El año pasado integraba la selección uruguaya que peleó hasta el último partido de las Eliminatorias un lugar en el Mundial de China 2019. También jugó las finales de la Liga Uruguaya con Malvín ante Aguada y en el presente torneo –pospuesto por la pandemia de coronavirus– era líder con Olimpia. Sin embargo, el jueves de la semana pasada, Sebastián Vazquez cargó sus muebles en un camión y se fue con su compañera Chiara y su pequeña hija Emma rumbo a su natal Fray Bentos. Con 35 años decidió ponerle punto y aparte a su carrera basquetbolística aunque para despuntar el vicio seguirá jugando en el interior.
“Estaba muy cómodo en Olimpia, pero nunca me esperé lo que pasó. Cuando se suspendió la Liga pensé que se retomaba en una semana o en un mes por lo que seguí entrenando. Pero cuando vi que iba para largo me planteé lo que hacer de mi vida porque yo vivía del básquetbol”, comentó el alero a Referí.
Como Vazquez llegó a Olimpia en febrero como ficha de recambio por la lesión de Iván Loriente, no pudo ampararse en el seguro de paro. La llegada de Emma y una posibilidad laboral lo llevaron a tomar la decisión de abandonar el básquetbol capitalino.
“Me ofrecieron la distribución del agua Asencio en Fray Bentos y otros pueblos aledaños y también sumé la distribución de una cerveza ucraniana, Obolon, y una cerveza artesanal checa, Primator, que las importa un amigo”, explicó.
Su madre lo ayuda en la parte administrativa, su novia en la informática, su padre con el reparto del agua y su hermano con la cerveza. El hermano del Pelado es Excequiel Vazquez, centrodelantero con pasado en Wanderers, Progreso, Atenas, Plaza Colonia, Deportivo Maldonado y Villa Teresa que el año pasado militó en el fútbol de Andorra. Mientras espera para jugar en Laureles de Río Negro, también aprovecha para trabajar en otra área.
También tendrá cerca a su hijo Pietro, de 15 años, quien juega en Anastasia de Fray Bentos.
“Ya llevo dos meses trabajando desde las 8 de la mañana a la tarde cuando me voy a hacer gimnasio. La prioridad para que juegue la tiene Pacaembú de Mercedes. Si no arreglo ahí jugaré en algún cuadro de Fray Bentos”, contó.
"Durante la pandemia ningún jugador se quedó sin comer, pero hubo gente que realmente la pasó mal, la mayoría de los que somos del interior que alquilamos en Montevideo se nos complicó, algunos se tuvieron que mudar, otros tuvieron que pedir prestado para cubrir cuentas. Ahora hay jugadores de El Metro que se quedaron sin trabajo y los que juegan en la DTA tienen que esperar a jugar a marzo del año que viene. Esas son cosas para mejorar".
"Quería seguir jugando e incluso hice el curso de técnico, no tenía idea de este trabajo, pero creo que si trabajo bien puedo mantener a mi familia", expresó el alero.
Vazquez se creó en una familia humilde. Su padre trabajó toda la vida en la intendencia y tiene un lavadero. "Tengo una hermana discapacitada y mi madre se dedicó a su cuidado, con este emprendimiento ahora van a poder tener otra entrada de dinero".
El año pasado, tras jugar las finales con Malvín, Vazquez se quedó sin equipo en la capital: “La mayoría de los cuadros ya estaban armados, se había bajado a cuatro la cantidad de fichas nacionales mayores por equipo y las ofertas que me llegaron jugaban un poco con esa necesidad. Por eso me fui a Mercedes porque ganaba lo mismo que en Montevideo”.
Pero no hay resentimiento alguno en sus palabras. Es la realidad que le tocó vivir, la acepta y le pone el pecho: “El básquetbol me dio todo: amigos, una vida diferente desde los 15 años, me dio a mi novia y a mi hija, un sustento económico que no esperaba y con el que pude proyectar mi vida y también me hizo recorrer el mundo con la selección”.
Vazquez se formó en Nacional de Fray Bentos y se radicó en 2001 en la capital con 15 años cuando Alejandro Gava lo fue a buscar para llevarlo a Biguá.
Primero vivió en un hotel y luego el club lo alojó en sus propias instalaciones junto al tacuaremboense Jhonny Rodríguez.
“Soy un agradecido a Gava por haberme llevado a Biguá y en Olimpia Mario Enrich fue como un padre, me enseñó muchas cosas que ahora aprendí de viejo”.
Con el alas rojas hizo su debut en primera en 2002 y en 2003 fue vicecampeón del último Federal. “En 2006, con Miguel Volcan terminé de alero titular”.
Símbolo de entrega de esos años fuertes de Olimpia, Vazquez logró en aquellos años tres ascensos consecutivos desde el Metropolitano: 2005 con Tabaré, 2006 con Welcome y 2007 con Bohemios.
Su tatuaje de la iguana negra en el brazo izquierdo fue una marca registrada en las primeras Ligas Uruguayas. En 2014, un río de tinta le pasó por arriba. “Me la hice por esas locuras de la juventud, inexplicable. Me hice muy fanático de los tatuajes: tengo en todo el brazo, la espalda y hasta en las costillas. Marcas de la vida”.
En la Liga le tocó perder las finales de 2010-2011 con Biguá ante Malvín, la de 2012-2013 con Defensor Sporting ante Aguada y la de 2018-2019 con Malvín también contra Aguada.
Pero igual se dio sus gustos: el notable torneo con Olimpia en 2005-2006 llegando a semis, la mejor campaña histórica de Unión Atlética en la Liga (2009-2010, semis) y la etapa en Goes (2014-2018) en la que el misionero ganó un Clausura, disputó su primera Liga Sudamericana y volvió a ganarle a Aguada cortando una sequía de seis años.
También jugó en la competitiva Liga Argentina en tres equipos diferentes.
En el Sudamericano de Puerto Montt 2008 se puso por primera vez la camiseta de la selección. “Nunca tuve el lugar seguro, siempre la tuve que pelear”. El básquetbol. La vida. El Pelado Vazquez la sale a pelear otra vez.
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