Los teléfonos inteligentes son el casus belli de los tiempos modernos. A menos de 15 años de su masificación, los “expertos” (con o sin título) se aferran a banderas tan opuestas como: “son una droga”, “son el acceso a la biblioteca de Alejandría en tiempo real”, “hay que prohibirlos en clase” o “hay que dar uno por niño”, “nadie debería tener uno antes de los 12 años” o “cuanto antes se aprende mejor”, “son la causa de la crisis de salud mental” o “son un aliado para combatir la soledad”. El uruguayo Matías Dodel, doctor en Sociología especializado en desigualdades digitales, prefiere los matices y propone una dieta de pantallas.
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