, que es producto de una historia de 300 años, había una masculinización en ciertas definiciones que había que cambiar. Era innecesario definir "alcaldesa" como la mujer del alcalde, o "jueza" como la mujer del juez, etcétera. Eso ya no es así y el Diccionario tiene que adaptarse a esa realidad. Tampoco asumimos la imputación que se nos hace a veces de que por esto somos gente antigua. El Diccionario es producto de esa historia, y eso no quiere decir que la Academia sea machista. Cuando nos dicen "la Academia no aceptó a tal escritora en su momento", bueno, no la aceptó ni la Academia, ni el gobierno, ni el club de pesca, nadie las admitía a las mujeres en su momento, no sé por qué tienen que hacer singular el hecho de que la Academia no admitiera mujeres. Ahora las admite con naturalidad y vamos incorporándolas con toda naturalidad cuando hay vacantes y cuando buscamos las personas adecuadas para esa finalidad. 

En 46 académicos de número, hay 7 mujeres. ¿Están trabajando en cambiar eso?

Sí, lo estamos normalizando. De las últimas cinco plazas, cuatro fueron mujeres. Estamos siguiendo la tendencia de incorporar a todas las mujeres que se pueda. Claro, para que haya paridad en la Academia entre hombres y mujeres hacen falta dos circunstancias: una es que se mueran los hombres, porque los puestos son vitalicios. Y lo segundo es que la Academia tiene sus necesidades profesionales, y hay que buscar a la gente idónea. 

Santiago Muñoz Machado, director de la RAE

¿Considera entonces que el debate sobre el lenguaje inclusivo es una discusión política y no de la Academia? Aquí, por ejemplo, algunos políticos se han planteado prohibirlo, y ciertos usos en el Parlamento han sido discutidos.

En la Academia no podemos decidir cómo habla la gente, tomamos nota de cómo lo hace y vamos cambiando nuestra normativa en la medida que va cambiando eso, pero no podemos cambiar cómo se habla, y los gobernantes deberían abstenerse de hacerlo, porque no lo van a conseguir. No se puede cambiar la lengua mediante instrucciones que dirigen los políticos a los maestros, eso no se puede hacer. 

¿Hay que encontrar un equilibrio entre el uso popular y las normas ya establecidas por la Academia?

Creo que ese equilibrio se ha conseguido. Las normas de la Academia acogen la manera de hablar de la mayoría de los hispanohablantes en el mundo, de la inmensa mayoría. En el Diccionario están las palabras que se usan y en la Gramática los modos de utilizarlas ordenadamente. Si alguna vez variantes lingüísticas minoritarias se consolidan y se convierten en un fenómeno importante, lo incorporaremos. Incorporamos palabras nuevas al Diccionario cuando podemos verificar con nuestros corpus que su utilización está muy extendida, más allá de un pueblo pequeño de las sierras de Perú o de España, y cuando el número de usuarios es bastante amplio. No podemos incorporar lenguaje de minorías, no nos cabe. Pero con frecuencia vamos verificando los cambios, tenemos 23 academias observando. 

¿Y qué puede pasar con los pronombres neutros? ¿Podrían aceptarlos, contemplando a quienes los utilizan porque no se identifican ni como hombre ni como mujer?

Ha empezado a utilizarse la "e". Es un fenómeno curioso que por el momento está poco extendido. Por lo menos en España no existe prácticamente, no lo usa nadie. Sé que en Chile, Argentina y Uruguay se emplea más, y estaremos atentos a si esa forma se consolida. Como le digo, el dueño de la lengua es el pueblo. 

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