Uno de los primeros encuentros entre el presidente y el canciller

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La decisión de Lacalle de mantener a su amigo, el canciller, y una gestión resistida

Los problemas en Relaciones Exteriores no empezaron con la asunción de Bustillo, pero desde la llegada del ministro aparecieron otros inconvenientes que tienen que ver con una gestión centralista, que aísla y frustra a los embajadores y que infunde temor que lleva a la inacción
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05 de marzo de 2022 a las 05:00

En el círculo íntimo del presidente Luis Lacalle Pou hay quienes creen que el tiempo de Francisco Bustillo en la cancillería ya terminó. Sin embargo, el ministro de Relaciones Exteriores recibió el apoyo público del mandatario en los últimos días, tras los “errores” que a juicio del presidente cometió Bustillo con la no adhesión uruguaya a la condena de la invasión rusa en la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Consejo de Seguridad de la ONU. Este jueves, en una entrevista con Telemundo, Lacalle Pou reveló que su canciller le puso al cargo a disposición porque “es lo que le hacés a un amigo” y que él lo descartó de plano en virtud de esa amistad de “muchísimos, muchísimos años”.

Tal como narró el presidente, entre ellos existe un vínculo duradero que incluso tiene un componente familiar. Y más allá de los enojos que el mandatario pudiera acumular, quienes lo conocen entienden que no cederá ante las presiones por una cuestión de lealtad y buscará una salida decorosa cuando encuentre la oportunidad política para ello. Con el referéndum de la ley medular de este gobierno en el horizonte próximo tampoco era el momento para hacerlo. 

Pero los nuevos errores que se hicieron públicos la semana pasada, y la forma de defenderlo del presidente, dejan la sensación que el canciller sigue pero ya es un fusible quemado. Y de haber nuevos errores la mira irá hacia Torre Ejecutiva.

El presidente decidió respaldarlo a sabiendas de que existen varios aspectos en los que la gestión de su amigo y canciller no da en la tecla, y algunos de ellos los vio de primera mano.

Lo observó, por ejemplo, tener una participación nominal durante la última misión oficial a Dubai. En las reuniones de estado mantenidas durante ese viaje, Lacalle Pou comandó los encuentros y las presentaciones pero cuando necesitó un respiro le cedió la pelota a la ministra de Economía, Azucena Arbeleche y al ministro de Industria, Energía y Minería, Omar Paganini, que se pueden expresar en inglés con fluidez. 

El presidente jamás imaginó que el Ministerio de Relaciones Exteriores se volvería un talón de Aquiles de su administración. Los problemas para la Torre Ejecutiva no empezaron con la asunción de Bustillo, como es público y evidente para cualquiera que haya seguido el periplo de su antecesor Ernesto Talvi, pero desde la llegada del nuevo ministro aparecieron otros inconvenientes que, en su mayoría, tienen que ver con una gestión centralista, que aísla y frustra a los embajadores y que infunde en algunos un temor que lleva a la inacción.

La gestión de Bustillo

Uno de los rasgos más problemáticos que quedó en evidencia con rapidez fue la concentración absoluta de asuntos, decisiones y procesos en un pequeño núcleo liderado por el canciller y secundado por su jefe de gabinete, Fernando López Fabregat. Eso llevó a que la mayoría de los jerarcas y mandos medios de la cancillería sometan todo a consulta generando una acumulación de trabajo inabordable y afectando seriamente el proceso de toma de decisiones. Eso pudo haber costado otros equívocos importantes que se subsanaron por la corrección de algunos embajadores que, desobedeciendo las instrucciones de Montevideo, actuaron en sus destinos siguiendo su criterio para que el nombre del país no volviera a los titulares. 

Pero esa no ha sido la norma, sobre todo porque la gran mayoría no arriesgaría a un movimiento autónomo. El centralismo aísla a los embajadores quienes, en algunos casos, han recibido la instrucción expresa de no intervenir en procesos que están en curso. La mayoría tiene la convicción de que sus informes no son leídos y todos cuestionan que se los mantenga deliberadamente desinformados. El asunto escala cuando se trata de países fundamentales para Uruguay. Ese es el caso, por ejemplo, de Carlos Enciso en Argentina, Fernando Sandin Tusso en Paraguay y Guillermo Valles en Brasilia, quienes ni siquiera llegan a ser testigos privilegiados de la gestiones de la Cancillería en esos países para lograr la ansiada flexibilidad comercial.

Hay embajadores que recibieron una penitencia, como el caso de Valeria Csukasi, quien tras liderar la negociaciones externas desde la Dirección para Asuntos de Integración y Mercosur durante la gestión del Frente Amplio y que su venia para el Reino Unido se retirara del Parlamento, pasó a una dirección menor y tras cuatro años y medio en Montevideo –cuando la permanencia en la sede es tres– saldrá a destino como embajadora en Malasia. Algo similar había sucedido con el embajador Raúl Pollak, director de Asuntos Políticos durante la cancillería de Rodolfo Nin Novoa, quien tras pasar algunos meses en su casa se fue a Vietnam, cuando su destino estaba en Roma.

El desconcierto entre los funcionarios de la cancillería es importante y eso ha llevado a que un embajador pidiera licencia sin goce de sueldo al llegar a Montevideo por no querer trabajar en esas condiciones. Según supo El Observador, hay otros diplomáticos pensando en adoptar la misma determinación.

Pero los inconvenientes no solo fueron puertas adentro. El ministro ha mantenido una relación de tirantez con otros organismos del estado, como el Instituto Nacional de Derechos Humanos o Uruguay XXI, institución que sufrió una notoria pérdida de relevancia durante esta gestión. Durante la última misión oficial a Dubai, Bustillo criticó que la agencia comercial del estado hubiera invitado a tantos empresarios, pero antes de salir el presidente le solicitó a sus ministros que estuvieran dispuestos a intercambiar con ellos. 

A nivel de política exterior, aún no hay puntos altos para destacar. En el Mercosur Uruguay luce aislado producto de una política de presión e imposición que hasta el momento no parecería estar generando resultados y, en buena medida, eso parecería comprometer la principal apuesta del gobierno: el TLC con China. Luego de seis meses del anuncio del inicio del estudio de factibilidad conjunta con China aún no hay ninguna buena nueva para contar.

La salida

Antes de desembarcar como embajador en Madrid, Bustillo fue jefe de gabinete de Luis Almagro. Su salida de Montevideo estuvo envuelta en una polémica con Argentina, con quien la administración de José Mujica tuvo varios frentes abiertos. La forma que ese gobierno encontró de tirar un balde de agua helada que comprara algo de paz fue con la salida de Bustillo, quien recibió un codiciado destino.

Como aquella vez, parecería que Francisco Bustillo volverá a salir de Montevideo en medio de cuestionamientos. Lo hará, seguramente, cuando baje el calor de la polémica. En su caso –y a diferencia de otros ministros– es muy fácil encontrar un argumento porque, después de todo, es un funcionario diplomático que quiere seguir su carrera en el exterior. Y así será.

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