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El mal sigue vivo: a 40 años de su primera película, regresa el asesino de Halloween

Michael Myers vuelve al cine en una nueva entrega de "Halloween", una película que hace cuarenta años mostró la verdadera naturaleza de la maldad
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21 de octubre de 2018 a las 05:01

El mal es inmortal. Y, a su vez, necesario. De la manera que sea, la historia universal parece que necesita ser atravesada por distintas caras de la maldad más pura, esa que parte del mundo terrenal, que funciona como contrapunto a “lo bueno” y marca el pulso de la historia. Como propiedad inherente al ser humano, ha intentado ser explicado por todas las religiones del mundo y, aun con sus diferencias, todas concuerdan más o menos en una cosa: la maldad siempre estará allí, escondida entre los pliegues de la sociedad y esperando a dar el zarpazo. Inexpugnable. Porque sí, el mal está prendido a los grandes hechos de la historia pero también a la cotidianidad del mundo. Está en los grandes nombres y en historias que nacen en terreno conocido. Son estas últimas, en general, las que estremecen más, porque están demasiado cerca. Porque casi que pueden tocarse.

John Carpenter tiene muy claro todo esto. Ya lo tenía en los 70 y los 80, su época de esplendor cinematográfico. El director –que cumplió 70 años en 2018– conoce bien los vericuetos de la maldad y la atracción mórbida que conquista y repele al mismo tiempo los corazones de la gente. Sabe que puede venir desde el espacio o desde la casa del vecino. Que cuando en los noticieros aparece la noticia de que un desequilibrado mató a sus hijos, los espectadores se estremecen por el horror pero, a la vez, no pueden apartar los ojos de la pantalla, consumidos por ese impulso que intenta asimilar la mayor cantidad de datos truculentos. Que los hace revolcarse en el chiquero del espanto. 

Carpenter explotó y trabajó esa necesidad en los meses previos a octubre de 1978, momento en que presentó su retrato más doméstico de esta condición humana. Con él, les demostró a todos que la maldad puede estar debajo de una sábana blanca con agujeros en los ojos, que se puede encontrar en un psiquiátrico y que a cualquier suburbio del mundo puede llegar una tormenta de horror encarnada en una altísima figura. Que el terror se oculta tras una máscara de goma y solo hace falta un cuchillo y la imparable necesidad de matar para desatarlo.

El mal vecinal

Michael Myers es un niño problemático. Tanto que en una noche de Halloween mata a su hermana. Obviamente a sus padres esta travesura no les hace mucha gracia y Michael termina internado de por vida en un manicomio horrible bajo estrictas medidas de seguridad. Pero como nada es para siempre –ni siquiera la cadena perpetua–, durante una tormentosa y lluviosa noche, Michael mata un par de guardias, logra burlar la seguridad del lugar y se escapa. Ahora el niño asesino es un adulto con muchos impulsos contenidos durante años. Por eso, cuando vuelve a su casa de la infancia y descubre que hay una nueva familia viviendo allí, se calza su truculenta máscara, recupera el viejo cuchillo y da rienda suelta a una de las primeras y más recordadas masacres adolescentes del cine moderno. Solo Jamie Lee Curtis, en su primer papel destacado, puede detenerlo.

La historia de Halloween (1978) es tan sencilla que alcanza un párrafo de no muchas líneas para incluir sus detalles más importantes. Sin embargo, con esta película se inauguró casi sin querer un subgénero que después alinearía a algunos de los asesinos más recordados del cine, entre ellos Freddy Krueger (Pesadilla en lo profundo de la noche), Jason Voorhees (Viernes 13) y el asesino de Scream.

Michel Myers fue quien dio inicio a la época de oro del llamado subgénero slasher, una corriente derivada del terror que bebió de películas como Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) y del denominado giallo italiano. Los parámetros bajo los que se mueven las películas slasher –que viene de slash, que es algo así como ‘cuchillada’ en inglés– son simples: hay un asesino serial, tiene un cuchillo o un arma blanca con la que asesina, hay un grupo de adolescentes que van pereciendo progresivamente bajo su filo –en general, mientras tienen sexo– y, si bien no es una condición necesaria, son películas en general muy baratas de hacer y que ganan mucho dinero. De hecho, Halloween se destacó en su momento –y sigue haciéndolo– por su gran economía técnica y por demostrar que el cine barato también puede ser efectivo y pasar a integrar el selecto grupo de “los clásicos”. 

Esto no sucedió, sin embargo, por esta cuestión casi anecdótica, sino porque Carpenter creó a uno de los personajes más terribles y enigmáticos del cine reciente. En Halloween, Myers es una fuerza de la naturaleza implacable que resulta imposible de detener. El hombre –o al menos esa forma humana que se mueve como uno– solo tiene una motivación: sembrar la destrucción y la muerte. Con dos metros de estatura, la siniestra máscara y su silencio permanente, la presencia –y ausencia– de este ser fue suficiente para convertirlo en una de las figuras más estremecedoras del cine de terror. Su respiración, la vigilia en torno al hábitat de sus víctimas; Michael Myers es el mal en estado puro, sin un ápice de compasión, sin ganas de parar de mutilar. 

Y aunque su actitud sería luego heredada por otros asesinos célebres del cine, Myers es el único dueño de un podio que gestó y encumbró esta genial película de Carpenter. 

Nueva cara

Halloween dio paso a siete secuelas y una remake en 2008 –que también tuvo su secuela–, algo lógico para una saga que se convirtió en un producto extremadamente rentable dentro del universo del terror. Se vendieron películas, entradas, camisetas, su banda sonora se convirtió en un clásico; todo fue parte de un combo que multiplicó el presupuesto invertido. Costó $ 300 mil e hizo $ 70 millones.

En el afán por facturar y encontrar una versión moderna de Myers que conquiste a las nuevas generaciones que quedaron por fuera del influjo de aquella primera película, el director David Gordon Green se puso al hombro una producción que toma varios elementos de la Halloween inicial. En primer lugar, rescata a Carpenter y lo pone en la silla de productor, a la vez que trae de nuevo a Curtis en el papel de Linda, la chica que se enfrentó a Myers en 1978 y que ahora es una abuela todoterreno con un rifle cargado y pronto para llenar de plomo al asesino. Además, está producida por Blumhouse, el estudio que produjo ¡Huye! y Actividad paranormal

Esta nueva película –que desde el jueves se puede ver en Uruguay y que descarta todas las secuelas para enfocarse en la historia que se contó en la de 1978– es otra prueba de que la obra de Carpenter y su abordaje del terror es inmortal. Porque por más mala o buena que sea esta nueva producción, confirma que la figura de Myers es la representación de la verdadera naturaleza del mal y que sus múltiples facetas aún se mantienen en pleno siglo XXI. En ese sentido, todavía nos sigue fascinando descubrir que el mal a veces es parte de la vida cotidiana. Y que puede emerger aún en los ambientes más inverosímiles. Esto Carpenter lo supo en 1978. Por lo visto, lo sigue sabiendo y queriendo demostrar en 2018.

Tres asesinos del slasher

Freddy Krueger

Aunque hay una serie de características físicas que son muy representativas de este personaje creado por Wes Craven –el buzo a rayas, la cara quemada, el guante de cuchillas–, es su comportamiento lo que lo destacó de entre el resto de los asesinos del cine. A diferencia de Myers, Jason y los demás, a Freddy le encanta jugar con sus víctimas antes de matarlos. Trata de evadir el golpe fácil y de atormentarlos en su mundo de sueños, en un diabólico juego del gato y el ratón. Popularizado por el actor Robert Englund, su primera aparición fue en la primera entrega de la saga Pesadilla (1984), que tuvo luego seis secuelas, un crossover (se peleó con Jason Voorhees en Freddy vs Jason) y una remake en 2010.

Jason Voorhees

En la saga de Viernes 13 ha pasado de todo: Jason Voorhees mató a decenas de personas, fue utilizado como arma por Feddy Krueger, cambió cuerpos y hasta fue congelado y enviado al espacio. Pero todo comenzó en el malogrado campamento de verano de Crystal Lake, donde el asesino de la máscara de hockey levantó el machete por primera vez y comenzó a engrosar su prontuario de víctimas. La historia de Jason es bastante truculenta y triste. Nació con discapacidades mentales e hidroencefalia, lo que hacía que sus compañeros de campamento se burlaran constantemente de él. Tanto que un día lo persiguieron hasta un lago y se ahogó. Pero, obviamente, logró regresar una y otra vez a la vida para vengarse de todos.

Leatherface

La masacre de Texas, estrenada en 1974, fue una especie de preludio a la ola de películas slasher que desataría cuatro años después Halloween. En ella, dos hermanos viajan hasta un paraje de Texas para averiguar qué pasó con la tumba de su abuelo, porque al parecer alguien la profanó. La cuestión es que en el medio se encuentran con Leatherface, también conocido como el loco de la motosierra, y su banda de caníbales. Al igual que otros asesinos célebres del cine –entre ellos Norman Bates de Psicosis–, el director Tobe Hopper se inspiró en el asesino serial Ed Gein para crear a Leatherface. Por sus perturbadoras y gráficas escenas, la película fue prohibida en varios países. Tuvo cuatro secuelas y una remake (también con secuela).

Banda sonora

La tonada es ya legendaria e inseparable de la película, y surgió por la imposibilidad de Carpenter de leer notas musicales. La creó en un complex 5/4 meter y tardó tres días en hacerlo.

Final girl

Uno de los conceptos que introdujo Halloween fue el de final girl o chica final. Básicamente, es la adolescente o la mujer que logra zafar del cuchillo del asesino y que, por lo general, termina matando al villano. En el caso de Halloween, hay un dato extra: Jamie Lee Curtis es la hija de Janet Leigh, la protagonista de Psicosis

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