Solo unos pocos escritores han logrado trascender al punto que su nombre o uno de sus personajes se convierta en adjetivo. En este sentido, al espectáculo dantesco o el carácter quijotesco, hay que sumar siempre la situación kafkiana, que define en gran medida la locura general que predominó durante todo el siglo XX.
Ninguno como Franz Kafka supo poner en palabras el desasosiego infinito del hombre moderno ante las inhumanas leyes de vida, el sentimiento de indefensión ante un poder superior difuso que nunca se explica, la culpa por no poder romper las cadenas autoimpuestas y la sensación amarga de ser un bicho aún para los seres queridos.
Temas oscuros, lúgubres y desesperantes, que sin embargo transformó en sublimes páginas de literatura gracias a una prosa de una lucidez y claridad exuberante, que se observa en sus grandes obras como El proceso, El castillo, La metamorfosis o América, pero también en los relatos aquí reunidos, que permiten entrar y salir de su universo sin esa sensación de opresión que a veces provoca la lectura de sus novelas.
En La condena, relato que abre este libro, ya están presentes todas su cualidades literarias, con un protagonista dubitativo que examina desde mil ángulos posibles cada decisión a tomar, un padre egoísta y astuto que lo pincha porque sí y un amigo que vive en el exterior como símbolo de libertad ganada. Funciona como una obra de teatro, primero con un monólogo interior y luego con el duelo a dos voces entre los familiares.
Mejor aún es Un médico rural, donde muestra ya su maestría para mezclar el plano real con el ficticio, pero el desplazamiento lo hace desde el plano psicológico y no físico, lo cual resulta una proeza mayúscula que recuerda al mejor Julio Cortázar.
Ninguno como Franz Kafka supo poner en palabras el desasosiego infinito del hombre moderno ante las inhumanas leyes de vida
La culpa aparece de varias maneras, primero cuando el médico para conseguir un caballo deje a su criada en las manos lascivas de un peón, más tarde, cuando duda sobre si debe salvar o dejar morir al muchacho que está enfermo pero que no lo está del todo.
El libro ofrece también tres ejemplos de sus famosas miniaturas, textos de tres o cuatro páginas que, sin embargo, funcionan de manera perfecta. En Una vieja página, relata el asedio al palacio del emperador de turno visto por los ojos de un hombre cualquiera. En Ante la ley, propone una historia fantástica a la que Borges apeló varias veces, con el leimotiv de un hombre que quiere entrar a un lugar vedado por un guardián que no lo deja pasar durante años y décadas, hasta que un día le revela la verdad.
En Un mensaje imperial, también simbólico, un enviado del emperador es incapaz de salir del castillo con el mensaje que porta, metáfora sobre la cárcel interior y las múltiples barreras a derribar para alcanzar un propósito o la libertad.
Destaca también En la colonia penitenciaria, un verdadero tratado sobre la salvación, con cuatro personajes memorables y una máquina de torturar que tatúa en todo el cuerpo del condenado el delito cometido. Una pesadilla a lo Edgar Allan Poe, magnífica y obsesiva, con la literatura matando la carne viva en clave netamente autobiográfica. Lo abismal del asunto, además, contrasta de manera exquisita con el entusiasmo de los protagonistas, en especial del oficial que ejecuta la sentencia.
Esta edición incluye también La metamorfosis y Carta al padre, dos textos tan importantes que se los puede catalogar de indispensables. Sobre la mítica historia de Gregorio Samsa, decir que es famoso el primer párrafo pero quizás sea más importante el último, cuando los padres que se acaban de librar del hijo-bicho viajan a otra ciudad con la hija, a la que ya piensan en casar: “Y, al llegar a destino, fue como una confirmación de sus nuevos sueños y buenas perspectivas cuando la hija se levantó primera y estiró su joven cuerpo”, escribe.
En tiempos de encierro y cuarentena, Cuentos selectos de Franz Kafka, es una muy buena opción para aprovechar el tiempo.
Cuentos selectos
De: Franz Kafka
Editorial Edhasa
356 páginas
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