10 de febrero 2025
Dólar El Observador | Auspicio BROU Cotizaciones
Compra 42,20 Venta 44,60
El Observador | Daniel Supervielle

Por  Daniel Supervielle

Periodista, analista, director de comunicación estratégica y política de CERES
9 de diciembre 2023 - 5:03hs

El politólogo y estratega electoral uruguayo Luis Costa Bonino (*) disparó desde su cuenta en la red social X en dos oportunidades que el presidente de la República Luis Lacalle Pou tendría desinterés en que la coalición que hoy integra el gobierno gane las elecciones en 2024. Su planteo es una invitación a la reflexión y al debate.

No solo porque conozco bien al presidente y sé que no piensa así, sino porque de hacerlo sería un error político garrafal del que no habría vuelta. En su último tweet sobre el proceso electoral uruguayo Costa Bonino escribió: “Las perspectivas electorales de la coalición de gobierno en Uruguay están muy complicadas. Amigos consultores de opinión pública, me han señalado que el presidente ha caído en popularidad, y también el gobierno. El desinterés del presidente en ganar en 2024 complica sin duda mucho más el panorama. El rechazo a acumular los votos nacionales en el mismo lema le quita también posibilidades a la coalición. Hoy, las menguadas posibilidades de que pueda ganar la coalición residen en las candidaturas de sus partidos. El Partido Colorado tiene varios candidatos, con un núcleo de opciones fuertes, que le otorgan buena competencia interna y lo van a hacer crecer en 2024. El Partido Nacional, por el contrario, sufre de la hegemonía total del herrerismo y de la subordinación de sus candidatos al presidente, situación que ocurre hasta con Jorge Gandini. Para no achicarse, el Partido Nacional necesitaría de candidatos fuertes, independientes. Tanto del herrerismo como del presidente. Y Cabildo Abierto necesitaría renovar completamente su estrategia para 2024. La coalición de gobierno no tiene todavía la elección perdida, pero tiene que modificar mucho su actual planteo estratégico para aspirar a ganar en 2024”. 

No conozco personalmente a Costa Bonino, pero soy un seguidor de su carrera. Un libro a partir de su tesis doctoral fue clave en mi formación académica y he estudiado varias de las campañas electorales en las que participó: algunas con éxito otras con derrota. Cumple la máxima de que quienes ganan o pierden las elecciones no son los estrategas por más buenos que sean, sino los candidatos. 

Reconozco que es de las personas que me gusta leer, ya sea por su erudición planteos y provocaciones. En este caso, disiento con el fondo de su razonamiento.

Más noticias

El presidente Lacalle Pou ha puesto al país en el rumbo correcto para esta época. Su accionar para ganar las elecciones del 2019, en el manejo del gobierno y de una coalición recién nacida quedarán en la historia. Tanto como la forma en que respondió ante la pandemia apelando a la “libertad responsable”. Su estilo entre la gente de pueblo y con la selfie rendidora, tan importante para mantener los altos índices de popularidad, tiró por la borda y al tacho las habladurías de que solo los presidentes de izquierda podían ser populares en Uruguay. 

Además, hace unas noches en la cena de gala del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) reivindicó una vez más el clave papel del Estado en la vida del Uruguay. No lo antepuso a la libertad del individuo, sino que destacó su complementación. Se diferenció pública y pícaramente de los economistas al frente del CED y se paró en el medio de la cancha: Estado sí les dijo a los anfitriones liberales. Su discurso fue aplaudido a rabiar.

Es evidente que hay pocos políticos en el país que entienden al Uruguay como lo hace el presidente.

No es la primera vez que explica esta definición sobre el papel del Estado. La misma lo coloca en el centro del ring. Ese lugar que a los blancos les costó ocupar a lo largo de la historia. Un espacio que perteneció durante casi un siglo al Partido Colorado y en los últimos 15 años al Frente Amplio. ¿Recuerdan cuando decían que el FA había vaciado al Partido Colorado del Batllismo? El presidente sin renegar de su innegable apego por la libertad del individuo alcanza una síntesis bien uruguaya en la que reivindica a la persona y su libertad, pero consciente en el territorio de las ideas en que esa libertad se desarrolla por estas tierras a orillas del Plata.

Es por eso por lo que a la oposición le cuesta tanto encontrar su espacio en el discurso y en la acción. Donde buscan entrar, está el gobierno reinterpretando al país y poniéndole su impronta nacionalista. En ese lugar con sus perfiles colorados, independientes y cabildantes también se sienten cómodos. ¿Qué tiene que ver eso con el planteo del tweet de Costa Bonino? Trato de explicarlo.

La próxima elección es entre profundizar y acelerar el rumbo sensato en el que la coalición puso al país, o que retorne un Frente Amplio diferente al de 1971 y 2004. Una izquierda que en su fuero íntimo intuye que Uruguay está en la senda que tiene que estar, pero no puede admitirlo. La propia indefinición del FA con relación al planteo de recolección de firmas para derogar la Reforma de la Seguridad Social impulsada por el Pit Cnt es el botón de la muestra. 

Varios de los economistas que asesoran a la oposición saben que es un error para el país dar marcha atrás con una reforma que además fue un compromiso con los votantes. Por más tibia que haya sido, salió. Además, Lacalle Pou no fue el presidente neoliberal de ultraderecha similar a Bolsonaro y Trump que habían proyectado en sus pesadillas más terribles. Que hay cosas para mejorar, sin duda. Que hubo errores que no deberían haberse cometido, también, pero que el país avanza con una economía ordenada y paz social, no hay duda.

Entonces pregunto: ¿qué interés puede tener el presidente de no pasarle la banda presidencial a otro blanco o a un miembro de la coalición multicolor? Le ha cumplido las promesas a la ciudadanía que lo votó, sorteó la pandemia, aprobó y puso andar la transformación educativa y la reforma de la seguridad social, bregó en todos los ámbitos por una mayor apertura comercial y se paró sin titubeos en frente de las dictaduras y los populismos en América Latina. 

Volver atrás -con un eventual triunfo del FA- con toda la línea de trabajo ya recorrida y espacios conquistados no parece ser en este momento una opción razonable, mucho menos para el presidente. Por estos argumentos no estoy de acuerdo con el planteo de Costa Bonino. No debe haber mayor sueño para el presidente de darle la banda a otro blanco para que siga, mejore lo hecho y acelere el proceso de transformaciones.

Dicho esto, hay que reconocer que en la coalición y en especial en el Partido Nacional hay un descanse peligroso en la figura del presidente. No puede además de gobernar, ocuparse de la coordinación de su propio partido, organizar la campaña electoral, dinamizar el directorio, armarle el programa de gobierno y diseñar una estrategia atractiva para la próxima campaña. Es un error que pueden cometer los blancos si supeditan toda iniciativa, creatividad, propuesta innovadora e incluso rebeldía a su pulgar para arriba. Tampoco pueden repetir el libreto del 2019.

Ahí coincido con Costa Bonino que al menú nacionalista le vendrían muy bien que se desmarquen las candidaturas. Que los perfiles sean fuertes e independientes y que estampen su impronta, pro-gobierno, sí, pero no oficialistas a rajatabla. 
Fue lo que la carrera política del propio presidente les enseñó. Mal no le fue.
 

(*) Luis Costa Bonino es Doctor en Ciencia Política de Sciences Po Paris. Consultor Político con más de 30 años de experiencia. Trabajó para los presidentes François Mitterrand, José "Pepe" Mujica, Andrés Manuel López Obrador, Ollanta Humala, Mel Zelaya y Emmanuel Macron, entre otros.  Es estratega de campañas electorales en Europa, América Latina y África del Oeste.
 

Temas:

Member

Seguí leyendo

Te Puede Interesar

Más noticias de Argentina

Más noticias de España

Más noticias de Estados Unidos