Montevideo es una ciudad que luce sucia, comparada con sí misma y con otras capitales de América Latina. No es una realidad de ahora, sino de un largo tiempo. No en balde, el servicio de limpieza de Montevideo ha sido desde 1990 un permanente dolor de cabeza para los sucesivos gobiernos departamentales en manos del Frente Amplio. Desde entonces, por lo menos, ningún jefe comunal ha tenido una buena nota en un área en el que es muy visible el fracaso.
El latente conflicto actual entre el gremio de Adeom con las autoridades de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM) por la eventual privatización del servicio de limpieza se inscribe en el mal –a esta altura endémico– que sufren los montevideanos cuando caminan por la ciudad o cuando intentan introducir las bolsas de residuos en contenedores rodeados de todo tipo de desperdicios.
Adeom volvió a ganar por enésima vez la pulseada de la estatización de la limpieza municipal con la decisión del intendente Christian Di Candia de suspender la licitación a privados del servicio de vaciado de los contenedores.
La desacertada decisión de Di Candia estuvo contaminada del clima electoral, en una gestión que en la que empiezan a ganar ascendencia los factores políticos y sindicales, que alejan al jefe comunal de las necesidades e inquietudes de los vecinos de Montevideo.
El mensaje equivocado de quien tiene que velar por los intereses de la ciudad es que conviene no hacer olas con un conflicto sindical en un área muy visible –que puede dañar las chances del candidato Martínez– en lugar de cumplir con lo que corresponde y con lo que él mismo, además, se comprometió a ejecutar.
La influencia de Adeom no solo frenó una licitación puntual, sino que, con ello, la IMM dio una señal de debilitamiento del proyecto renovador que lideraba Fernando Puntigliano desde la Dirección de Desarrollo Ambiental desde 2017 para mejorar la recolección de residuos. En ese sentido, había puesto en marcha un plan para la contratación de privados para que pudieran hacerse cargo de una parte de la cadena de recolección en diferentes barrios de Montevideo.
Puntigliano renunció al cargo por la decisión de Di Candia de posponer la licitación, una alegría para Adeom y una pena para los montevideanos.
Lo más probable es que en los próximos meses los votantes capitalinos vean con sus propios ojos el deterioro de un servicio de recolección de basura municipal del que ni siquiera saben las autoridades por qué tiene tantos camiones averiados –mucho menos de la mitad de la flota está en condiciones de circular–, lo que le da más poder a Adeom.
El interés de los capitalinos es que se cumpla bien la tarea de recolección de basura, que la ciudad esté limpia, a tono con la carga impositiva municipal que pesa en los bolsillos de los contribuyentes.
Y no hay ningún misterio sobre cómo lograrlo. Miremos sino la ciudad brasileña de San Pablo, de unos 12,2 millones de habitantes, que genera un promedio de 18 mil toneladas de basura al día, y que se mantiene limpia por las tareas de dos empresas concesionarias que son controladas por el municipio.
Lo que falta es capacidad de mando y que las autoridades estén más convencidas de la gestión adecuada para mantener limpia la ciudad. Seguramente, tendrán el apoyo de los montevideanos.
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