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Las alentadoras perspectivas que dejó el Mundial de rugby

El torneo dejó la mesa servida para un crecimiento histórico, incluido Uruguay, pero se necesitarán mantener la inversión y el trabajo en los próximos años
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05 de noviembre de 2019 a las 16:21

Lo de World Rugby llevando el Mundial a Japón era una apuesta. Estaba claro que es un país de gran poder adquisitivo y con muchos fanáticos del rugby, pero no tantos como para garantizar que fuera un éxito, sobre todo porque podía depender mucho de la actuación deportiva de la selección local.

1) El Mundial fue un éxito

Terminado el torneo, el balance no podía ser mejor. Fue un éxito económico: ganancias operativas de US$ 212 millones de dólares contra US$ 193 millones de Inglaterra 2015, 1,8 millones de entradas vendidas (99,3% del total), 1,93 millones de personas en los fan zones, 1.700 millones de visualizaciones de videos en redes sociales, y un impacto previsto de US$ 4 mil millones en la economía japonesa, entre otras cifras. El rugby encontró a un país apasionado por el deporte, que tiene aún mucho margen para crecer. 

El 85% de las inversiones que hace World Rugby, especialmente en países del Tier 2 (segundo escalón) provienen de la copa del mundo. Por todo eso, el beneficio económico del torneo de Japón avizora aún más inversión para los países en desarrollo, entre los cuales está Uruguay.

2) El Mundial de las defensas, el pie y el scrum

Hace cuatro años el mundo del rugby tenía una narrativa clara: el futuro del juego estaba en el Sur, que jugaba un rugby dinámico, veloz, ofensivo, de más ataque con pelota en mano que juego con el pie. Las cuatro potencias del Sur llegaban a semifinales, y los finalistas eran los perfectos All Blacks y los super ofensivos Wallabies, un equipo que, según su entrenador Michael Cheika, no analiza los rivales y se centra en desarrollar la mayor cantidad de juego ofensivo posible.

Cuatro años después esa narrativa se hizo añicos. Fueron los cuatro años de Eddie Jones, el estratega que revivió a Inglaterra de las cenizas y lo transformó en una máquina de defender y de estudiar al rival para disminuirlo. Así derrotó a Nueva Zelanda en semifinales, pero se quedó corto en la final ante Sudáfrica, que no fue el equipo más vistoso del Mundial, ni mucho menos. Más bien, fue la personificación del rugby sudafricano: bien físico, concentrado en dominar al rival en ese departamento antes de hacer correr la pelota, privilegiando el uso del pie al correr y pasar y brindar show. Y que en la final, le hizo a Inglaterra lo mismo que los ingleses a Nueva Zelanda: disminuyó al rival hasta su mínima expresión. Y lo empezó a dominar en el scrum, una formación que, tras varios años de discusiones y de que hasta algunos dudaran de su viabilidad futura, volvió a posicionarse como la formación más influyente del deporte. El rugby se mostró como un deporte en evolución permanente.

3) Una nueva forma de encarar el tackle

Fue el Mundial de más tarjetas rojas (8, contra 1 de 2015) y menos conmociones cerebrales (35% de reducción). Eso gracias a la nueva hoja de ruta de World Rugby para el tackle alto. Generó polémicas, y el debate si cambiará la forma en que los jugadores encaran el juego en el contacto. Pero de a poco empieza a calar hondo la idea de que es responsabilidad del tackleador la forma en la que va al contacto.

4) La buena noticia para la competencia

Entre los países top, el Mundial mostró que Nueva Zelanda, pese a ser el mejor equipo del mundo, no es invencible. Esa era una de las preguntas que estaban rondando en los últimos años, y significaba un obstáculo para el desarrollo: ¿Qué posibilidades de atraer más audiencias globales tiene un deporte en el que siempre gana el mismo?

Además, la diferencia de puntos entre los países del Tier 1 y Tier 2 se achicó levemente respecto a 2015, y viene reduciéndose significativamente desde 2003, cuando se observaron las mayores distancias y ganaba terreno la idea de un Mundial B. Eso no es casualidad: desde 2004 en adelante empezó una decidida política de inversión y ayuda a los países en desarrollo.

Además, se cumplió el objetivo de World Rugby de que un equipo Tier 2 se metiera en cuartos de final (Japón). Para 2023 el objetivo es que clasifiquen dos.

Otra de las preguntas planteadas antes del Mundial era: ¿La inversión en países tier2 puede achicar la brecha de resultados? La respuesta es sí.

4) El trabajo (y la inversión) da resultados

Solo en 2019, World Rugby invirtió US$ 5,8 millones en torneos para los países del Tier2, mientras que los fondos anuales para los Tier 2 aumentaron a US$ 8,5 millones anuales entre 2017 y 2019. Eso permitió que todos los países en desarrollo tuvieran más recursos para hacer una preparación de primer nivel mundial.

Por ejemplo, Para Los Teros eso significó la venida de Craig White, un preparador físico de primera línea mundial, y un equipo de otros cuatro preparadores físicos británicos, además de programas especiales de GPS. El rendimiento físico del equipo en el Mundial reflejó esa mejora sustancial en la preparación. Además, Uruguay se benefició de la organización de varios torneos  (Nations Cup, Americas Pacific Challenge, Mundial M20 B) y de la realización de giras por Europa, todo lo cual se mantendrá en los próximos años e incluso aumentará, ya que Los Teros se consolidaron como un país del Tier 2.

El resto de los países Tier2 también tuvieron ayuda directa en el armado de sus cuerpos técnicos o en competencia. La mayoría de ellos respondieron con resultados aceptables.

Japón fue, junto a Uruguay, los que registraron mayores avances de un Mundial a otro.

Fiji hizo partidos parejos ante Gales y Australia y le ganó con claridad a Georgia, pero tuvo el paso atrás de la derrota con Uruguay.

Namibia, Rusia y Tonga mostraron mejores resultados que lo que marcaban los cuatro años previos.

Georgia retrocedió respecto a 2015, cuando terminó tercero de grupo y clasificó directo a 2019.

Samoa también retrocedió, con dos derrotas con diferencias amplias ante rivales Tier1. Algo similar ocurrió con EEUU y Canadá.

5) Hay que salir del statu quo

¿Cómo lograr achicar más las brechas? Por un lado seguir profesionalizando los staffs de las selecciones del tier 2, y asegurando que el 100% de los planteles mundialistas estén integrados por jugadores profesionales. Para eso hacen falta planes de desarrollo de World Rugby pero también de las uniones.

Pero además, cada vez se hace más evidente la necesidad de que los países Tier2 compitan ante equipos Tier 1. Llegado un punto de evolución (Japón, pero también Georgia o Fiji), lo que necesitan es competencia regular ante los equipos del primer escalón mundial. Y lo mismo para los del sector bajo del Tier 2 (Uruguay, Namibia, Rusia, Canadá, pero también España o Rumania): necesitan competencia estable con los Top del Tier 2 y con el piso del 1.

Este tema tuvo una intensa discusión a principios de año, con el proyecto de una Liga Mundial profesional. El proyecto fracasó por la oposición de los países del Seis Naciones, y ahora el tema vuelve a estar sobre la mesa con las elecciones presidenciales de World Rugby. Allí hay dos modelos claros en pugna: por un lado Agustín Pichot, que promueve una reforma de competencias con base en una Liga Mundial anual, y por el otro el escocés John Jeffrey, CEO del Seis Naciones, defensor del statu quo.

De todos modos, el lado reformista deberá encontrar una fórmula de nueva competencia que no aísle a la mayoría de los países del Tier 1 y 2, como era la propuesta de inicios de año, donde no había ascensos y descensos por cuatro años.

6) Uruguay dio el paso: ahora hay que mantenerlo

Los Teros tuvieron una preparación como nunca antes, y lograron el mejor mundial de su historia en Mundiales. Para eso hubo una apuesta importante de World Rugby, de Sudamérica Rugby y de la URU, además de los jugadores y cuerpo técnico. El equipo se preparó profesionalmente durante seis meses, y 10 jugadores se fueron al jugar profesionalmente a Estados Unidos, además de los cuatro que ya estaban en Europa.

El desafío es el siguiente paso, y la hoja de ruta está clara: en febrero nacerá la Super Liga Americana, con siete franquicias profesionales de Sudamérica. Será la competencia profesional de clubes que hasta ahora no existía en el continente, y que sumada a la competencia de selecciones, le permitirá a una masa crítica de jugadores tener actividad profesional durante todo el año.

Con un plantel 100% profesional y con oportunidades de competencia de mayor calidad, Uruguay tiene herramientas para dar un salto en su nivel de competencias.

También había en este punto una pregunta planteada: ¿Es posible acercarse a los top del Tier2, o hay que olvidarse de eso y seguir intentando clasificar a mundiales con un sistema semi profesional? La respuesta claramente quedó respondida: sí se puede. Y con esa la siguiente: el sistema profesional es imprescindible si se quiere seguir subiendo, e incluso si se quiere mantener el nivel alcanzado hasta aquí. Habrá que seguir discutiendo la forma, y hacerle correcciones si es necesario (sobre todo para proteger al rugby de clubes), pero el camino profesional es imprescindible.

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