Pablo Dorado encabeza la vuelta olímpica tras ser campeones del mundo ante Argentina con una copa sustituta que además, está rota

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El misterio de la copa del Mundial de 1930 que ganó Uruguay y que nunca recibió

La celeste se coronó en Montevideo en el primer Campeonato del Mundo, pero sus jugadores no vieron el trofeo y dieron la vuelta con una copa sustituta
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28 de octubre de 2019 a las 05:03

Uruguay lograba su primera Copa del Mundo, la que había organizado con tanto esfuerzo en tan poco tiempo. Ya había sido campeón olímpico y mundial en Colombes 1924 y Ámsterdam 1928, pero sin trofeo. Pero esto era diferente. Era ante su público y la primera vez que la FIFA organizaba la Copa del Mundo como tal, por fuera de los Juegos Olímpicos.

Era un miércoles de tarde cuando se jugó la final que le dio el título a los celestes ante Argentina sumando su tercera estrella en el escudo.

Los hombres capitaneados por José Nasazzi lograron ganar una nueva batalla ante el fuerte combinado argentino, el mismo al cual le habían ganado la final en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928, la misma que se tuvo que disputar en dos encuentros.

El Stadium Centenario –como lo había bautizado la Comisión Administradora del Field Oficial (CAFO)– el 12 de junio de 1930, lucía repleto.

Los futbolistas habían bajado de sus respectivos vestuarios que estaban ubicados en la parte alta de la Tribuna Olímpica. Es más, el camarín que ocupó la selección uruguaya en la final y en sus partidos, y el que ocupó el árbitro belga John Langenus, aún están intactos, aunque sin los bancos que existían antes, como lo resaltó Referí en marzo pasado.

Ballestrero; Nasazzi y Mascheroni; Andrade, Lorenzo Fernández, Gestido; Dorado, Scarone, Castro, Cea e Iriarte fueron los celestes que jugaron la final, la que le ganaron 4-2 a su eterno rival después de terminar perdiendo 2-1 el primer tiempo con pelota argentina. El segundo se disputó con balón uruguayo.

El cuarto gol de Uruguay a cargo del Manco Castro en la hora

Pero más allá de todos los esfuerzos uruguayos, la realidad histórica indica que al presidente de FIFA de entonces, Jules Rimet, no le gustaba para nada que el primer Mundial se disputara en Montevideo. Los traslados, el invierno cruel, la poca llegada de los europeos, todo para él conspiraba para que la primera Copa del Mundo fuera una fiesta como él quería.

No importaba que el gobierno uruguayo hubiera corrido con todos los gastos para que llegaran todas las selecciones que vinieron, ni que en nueve meses se construyera el Estadio Centenario en un tiempo récord, el primero de esas características en Sudamérica.

Pocos recuerdan la importancia que tuvo en el Congreso de la FIFA de Barcelona de 1929 que la idea de dos dirigentes de Nacional, José Usera Bermúdez y Roberto Espil, contara con el apoyo incondicional del delegado argentino, Aníbal Béccar Varela, entonces presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), para que Italia retirara su candidatura y la lograra Uruguay.

También hubo un trabajo muy importante del delegado uruguayo Enrique Buero, no solo para conseguir la sede, sino para, a través de la diplomacia, lograr contactar al gobierno belga para que viniera Bélgica a Montevideo.

Algo similar ocurrió con Francia. No fue que Rimet le ordenó a los franceses –sus compatriotas– venir a Uruguay, sino que fue una imposición del gobierno de ese país a través de una charla con Buero.

Todo este desprecio se vio reflejado en la final. Se había puesto en juego la copa creada por el escultor parisino Abel Lafleur que pesaba cuatro kilos, medía 30 centímetros y era de oro macizo y que contaba con la alegoría de la diosa de la victoria, Nike. La FIFA pagó 60.000 francos suizos por ella.

Cuando Uruguay se coronó campeón ante Argentina, se esperaba una premiación en la Tribuna Olímpica, con la bandera del ganador flameando en la Torre de los Homenajes y el correspondiente himno de fondo.

Además, al ganador del título, obviamente había que entregarle la copa que hasta allí aún no se llamaba Jules Rimet.

El propio presidente de FIFA se la entregó a su par de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), Raúl Jude, en una foto que está en todos los libros del fútbol uruguayo y mundial.

Muchos piensan hasta hoy que esa entrega se dio puertas adentro en una oficina y luego de la consecución del título, pero no es así. Rimet arribó en el Conte Verde el 5 de julio y al otro día se la entregó a Jude como se puede apreciar en esa misma fotografía que publicó El Diario esa jornada.

A la derecha aparece Jules Rimet entregándole la copa a Raúl Jude, presidente de la AUF; en la fecha del ejemplar de El Diario, la fecha es clara: 6 de julio de 1930, 24 días antes de la final

Según pudo saber Referí, la copa se depositó en el tesoro del Banco República, en la sección Custodias durante todo el Mundial.

Luego del resonante triunfo, los jugadores de Uruguay permanecieron en el campo de juego celebrando frente a la Torre de los Homenajes y la bandera uruguaya fue levantada en el mástil.

Sin embargo, no se llevó a cabo ninguna premiación. Los futbolistas no recibieron sus medallas, ni tampoco se emitió el himno, ni se les entregó la copa.

La foto original de Carlos Gardel visitando a la selección uruguaya en la concentración

Incluso ningún jugador uruguayo logró tocarla. Existe una foto con Carlos Gardel de varios integrantes del plantel en la concentración celeste, en la que aparece la copa, pero es apócrifa. Ellos escuchaban un inmenso aparato de radio de entonces como se puede apreciar en la fotografía original.

La foto apócrifa de Carlos Gardel visitando a la selección uruguaya en la concentración con la copa, algo que no existió

Cabe señalar que las medallas recién se las entregaron el 11 de noviembre de ese año en la sede de la AUF y quien lo hizo fue el propio Enrique Buero. Además, y por más que se hicieron gestiones para que se le dieran a todos, los únicos que las recibieron fueron los 11 futbolistas que fueron titulares en la final. Eran de oro, de un lado estaba la victoria alada y del otro, el nombre del jugador. Las fabricó el propio Lafleur, quien había hecho la copa.

Pero cuando ya habían comenzado a invadir la cancha algunos aficionados en pleno festejo, apareció de la nada una copa que no fue entregada ni por Rimet ni por el presidente Jude de la AUF.

Pablo Dorado, autor del primer gol en aquella final, tomó el trofeo y comenzó a correr con él como lo muestran algunas fotografías de la época.

Es más: el mismo se rompió y se aprecia que con su mano derecha lleva la copa y debajo de su brazo izquierdo aparece la base.

Es mucho más grande que la copa oficial por lo que se nota, aunque no es de oro.

¿Qué fue de esa copa sustituta? Nadie sabe. En la AUF, el neutral Gastón Tealdi confió a Referí que “en la Asociación no sabemos de ella”.

A su vez, el director de CAFO, Mario Romano, indicó que “he visto muchas veces esa foto y me he preguntado dónde puede estar esa copa. En el Museo del Fútbol no se encuentra”.

Si bien dicha copa no tendría valor en cuanto a lo monetario –al menos en aquella época–, la trascendencia del hecho de que los futbolistas uruguayos hayan dado la vuelta olímpica con ella, tiene no solo un valor afectivo desde lo futbolístico, sino también histórico.

La copa que se puso en juego en el Mundial, no apareció en la final. No existe registro fotográfico ni fílmico alguno. El único trofeo es el que llevó Pablo Dorado y para todos los historiadores es un verdadero enigma saber de dónde salió y si es que aún existe, en dónde se encuentra.

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