Diego Alonso, entrenador de Uruguay

Qatar 2022 > DOLOROSA DESPEDIDA

La eliminación de Uruguay del Mundial 2022: el harakiri de Diego Alonso, los errores arbitrales y el final más morboso

La selección quedó fuera del Mundial en la primera fase como no ocurría desde hace 20 años
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02 de diciembre de 2022 a las 19:09

Luis Suárez no merecía terminar así. Uruguay tampoco. El dolor de la eliminación de la selección del Mundial Qatar 2022 se coló hasta el alma, y las lágrimas del Pistolero, que hicieron llorar a tantos frente a la pantalla del televisor, se transformaron en la expresión más cruel del sufrimiento que dejó este torneo para Uruguay.

Por un gol, Uruguay quedó afuera de octavos de final. El gol del penal mal cobrado en el partido de Uruguay ante Portugal, que terminó en el 2-0 de los lusos, o el penal que no le pitaron a Edinson Cavani este viernes en el encuentro ante Ghana. Cualquiera de los dos se transformó en una injusticia perversa de los árbitros que terminaron condicionando a Uruguay y lo sacaron en la primera fase del Mundial.

Luis Suáres sufrió la despedida del Mundial

Uruguay fue abiertamente perjudicado en este Mundial. Eso no está en discusión, ni puede ser soslayado. De todas formas, de allí a servirse exclusivamente de ese elemento para justificar la eliminación de la selección de la peor forma para la generación que protagonizaba su último baile, presentaría una falta de autocrítica exageradamente peligrosa.

La selección se despidió del Mundial después de ganarle 2-0 a Ghana en el último partido, igualó con Corea del Sur en el segundo lugar, y por diferencia de goles avanzaron los asiáticos.

Independientemente de los errores de los árbitros, que ocupan un lugar importante en este relato de la selección uruguaya en el Mundial 2022, Uruguay llegó a este lugar porque eligió ese camino.

El árbitro y el VAR

Si la selección se enfrentó a este dramático final, sufrido y morboso, hubo elementos en la construcción y diseño del equipo que resultaron un lastre para que este muy buen equipo de Uruguay dejara de tener signos vitales.

Hay que buscar esos elementos dentro del funcionamiento, en las decisiones del entrenador.

¿Cuántos minutos de fútbol tuvo Uruguay en un nivel que le permitiera aspirar a octavos de final? Veinte minutos ante Portugal y el primer tiempo ante Ghana, ¿verdad?

¿El resto? ¿El partido con Corea del Sur? ¿Los otros 70 minutos ante los lusos? ¿El segundo tiempo frente a los africanos?

Uruguay no jugó en el Grupo H a la altura de lo que exigía el Mundial y eso lo condenó a padecer por estas horas el golpe más duro que podía imaginar.

Incluso, lo que es más increíble, que incluso dentro de ese tan pobre rendimiento, la selección estuvo a punto de clasificar si no mediaran los errores arbitrales.

El abrazo de Suárez y Godín

No se puede cargar todo el peso contra los árbitros, el VAR, la FIFA ni la tecnología.

El primer y gran responsable de lo que ocurrió con Uruguay fue el entrenador. Porque así como sorprendió a todos con un gran manejo de la situación en los cuatro partidos de las Eliminatorias y puso a andar a la selección en un nivel increíble, en estos tres partidos la hundió en el desierto qatarí.

En enero, Diego Alonso le puso todos los condimentos que necesitaba Uruguay. Buena elección de los actores para cada salida a escena, sorpresas en el juego, velocidad, profundidad y, especialmente, la vocación de defender hacia adelante y plantear el partido con autoridad futbolística.

En noviembre, en su estreno en el gran teatro del fútbol Mundial, falló.

Falló en lo más importante, en las herramientas que les dio a sus jugadores para comenzar a construir el triunfo. Falló en el concepto. Los temores que habían generado los problemas defensivos que se plantearon tras la lesión de Ronald Araujo, que lo sacó del Mundial, se transformaron en un laberinto sin salida.

Alonso quedó atrapado en la búsqueda de la solución, y los jugadores fueron rehenes de su estrategia.

Comenzó dirigiendo el Mundial con las viejas fórmulas de Tabárez (las últimas, cuando surgieron los volantes de buen pie, había modificado su libreto), pero sin ser el Maestro y, mucho menos, sin los jugadores adecuados para ejecutar ese plan.

Los exquisitos volantes se desgastaron marcando en el estreno. Uruguay regaló el primer partido. En ese momento, el punto adquiría su valor si ese comienzo con el arco en cero vendría acompañado del despegue futbolístico ante Portugal y el acopio de más unidades para la tabla. Nada de eso ocurrió.

Así terminó Uruguay en el Grupo H

Contra Portugal, la selección tocó fondo con la línea de cinco y los jugadores más atados que en el estreno. Hasta que a partir de los 62 minutos mandó a la cancha a De Arrascaeta y comenzó a liberar a un equipo al que tenía ahogado futbolísticamente.

Con la salida de Godín, la conformación de la línea de cuatro con los mejores defensas (Giménez y Coates), y el ingreso de jugadores que son capaces de desequilibrar, se liberó Uruguay. Se soltó. Voló libre y descubrió que podía hacer fluir el juego.

Este viernes ante Ghana quedaron expuestos los errores del entrenador y la influencia que sus decisiones tuvieron en el funcionamiento de los jugadores, que en definitiva son los que ganan o pierden si les dan el libreto adecuado.

Frente a Ghana, Luis Suárez asumió ese rol que tan bien le sienta, el de héroe de las grandes batallas. Lideró al equipo desde el lugar más apropiado. Fue clave en todos los movimientos del ataque. El equipo empezó a funcionar como debía. Presión sobre la salida del rival. Jugadores que salieron a actuar en el lugar indicado y no atrapados en la telaraña de una estrategia defensiva que solo les quitaba fuerzas. De Arrascaeta mostró una versión al más alto nivel. Uruguay fue Uruguay. Despertó. Arrancó. Fue increíble.

Estaba todo servido para otro de esos milagros que suelen ocurrir con la selección uruguaya. Sin embargo, la suerte tampoco jugó para Uruguay (como en los dos primeros partidos con los remates en los palos de Godín y Valverde en el primer partido, y de Maxi Gómez en el segundo) y volvió a ser el verdugo con la lesión de Bentancur.

Sin el volante que genera el equilibrio en el mediocampo, Uruguay quedó huérfano. Se deshilachó y lo sufrió en el segundo tiempo, cuando se quedó sin argumentos futbolísticos para conseguir el gol de la clasificación y estuvo más cerca de recibir uno de Ghana, de no mediar las intervenciones de Rochet.

El sufrimiento de los hinchas

De la manera más dolorosa se terminó el Mundial para Uruguay. Duele de verdad. Se va en la primera fase después de 20 años, y de tres actuaciones que lo vieron consagrarse cuarto, duodécimo y quinto, en 2010, 2014 y 2018, respectivamente. Porque era el último baile de Muslera, Godín, Cáceres, Suárez y Cavani y merecían otro cierre. Porque las nuevas figuras que surgen necesitaban que el entrenador los respaldara con su estrategia para que se pudieran empezar a consagrar. Sin embargo, se sintieron desamparados estratégicamente. Por las formas elegidas para recorrer el camino en la elite, por aquellas expresiones de Diego Alonso de ir por la Copa del Mundo que quedaron tan lejos. Duele porque Uruguay tenía un equipo para avanzar una, dos y hasta tres rondas (como viene ocurriendo desde 2010), pero gestionó mal, reaccionó tarde y se terminó yendo por la puerta de atrás. Esta selección no lo merecía, mucho menos los que tuvieron su último baile.

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