Nada es extraño de lo que sucedió en Peñarol y que se oficializó este lunes, aunque ya lo arrastraba desde el domingo, la semana anterior, y la anterior. Diego Forlán sabía que atrás de los resultados negativos cualquier camino se podía abrir (así se lo declaró a Referí en julio), incluso cuando lo contrataron sabían que lo único que le que tenían que brindar era tiempo, paciencia y confianza. Sin embargo, este lunes se terminó el ciclo de quien de un día para otro dejó de ser futbolista de elite y se transformó en entrenador de ese nivel en Peñarol, aunque no lo avalaba ninguna credencial más que su vínculo sentimental con el club, el peso de un apellido ilustre en la institución, su experiencia como jugador, su conocimiento del deporte y la apuesta del presidente Jorge Barrera, que buscaba en el DT nuevos aires.