Nico se levanta todos los días a las 7 de la mañana. Prepara la yegua y sale a campo traviesa a recorrer los 10 kilómetros que separan su casa de la escuela. Y allá va, montado al galope hasta la escuela 102 de Paraje Berachí donde lo esperan los únicos tres compañeritos que tiene.
A 34 kilómetros de la ciudad de Melo, en una cuchillita, está la escuela rural donde Bruno Nicolás Jara, Nico para sus compañeros, donde comenzó a gestarse la idea de que el niño mandara su cuento para concursar en Un Cuento Celeste, organizado por la AUF, la Cámara del Libro y la Secretaria Nacional de Deportes.
Jamás imaginó Nico que un 4 de octubre desembarcaría en la desconocida terminal Tres Cruces para viajar por la locura de las calles de Montevideo a recibir su premio en la IMM.
“Yo vivo a 10 kilómetros de la escuela y voy a caballo. Tengo que salir a las 7 de la mañana. Cuando llueve no vengo a la escuela. Yo vivo en una estancia donde trabajan mis padres y salgo pal' campo con mi padre”, contó Nico en el programa Derechos Exclusivos de Radio Uruguay.
Cuando se le preguntó con quién llegó a Tres Cruces, el chico preguntó con inocencia: “Sí… ¿Tres Cruces dónde es?”.
Lorena, la maestra del niño, contó en el programa que en su escuela son cuatro alumnos: “José y Samira (su hija) de 3 años, Lautaro de 5, y Nico el más grande que está en cuarto año”.
Nicolás no fue el único premiado pero sí fue el premiado de la categoría de menor edad que vive más lejos de la capital.
El niño se mostró orgulloso de poder ganar porque le permitía llevar a sus compañeritos a ver un partido de la selección y contó que le regalaron 10 libros.
Su cuento es un canto a la solidaridad porque narra que los chicos de una escuela de Mangrullo, una localidad cercana a Paraje Berachí, estaban tristes porque no tenían internet para ver el debut de Uruguay en Rusia 2018. Y Nicolás tuvo la iniciativa de pedirle a la maestra para invitar a los niños de la otra escuela para ver juntos el partido de los celestes con Egipto.
El cuento
La historia, llamada “Un gran partido”, narra justamente cómo vivieron aquel juego.
En un lugar muy lejano está ubicada en un cerro, mi escuelita rural.
Se acercaba el mundial de Rusia y en la escuela nos preparábamos para la fiesta del fútbol.
Pero en un día muy frío, nos llama el maestro Gabriel de la escuela de Mangrullo, que está a unos cuantos kilómetros de la nuestra y nos cuenta que no hay internet para mirar el primer partido de Uruguay y que los seis niños están muy tristes.
Con la maestra no dudamos en contestarle que vinieran para la nuestra, así mirábamos todos juntos.
Llegó el gran día…..
Después de desensillar mi caballo, la maestra me pidió- Nico inflá los globos para poner en la portera.
Mientras ella con los tres niños de inicial pegaban en las ventanas los banderines de Uruguay.
Estábamos terminando los aprontes, cuando sentimos la bocina del microbús de los compañeros de la otra escuela. Era mucha emoción, podíamos mirar todos juntos el primer partido de nuestro país.
Nos íbamos abrazando a medida que iban bajando y los maestros nos pintaban la cara con los colores de nuestra bandera.
Corrimos para acomodarnos entre bancos y alfombras y comenzó el partido. Estábamos muy ansiosos cuando casi al final…….
¡ ¡ ¡Gooooooooool ! ! ! de Giménez gritamos todos con alegría.
Salimos al recreo y con Marina trajimos las cañas tacuara para los arcos mientras los más chicos traían la pelota.
Cada maestro empezó a elegir su equipo. Quedamos todos entreverados, los cuadros tenían a grandes y pequeños de las dos escuelas.
Jugamos con nuestras mejores camisetas, las túnicas blancas y moñas azules.
Cristofer dijo- No tenemos mascota.
De pronto… salió “Tota” , de atrás de unos pajonales y Samira (la hija de los maestros) gritó - va hacer la mascota, “Tota” mi chancha.
Todos comenzamos a reinos y le dijimos que sí.
Íbamos empatando cero a cero, y le di un pase a José que tiene tres años que hizo gooooooool. Pero en un contra ataque la maestra de cabeza empató.
Llegó el segundo tiempo. Pase va, pase viene, llegó mi oportunidad, pero al patearla al arco, fue a dar cerca de las nubes.
Terminamos el partido uno a uno, gritando todos abrazados ¡SOMOS CAMPEONES! , mientras Tota nos miraba asustada desde atrás de unos pajonales”.
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